La lectura del auto de 5 de julio de 2006 revela que la ausencia de resultados afecta especialmente a los actos ejecutivos finales del atentado: se desconoce el número exacto de las personas que prepararon, trasladaron y colocaron los explosivos, así como la ubicación exacta de los mismos y los medios de transporte utilizados para trasladar a los autores y los explosivos, salvo en lo que se refiere a la furgoneta Renault Kangoo encontrada la misma mañana del atentado y en la que se detectaron restos de explosivos, detonadores y huellas de algunos de los autores materiales de la matanza.
Se puede decir que el sumario, en algunos aspectos, está en blanco en las veinticuatro horas anteriores a las explosiones. La utilización continuada de frases poco precisas demuestra la escasez de datos que han podido averiguarse en ese intervalo de tiempo (auto de 5 de julio de 2004, págs. 85 y 86): «El día 10 de marzo de 2004 , miércoles, en hora no precisada, presumiblemente con luz natural suficiente, en la finca de Chinchón (zona de cobertura de la BTS de Morata de Tajuña), se realizaron las operaciones dirigidas a la preparación de los terminales telefónicos componentes de los artefactos explosivos que estallaron al día siguiente, 11 de marzo de 2004.» (...)
«El día 11 de marzo de 2004, jueves, se colocaron en los distintos trenes que circulaban por la línea férrea que une Alcalá de Henares y Madrid-Atocha, trece artefactos explosivos» (....). La posibilidad, sugerida por el instructor, de que «se continuarán judicialmente las investigaciones oportunas para aclarar los extremos pertinentes y supuestas participaciones de personas que haya podido participar criminalmente en los mismos (en los atentados)» (auto de conclusión de sumario, de 6 de julio de 2006), no es la mejor, sin duda, aunque tenga su explicación en el deseo de cerrar el sumario principal con tiempo suficiente para evitar excarcelaciones por agotamiento del plazo máximo de prisión provisional. Pero hay que tener en cuenta que lo que se propone —y ya se ha hecho al incoar diligencias específicas sobre la clase de explosivo utilizado el 11-M— es técnicamente muy arriesgado, cuando no discutible, además de reconocer que el sumario tiene flancos débiles. Según la Ley de Enjuiciamiento Criminal, el sumario es único para un mismo delito, lo que comprende conceptualmente los delitos conexos al hecho delictivo principal.
Los actos de la ejecución
No siempre se puede aspirar a un conocimiento exhaustivo de los hechos delictivos, pero según la naturaleza del delito hay carencias más disculpables que otras. En un atentado con explosivos parecen relevantes, por pura obviedad, los actos de ejecución, incluidos los inmediatos previos, del crimen: es decir, preparación, transporte y colocación.
En esta misma línea de análisis, sin salir del ámbito de la ejecución, el sumario va a llegar a la Sala de lo Penal sin una prueba pericial definitiva acerca del tipo concreto de explosivo que estalló en los diez focos de los cuatro trenes afectados. Tampoco se sabe con absoluta certeza qué tipo de explosivo estalló en los dos artefactos detonados por los tedax en las estaciones de Atocha y El Pozo. Sí se ha determinado, sin lugar a duda, que era Goma 2 Eco el explosivo localizado en el artefacto desactivado en el Parque Azorín de Vallecas; en la Renault Kangoo; en la casa de Leganés; en la infravivienda de Morata de Tajuña y en el artefacto localizado en la línea del AVE Madrid-Sevilla, a la altura de Mocejón (Toledo). Este explosivo, al igual que los detonadores recuperados, procedían de la empresa Caolines del Merillés (dos de sus explotaciones son Mina Conchita y Mina Collada), en la que trabajó el procesado José Emilio Suárez Trashorras hasta el 31 de octubre de 2002.
El que no haya una prueba pericial definitiva no supone, en ningún caso, que no exista un buen número de datos objetivos que por sí mismos, y sobre todo analizados en su conjunto, concluyan, con un altísimo grado de certeza, que el explosivo utilizado fue Goma 2 Eco. En primer lugar están los testimonios vertidos contra el ex minero asturiano José Emilio Suárez Trashorras, que le acusan de haber vendido ese material a varios de los autores materiales de la matanza, entre ellos Jamal Ahmidan, «El Chino», a cambio de hachís y dinero.
Pero la clave del sumario está en la mochila número 13, recogida en la estación de El Pozo y trasladada luego a la Comisaría de Vallecas donde fue descubierta y luego desactivada. El juez sabía que toda su instrucción se venía abajo si no podía demostrar que, en efecto, ese bulto estaba en uno de los vagones del tren, que fue llevado luego hasta una furgoneta de la Policía, que acabó en el Ifema siempre custodiado por los agentes y que finalmente llegó, ya de noche, a esas dependencias policiales donde fue localizada. En su auto de procesamiento (páginas 53 a 73) Del Olmo recoge el testimonio de once policías que garantizan que esa mochila estuvo siempre bajo vigilancia y que nadie tuvo acceso a ella. Está asegurada, pues, la cadena de custodia. Los análisis químicos demostraron, sin lugar a dudas, que el explosivo que contenía esa mochila era Goma 2 Eco.
