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JORNADA 21
0-1: Le hizo falta muy poco al Barcelona para ganar en Nervión
JOSÉ MARÍA IGEÑO
Sólo
al final, con uno menos y el partido enloquecido, se vio el carácter del Sevilla y
llegaron las ocasiones de gol para los blancos. Faltó frescura física en algunos
jugadores y mental en todo el equipo, que pareció absorbido por su ilusionante marcha en
la Copa del Rey. Mejuto no vio una agresión de Márquez a Daniel en el área
barcelonista.
SEVILLA.
Este Sevilla es un buen equipo de fútbol, capaz de ganarle a cualquiera, cuando juega al
límite de sus posibilidades, cuando pelea al máximo de concentración y no permite un
respiro al rival, cuando van todos a una en la presión y nadie se ausenta del trabajo
colectivo. Pero cuando la tensión flaquea, como flaqueó ayer durante una hora y pico de
partido, este Sevilla es presa al alcance de equipos tan mediocres y despersonalizados
como el actual Barcelona, que tuvo que hacer muy poco para llevarse los tres puntos del
Sánchez-Pizjuán. Al final, lleno de rabia por algunas decisiones arbitrales, el equipo
de Caparrós recuperó su sello y creó, a la desesperada, varias ocasiones claras de gol
que bien pudieron cambiar el resultado. Pero la magnífica impresión final de coraje que
dejó el equipo -volcado ya sin orden, con Martí expulsado, Javi Navarro prácticamente
solo atrás y todos sus delanteros en liza- no debe actuar como espejismo sino quedar
reflejado como una reacción más o menos heroica de quien no tiene ya nada que perder y
saca las fuerzas que durante la mayor parte del encuentro no ha podido o sabido sacar.
Al Sevilla pudo faltarle
ayer frescura física en algunos jugadores - Torrado, Baptista, Darío...-, pero sobre
todo le faltó al equipo en pleno frescura mental. El Sevilla pareció absorbido por su
ilusionante marcha en la Copa y no afrontó el partido frente al Barcelona con la actitud
de quien se está jugando algo importante. La llamada competición del K.O., un camino
ciertamente corto hacia la gloria, bien merece el máximo esfuerzo y así lo han entendido
todos los estamentos del club, pero ante la inminente visita en Liga a Riazor empieza a
resultar un poco inquietante haberse colocado como referencia para los equipos que luchan
por salir de los puestos de abajo. No hay motivo para que salten las alarmas, pero tampoco
para bajar la guardia.
El Barcelona no está para muchas
alegrías pero ayer supo moverle el balón al Sevilla y esperar que fueran cayendo los
errores del equipo blanco. Los locales habían salido con ganas de resolver y dispuestos a
presionar arriba, pero duró muy poco este hostigamiento al rival, que en cuanto pudo
respirar vio que podía plantarse con enorme claridad ante el marco de Esteban. Un fallo
de David, que llegó tarde a cortar un pase adelantado a Luis García, permitió al
extremo azulgrana encarar el marco sevillista con la única oposición del portero;
Esteban salió a tapar como pudo y Luis García cruzó el balón en exceso cuando lo más
fácil parecía que la jugada terminara en gol.
Todo el peligro del Sevilla,
en el mejor de los casos, terminaba en faltas en las inmediaciones del área, pero la
ausencia de especialistas a balón parado jugó en contra de los blancos en estas
oportunidades de gol.
Y al segundo fallo defensivo, cayó
el tanto barcelonista. Kluivert le ganó la espalda a los centrales en un balón colgado
por Luis García y cabeceó a la red con Esteban a medio salir. Con la ventaja, el
Barcelona se agrupó en torno a Xavi cuando tuvo el balón y se confió a Davids para
recuperarlo, mientras el Sevilla perdía cada vez más el sitio.
Caparrós dio un primer paso
adelante al cambiar a Torrado por Antoñito en el descanso, con el consiguiente retraso de
unos metros por parte de Baptista. El Sevilla pasó a mandar en el partido pero lo hizo de
forma atropellada, sin claridad en el último pase y con remates casi siempre forzados.
Encima, tampoco acompañó el arbitraje. Márquez pisó dentro del área barcelonista a
Daniel -debió ser penalti y expulsión- sin que Mejuto pitara nada.
Entraron también Gallardo y
Hornos, éste al final por Pablo Alfaro. Martí fue expulsado al ver de forma rigurosa una
segunda amarilla y fue entonces, con el equipo roto y una desordenada acumulación de
gente de ataque, cuando todo el Sevilla se fue arriba a la desesperada y pudo llegar el
gol. Aparecieron por fin la agresividad y la fe. Antoñito falló al rematar en el área
un buen centro de Gallardo. Darío Silva mandó un obús al palo. Y Xavi le sacó a Daniel
Alves un remate de cabeza en la misma raya de gol. Pero ya no había tiempo para más. El
Sevilla había recobrado su pulso demasiado tarde.
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