El El sesenta cumpleaños de Porsche bien merecía una celebración por todo lo alto. Cuatro coches de ensueño —Carrera, Boxter, Cayman y Cayenne— y una jornada entera de excursión para gozarlos. ¿Alguien da más?
SUSANA NIEVES
Ver, tocar, oír, oler, degustar... en definitiva, sentir. Conducir puede ser todo eso. Los cinco sentidos al servicio del placer de rodar; los cinco sentidos disparados durante las veinticuatro horas de una excursión pensada para y protagonizada por mujeres. Es la manera en la que Porsche ha decidido celebrar su 60 cumpleaños.
Vista. Las dieciséis invitadas llegamos al punto de encuentro. Son las nueve de la mañana y allí nos espera el desayuno, pero lo primero que se alimenta es la vista. La impresionante línea de los coches te entra por los ojos y casi no puedes dejar de mirarlos pensando que también vas a poder disfrutarlos. Están aparcados en fila y el sol que luce ese día (las borrascas de junio nos dedicaron un paréntesis) hace la visión aún más espectacular. ¿Por cuál empezaré? ¿Boxter, 911, Cayenne o Cayman?
Durante el desayuno nos dan las instrucciones: la prueba se hará por parejas. El recorrido hasta nuestro destino —el «Castillo del Buen Amor», provincia de Salamanca, una fortaleza medieval donde pasaremos la noche y donde nos esperan varias sorpresas— está dividido en tramos, y en cada uno de ellos tendremos la oportunidad de llevar un coche. El trayecto está especificado en un rutómetro y en los GPS con los que van equipados todos los porsches.
La tranquilidad de conducir con copiloto y conectada al satélite, garantía de que no tendrás demasiados problemas para llegar al punto de destino, permite devorar con los ojos los magníficos parajes por los que vamos pasando. Este año, la primavera revienta de color. Pero tenemos otro reto, un juego que añade alicientes a una jornada que, de por sí, ya se plantea divertida: los organizadores nos han formulado nueve preguntas cuyas respuestas están en la propia ruta. Así que tenemos que estar ojo avizor para contar cuerdas de puentes, anotar nombres de ríos, averiguar el número de habitantes de pequeñas poblaciones y demás interrogantes propios de una partida de Trivial. La segunda parte del juego es una prueba en circuito cerrado que haremos en un aeródromo. Gana la que haga mejores tiempos a bordo de un Cayman automático.
Hablar a las manos
Tacto. Con las manos puedes sentir el coche. El motor te habla a través de sus vibraciones. Todos tienen algo que contarte, ya sea el todoterreno, confortable y suave en sus reacciones aunque tremendamente potente, o los tres deportivos, a cual más emocionante de conducir y que te van ofreciendo más y más a medida que devoras carretera. Y da igual viajar por nacionales o por secundarias. El coche lee el asfalto con precisión milimétrica y así lo transmite a tus manos. La sensación de seguridad es absoluta.
Oído. Saber escuchar es especialmente importante. Y no sólo a las personas; cuando hablamos de conducir, también lo es. Escuchas el motor y sabes qué quiere tu coche. Es más, percibes su estado de ánimo y te contagia.
En el primer tramo de nuestra ruta, los 405 CV del Cayenne GTS, el modelo más deportivo de este 4x4, te invitan a gritos: «Ponme a prueba». Por el ruido de su motor sabes que está preparado para adelantar, para tomar la curva con seguridad e incluso para superar los límites legales de velocidad. Comunicación en estado puro. El de los deportivos es otro idioma. Y además hablan casi a voces. ¿O es que rugen? Sus motores, omnipresentes en los pequeños habitáculos, te advierten. Si pisas un poco más...
Esas notas metálicas, música para los enamorados de las cuatro ruedas, se suman a otras melodías cuando retiras la capota. Lo pudimos comprobar en el Boxter y en el mítico 911 —dos pura sangre con carácter ganador—, con los que recorrimos el tercer y cuarto tramos de la ruta; con ellos cruzamos pueblos y pudimos charlar con los paisanos, fuentes fiables para dar respuesta a las preguntas de nuestro particular concurso. ¿Cuántos son los hermanos del bar que hay en la rotonda al pasar por Muñopedro? «Diecinueve, pero siga, siga, que usted misma lo verá».
Del cuero al campo
Pero no todo fueron decibelios de gasolina. El oído tuvo otro regalo al final de la jornada, ya en el castillo, con la actuación de «La negra». Gitana, flamenca y, como nosotras, mujer.
Olfato. El sentido del olfato también disfrutó de su fiesta particular cuando rodamos descapotadas. Una vez en marcha, el olor al cuero de los asientos se disipa y el aire se impregna de campo. Recorrimos las largas rectas de las carreteras castellanas, bordeadas por ejércitos de flores que nos escoltaron casi hasta llegar a nuestra meta. Cuando conduces en estas condiciones piensas: «Con este coche, hasta al fin del mundo».
Gusto. Ya estamos en «El Buen Amor». Todos los Porsche han quedado estacionados al otro lado del foso. No volveremos a cogerlos hasta mañana... pero nos han dejado un sabor de boca muy dulce. Es la hora del quinto sentido (en este caso, el penúltimo).
Aún nos quedan dos actividades sorpresa: primero, una cata de perfumes durante la que, junto a distintas fragancias, nos ofrecen una copa de champán con unas gotas de esencia de rosa (un truco propio de Cupido); y después la cena. El patio de armas servirá de improvisada cocina y allí, ataviadas con un delantal para la ocasión, conoceremos los secretos del chef para preparar su «sopa de oro» o su «carré de costillas de cordero».
Sueño. Es el sexto de los sentidos al final de esta intensa experiencia. Y el sueño se llama Porsche. Ya lo dijo su creador hace sesenta años: «Salí a buscar el vehículo que había soñado conducir. Como no lo encontré, decidí construirlo».