Sentencia de «El Gitanillo»
Pero hay otro dato importante que apunta en la misma dirección. La única sentencia, ya firme al ser de conformidad, dictada en relación con el 11-M es la del menor apodado «El Gitanillo», amigo de Trashorras, y que ayudó a trasladar a Madrid la Goma 2 Eco que éste vendió al «Chino» y sus compinches. En ella, la Sala declara en el apartado de hechos probados que «el material explosivo al que se ha aludido, junto a otras partidas trasladadas por otras personas (…) fue utilizado para llevar a cabo los atentados que tuvieron lugar entre las 7:37 y las 7:40 horas del día 11 de marzo de 2004 en diferentes puntos de la línea de ferrocarril de Cercanías de Madrid (…) Este mismo material explosivo fue utilizado en el artefacto explosivo colocado en las vías del AVE en Mocejón (Toledo) y en los que hicieron estallar los terroristas en la vivienda sita en la calle Carmen Martín Gaite de Leganés».
Queda, por tanto, acreditar que lo que estalló en los trenes era Goma 2 Eco, una polémica que presenta unos efectos extrajudiciales evidentes y también una cuestión que centrará sin duda parte de las estrategias de las defensas en el juicio oral. Una vez más debe ser un análisis conjunto de los datos obtenidos los que den respuesta a esta cuestión para evitar el riesgo de construir teorías que pueden tener detrás un gran aparato mediático e incluso eco político pero que no se sostienen desde un punto de vista técnico y desapasionado. Resultan particularmente reveladoras en este punto las declaraciones ante el juez de la inspectora jefe de la Comisaría General de Policía Científica y que afirmó que en todos los escenarios de la matanza había dinamita —la Goma 2 Eco lo es—, si bien puntualizó que cuando un artefacto hace explosión, como fue el caso de las estaciones de Atocha, Santa Eugenia y El Pozo, no se puede realizar un análisis cuantitativo de los restos; es decir, de la composición de la dinamita, porque para realizarlos se necesita una muestra pesable y en el lugar de los hechos no quedó nada, «sólo impregnaciones».
Las consecuencias de esta respuesta en blanco —inevitable al no existir técnicas que permitan análisis definitivos— se verán en los próximos trámites del proceso. Por lo pronto, el Ministerio Fiscal, en su escrito de acusación, tendrá que concluir que es Goma 2 Eco a partir de los resultados periciales en otros escenarios relacionados con los atentados y, sobre todo, de los que ofreció el análisis de la mochila número 13, recogida en El Pozo. Paralelamente, las defensas —quizá no de todos los procesados, pero sí de algunos— tendrán disponible el argumento de que su vinculación con los atentados depende de que se considere probado que lo que estalló en los trenes era Goma 2 Eco. No obstante, una simple comparación objetiva entre los datos que apuntan a la utilización de esa dinamita y los que avalan otras teorías resultan demoledores para estos últimos.
El miembro del tedax que descubrió el artefacto no detonado en el primer vagón del tren situado en la Estación de Atocha declaró (21 de diciembre de 2005) que «por lo que apreció del artefacto y de sus conocimientos, podía intuir que se trataba de un explosivo industrial (dinamita y los del Ejército, tipo plástico) utilizado en la industria y que era de media-alta potencia». Y añadió que «que después de explosionar la mochila y al observar los daños que hizo pudo valorar que se trataba de un explosivo de gama media-alta, entre 4.000 y 7.000 metros segundo, que podría ser entre una dinamita y un PG2, que es explosivo plástico que tiene la misma textura que la dinamita aunque más blanquecino, el PG2 es básicamente de uso militar y fabricado de manera industrial» (auto de 10 de abril de 2006, págs. 51 y 52).
Sin analizar
En cuanto al artefacto descubierto en la estación de El Pozo, dice el auto de procesamiento (pág. 85) que «los tedax que procedieron a su neutralización llegaron a observar que se trataba de una mochila de color negro, que albergaba una bolsa de basura, de color azul semitransparente, con un cordón amarillo, que a su vez contenía una sustancia moldeable al tacto, tipo plastilina. Sobre esta bolsa de plástico, había un teléfono móvil, colocado al revés, y unos cables de color rojo y azul».
Los explosivos de estas mochilas no fueron analizados y la razón la expuso el comisario jefe de los tedax en su comparecencia ante la comisión investigadora del 11-M, constituida en el Congreso de los Diputados: «Si hiciéramos un examen estaríamos poniendo en riesgo la vida de los tedax (...)». Es decir, se decidió explosionarlos para evitar más muertes, a pesar de que esa decisión implicaba la imposibilidad de hacer análisis definitivos de los artefactos.
Ese mismo funcionario, es decir, el comisario jefe de los tedax, declaró ante el juez instructor (12 de julio de 2004), en relación con el artefacto detonado en el andén de la estación de El Pozo, que «tenían claro que no era Titadyne porque ese tipo de explosivo muerde, es decir, que no tiene corte limpio, en cambio un alto explosivo corta totalmente y una vez vistos los resultados de las explosiones podía tratarse de un C3 o un C4, que es un alto explosivo que procede a cortar limpiamente» (auto de 10 de abril de 2006, pág. 53).
