
MERCEDES MARTÍN LUENGO
Un año más el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares fue escenario de la entrega del Premio Cervantes, que en su XXXI edición recayó en el poeta Antonio Gamoneda. A la solemne ceremonia presidida por los Reyes de España acudieron, entre otros, el Príncipe de Asturias, la ministra de Cultura Carmen Calvo, el presidente del Gobierno José Luís Rodríguez Zapatero y su esposa Sonsoles Espinosa, la presidenta de la Comunidad de Madrid Esperanza Aguirre, el rector del campus alcalaíno Virgilio Zapatero o el director Instituto Cervantes César Antonio Molina, así como destacadas figuras del mundo de la cultura y las letras, familiares y amigos. Por primera vez este año se ha habilitado el Salón de Actos para acoger a la prensa, que siguió el acto a través de pantallas de televisión.
El Premio Cervantes 2006 se falló el pasado 30 de noviembre en favor del poeta astur-leonés Antonio Gamoneda, reiterado candidato que al recibir la noticia bromeó sobre su condición de “eterno nominado” que por fin quedaba rota cuando ya “creí que me había profesionalizado como finalista”. Su candidatura fue presentada por Clara Janés, Juan Gelman, Juan Mayorga, Olvido García Valdés y Sergio Pitol, ganador de la pasada edición. Todos ellos formaron parte del jurado, así como José Rodríguez, director de la Academia Filipina de la Lengua, José Miguel Ullán, José Antonio Pascual y Josefina Aldecoa. Rogelio Blanco, director general del Libro, actuó como secretario con voz y sin voto, y Mónica Fernández, subdirectora de Promoción del Libro, como secretaria de actas. Entre los favoritos para esta edición también se barajaban los nombres de Juan Marsé, Ana María Matute, Juan Goytisolo, José Manuel Caballero Bonald, Mario Benedetti, Carlos Bousoño, Ángel González o Carmen Iglesias. Pero finalmente, Gamoneda fue elegido por mayoría en la quinta votación.
La cultura de la pobreza
Enfundado en un elegante chaqué, que según confesó más tarde vestía por primera vez, Antonio Gamoneda conmovió el pasado 23 de abril al auditorio con un largo, hondo e intenso discurso de agradecimiento plagado de referencias y nombres de escritores para ilustrar la influencia de la pobreza en la obra de Cervantes y en la creación literaria en general. Inició su disertación afirmando que la falta de recursos había marcado su vida y obra “más que cualquier otra circunstancia o razón” y habló sin tapujos de sus humildes orígenes. “Porque yo vengo de la penuria y el trabajo alienante. Mis fuentes, en lo que concierne al saber, a la vigilia de la sensibilidad y al acendramiento de la conciencia, son, permítaseme decirlo crudamente, de baja extracción”. Para el poeta existe “un estado pasional del pensamiento nacido en la pobreza y servido en el infortunio; un algo que, de aquí en adelante, nombraré diciendo simplemente cultura de la pobreza, y que esta cultura es, de algún modo, diferenciable de la que prospera a partir de una situación privilegiada”. Humildemente, también reconoció “que dentro de esa cultura de la pobreza yo no soy más que un caso mínimo y ocasional. Mínimo, dentro del inmenso dolor planetario; ocasional, porque mi vida se ha hecho, finalmente, llevadera”.
