| El equipo de Caparrós falla primero
clarísimas ocasiones para golear, producto de un gran fútbol de ataque, y se rompe
después del empate vallisoletano. Una autoexpulsión de Darío Silva terminó de
desquiciar al conjunto sevillista SEVILLA.
Otro empate más al que resulta difícil aplicarle aquello del «mal menor». Como muchos
de los anteriores, pero esta vez con más razones que en todos ellos, el de ayer también
fue de los que restan, de los que quitan dos puntos que se han tenido en la mano y que se
han dejado ir por fallos propios. En este caso por desperdiciar ocasiones de gol de las
que no se puede fallar en Primera división. Después de llegar a puerta con la claridad
que lo hizo ayer el Sevilla frente al Valladolid, no sólo en una primera parte de fútbol
espectacular, sino también en momentos aislados de la segunda, quedarse en el marcador
con un solo gol y a balón parado es toda una demostración de ineficacia. Y si después
de fallar lo infallable va Darío Silva y se autoexpulsa por no saber contenerse justo al
lado de un linier que estaba siendo especialmente quisquilloso con el Sevilla, entonces lo
de ganar se convierte ya en un empeño casi imposible.
Es este Sevilla, no hay duda, un equipo mejor armado ofensivamente que el de temporadas
anteriores. Produce más y mejor fútbol de ataque, aun a costa de asumir mayores riesgos
atrás y perder algo de esa consistencia defensiva que caracterizaba al equipo. Frente al
Valladolid, y después de haber sumado cinco escuálidos empates en los ocho partidos
precedentes, el equipo de Caparrós salió a jugar con el empeño de la victoria entre
ceja y ceja, dispuesto a todo por sumar tres puntos de una sola vez. Y buscó el gol con
un fútbol agresivo, vertical, profundo, con una enorme claridad en el pase y peligro
continuo arriba, donde Antoñito y Darío sacaban continuamente de sitio a la defensa
vallisoletana. Un minuto, sólo un minuto tardó el equipo de Caparrós en perder su
primera gran ocasión de gol. La fabricó Antoñito, el mejor jugador blanco de la noche,
y la falló ante Bizarri Reyes, nublado todo el partido a la hora de rematar a puerta.
El fútbol alegre del Sevilla daba lugar a algunas contras en las que Fernando Sales
avisaba del peligro del Valladolid, pero sobre todo producía continuas llegadas a la
puerta visitante. Y no sólo mediante los balones largos a los que tanto provecho sabe
sacar el equipo blanco, sino también con jugadas combinadas, paredes, apoyos en corto y
pases medidos al hueco. Reyes, Antoñito y Darío daban continuos dolores de cabeza al
rival con este tipo de juego, pero para hacer daño tuvieron que esperar a disponer de una
ocasión a balón parado. Fue una falta al borde del área que se fabricó al cuarto de
hora Antoñito y cuyo saque directo, salvando de rosca la barrera, lo convirtió Darío
Silva en el único gol sevillista de la noche. Abierta la lata, no debía importar
demasiado que antes hubieran fallado Reyes, Antoñito, Casquero, Gallardo..., porque el
Sevilla no bajó un ápice la intensidad de su fútbol de ataque. Antoñito sí acertó
con la red de un cabezazo en el minuto 25, pero su pasador, Darío, estaba por unos
centímetros en fuera de juego cuando le cedió el balón.
También pudo haberse puesto el partido mucho más claro para el Sevilla en una escapada
en solitario de Darío Silva con caída de éste al entrarle por detrás Julio César,
pero Puentes Leira no señaló nada. Mucha menos confusión iba a deparar la siguiente
ocasión sevillista, en la que el árbitro señaló un inexistente fuera de juego del
uruguayo cuando éste encaraba completamente solo el portal de Bizarri.
Con su corta ventaja, el Sevilla cedió algo más de posesión del balón al Valladolid en
la segunda parte, que arrancó con un nuevo fallo de Reyes en la culminación de un
rapidísimo contragolpe. Quiso colocar el balón y se lo regaló a Bizarri. Y justo
después de esa jugada, balón colgado de Torres Gómez al área sevillista y cabezazo del
«gigante» Makukula -le ganó el salto a Javi Navarro- que se le cuela a Notario por la
misma escuadra.
Cuando el Sevilla quiso tomar de nuevo el mando ya no encontró las facilidades ni la
inspiración de la primera parte. Pero todos estaban metidos en el empeño de ganar.
Bueno, hubo uno que lo mostró de una forma bastante extraña. Darío Silva lanzó un
insulto en la banda, el linier llamó a Puentes Leira y el uruguayo se fue a la ducha en
medio de una fuerte bronca.
La expulsión, por mucho que los dos equipos quedaran equilibrados por la posterior roja
al defensa Marcos -hizo falta a Gallardo cuando éste se dirigía solo a portería- ,
desquició al Sevilla. Los pases con sentido escasearon cada vez más, pero aun así se le
iba a presentar a este desordenado equipo una nueva ocasión, quizá la más clara de todo
el partido, y nuevamente a pase de Antoñito. Pero ahí estaba Reyes para no ver más que
portero, estrellar el balón contra Bizarri con toda la portería a su disposición y
dejar en mal lugar a quienes ya lo consideran un crack.
Ficha técnica
Sevilla FC: Notario; Redondo, Javi Navarro, Pablo Alfaro, David; Gallardo (Carlitos,
m.75), Javi Casquero (Marcos Vales, m.72), Martí, Reyes; Antoñito y Darío Silva.
Real Valladolid: Bizarri; Torres Gómez, Caminero, Julio César, Marcos; Fernando Sales,
Jesús, Oscar, Chema (Zapata, m.50); Sousa (Jonathan, m.71) y Makukula (Losada, m.80).
Goles: 1-0, M.16: Darío Silva. 1-1, M.51: Makukula.
Árbitro: Evaristo Puentes Leira (Comité gallego). Expulsó con roja directa a Darío
Silva (m.59) por dirigirse a un juez asistente y al visitante Marcos (m.66) por hacer
falta en jugada manifiesta de gol. Además, amonestó a los locales Redondo (m.27),
Gallardo (m.59) y Luis Gil (m.60, en el banquillo) y a los visitantes Caminero (m.63) y
Fernando Sales (m.75). |
|