Por tanto, los tedax optaron, sobre el terreno y a simple vista, por un explosivo militar, pero dada la naturaleza del atentado, el instructor solicitó un informe pericial conjunto elaborado por tedax del Cuerpo Nacional de Policía y de la Guardia Civil. El instructor expuso en el auto de 10 de abril de 2006 la razón de esta prueba pericial: «El valor de dicho informe pericial radicaba en la ponderación, conjunta, global y complementaria de todos aquellos datos y elementos (incluidos anteriores informes periciales, pero también cualquier otro extremo existente en el procedimiento) que a la fecha de su solicitud obraba en las actuaciones, y que por guardar relación con la materia objeto de su especialidad, permitía obtener conclusiones periciales casi definitivas» (pág. 74).
Esto era lo que buscaba el juez: «Conclusiones periciales casi definitivas». Lo que obtuvo fueron informes periciales sobre los focos de las explosiones que demuestran: a) que en los focos de los trenes y en los focos de los andenes (Estaciones de Atocha y El Pozo) donde se detonaron por los tedax dos artefactos se pudo determinar la presencia de «componentes de dinamita», excepto en el vagón nº 4 de la Calle Téllez y en el vagón nº 5 de El Pozo, en los que no se halló ningún componente de explosivo; b) que el explosivo procedente de El Pozo y desactivado en el parque Azorín de Vallecas era Goma 2 Eco, el mismo que en los demás escenarios relacionados con las atentados (Leganés, Renault Kangoo, línea AVE).
Sólo por vía deductiva se puede afirmar que en los trenes de cercanías estalló Goma 2 Eco, aunque también es cierto que el peso de las pruebas en este sentido es demoledor. El sumario, tal y como se ha cerrado en este apartado, no permite otra opción. Esto no quiere decir que no sea posible construir una acusación y, en su caso, una condena sobre esa deducción. Es posible, pero exige mayor esfuerzo acusatorio y, sobre todo, una motivación reforzada en la posible sentencia condenatoria para no vulnerar la presunción de inocencia.
Nuevas diligencias
Por otro lado, la decisión del instructor de incoar nuevas diligencias para investigar hechos que no son novedosos pero sí de reciente publicación informativa, eleva el rango de las dudas —y nada más que de las dudas, pues se trata aquí de constatar con la mayor objetividad el resultado sumarial— sobre la identificación de los explosivos detonados en los trenes.
Como ya se ha dicho, esas diligencias previas —en las que han declarado el comisario jefe de la Unidad de Desactivación de Explosivos y la jefe del Laboratorio Químico Toxicológico de la Policía Científica— han ratificado el resultado negativo de las pruebas periciales, a partir, según la jefe del laboratorio, de que en los lugares de las explosiones sólo quedaron «impregnaciones» y de que únicamente se detectó dinamita.
La confusión tuvo su momento cumbre fuera de sede judicial, en el Congreso de los Diputados, en cuya Comisión investigadora del 11-M declaró el Comisario jefe de los tedax, quien aludió en tres ocasiones a la presencia de nitroglicerina en los focos de explosión del 11-M. El propio jefe policial admitió su error ante Del Olmo y lo justificó en que no es un experto en explosivos, «sino en su desactivación». Hay que recordar en este sentido que los jefes de las unidades dirigen las investigaciones, pero no tienen la misma preparación que sus hombres, que son auténticos especialistas en cada materia.
Dudas fantasmas
Se equivocara o no el Comisario jefe de los tedax al citar en el Congreso la nitroglicerina y citara o no la nitroglicerina en su informe la jefe del Laboratorio Químico Toxicológico, que en ningún caso lo hizo —según demuestra el informe que ella elaboró el día de la matanza—, lo cierto es que sus declaraciones (parlamentaria la de aquél y judiciales las de ambos), han ratificado, más de dos años después, que no se puede afirmar, más allá de toda duda razonable, cuál es el explosivo que estalló en los cuatro trenes de cercanías, el 11-M. Algo que no es en sí mismo una novedad, pero que ha sido alentado por algunos sectores en su beneficio.
Dos años después, ni el Juzgado ni los expertos de la Policía y de la Guardia Civil han podido determinar, de forma directa y específica, qué explosivo mató a 191 ciudadanos. Pero al mismo tiempo hay que concluir con la misma firmeza que con los datos disponibles la única hipótesis fiable, con un altísimo grado de certeza, es la de que se trató de Goma 2 Eco. Por una última razón, además: porque hasta los autores materiales —y ya nadie duda de quiénes lo son— se llegó a través de las pistas obtenidas de la mochila número 13, entre ellas las que aportó el explosivo utilizado y también la información que obtenida del teléfono móvil al que estaba conectado y que llevó a la detención de Jamal Zougam en un locutorio de Leganés. Este individuo está procesado por los 191 asesinatos.