A propósito de Cervantes apuntó que “se ha considerado la presencia de la pobreza en su vida, pero quizá no se ha estimado como causa de peculiaridad en su obra... Sin embargo, fue él quien encendió la poesía- -digo la poesía--en el interior de su discurso narrativo y dio cuerpo a las revelaciones quizá más bellas, más increíbles y ciertas, surgidas de la lengua española”. Destacó que “Cervantes es el origen de la novela moderna, y lo es porque instaló bien instalada la poesía moderna en el seno de la narratividad”. El objetivo de su discurso era intentar “demostrar que, desde la pobreza y a través de la prosa, Cervantes es uno de los creadores, el más importante en la lengua española, del pensamiento poético moderno y de su realización en el lenguaje”. El poeta abundó en que “hablar desde el interior de la pobreza no es lo mismo que solidarizarse con la pobreza” y finalizó su exposición diciendo que “el sufrimiento de causa social es nuestro sufrimiento, y penetra, en modo imprevisible, nuestra conciencia lingüística”. A continuación le tocó el turno a la ministra de Cultura, en cuyo discurso situó a Gamoneda dentro de “esa estirpe de grandes escritores cuya palabra nos convoca y nos conmueve”, porque “sus versos están atravesados por una vibración que nos concierne a todos”. Señaló que “sus libros son un sólo libro, de una coherencia argumental y moral que convierte su discurso poético en uno de los más unitarios y personales que se hayan escrito en nuestro idioma”. Como rasgo esencial apuntó su percepción de “la poesía como consolación y antídoto, la palabra poética como curación para las enfermedades del alma”. Así mismo insistió en que “comparte con Cervantes una biografía llena de dificultades, marcada por el sufrimiento, pero señalada también por esa esperanza y esa capacidad de sobreponerse a las circunstancias adversas y de sublimarlas por medio de la escritura”. Carmen Calvo afirmó que “frente a la banalización, Gamoneda impone la palabra exigente, la belleza que en su máxima expresión del sufrimiento humano nos ofrece también el mayor consuelo”.
A continuación el Rey cerró la ceremonia con un emotivo discurso en el que no escatimó palabras de reconocimiento. “Su poesía, en el sentido más elevado y riguroso del término, destaca por una sobresaliente exigencia estética y una capacidad ilimitada para recrear realidades y transmitir emociones. Se nutre de recuerdo, de memoria, de dolor, pero también de vida, de consuelo. Sobresale por su profundidad y por su arraigado sentimiento ético”. Al comentar que “resuena, así, la voz del poeta en los límites, en los filos de la existencia, donde la vida late con mayor nitidez” arrancó un cerrado aplauso en honor de quien el monarca definió como autor de “una gran obra, honda, simbólica y conmovedora”. Terminado el acto, Rodríguez Zapatero abrazó al galardonado y le comentó: “El día de hoy es un día justo”.
Como manda la tradición, por la tarde Gamoneda inició la Lectura Continuada del Quijote en el madrileño Círculo de Bellas Artes.
Vida y obra de un poeta
A punto de cumplir 76 años Antonio Gamoneda obtiene el Premio Cervantes, el más importante y prestigioso de nuestras letras. Aunque por biografía se le incluye en la Generación de los años 50, siempre ha permanecido al margen de cualquier tendencia poética, por lo que se le ha definido como “poeta-isla”. Nació en Oviedo en 1931 y antes de cumplir un año quedó huérfano de padre. A los tres años se traslada con su madre a León, ciudad en la que ha transcurrido toda su vida. Aprendió a leer en 1936 con el único libro que había en su casa, un poemario escrito por su padre (Otra más alta vida ) bajo cánones modernistas, y al día siguiente de cumplir 14 años empezó a trabajar de meritorio en el entonces Banco Mercantil, donde permaneció hasta 1969.
Se inicia en la escritura en la década de los 50 y en 1960 publica Sublevación inmóvil, su primer libro de poemas. Entre 1961 y 1966 escribe Blues castellano, aunque la censura impedirá su publicación y no saldrá a la luz hasta 1982. Tras un silencio de una década recupera su pluma con Descripción de la mentira (1977), que le consagra entre una amplia minoría. Luego escribe Lápidas (1986) y su consagración definitiva llega con Edad (1987), que le valdrá el Premio Nacional de Literatura en 1988, y Libro del frío (1992), por el que será nominado al Premio Europa 1993. Su producción suma y sigue con Libro de los venenos (1995), donde cultiva con esmero la prosa, ¿Tú? (1999), elaborado en colaboración con Antoni Tapies, Solo luz (2000), que incluye su antología entre 1947 y 1998, o Arden las pérdidas (2003). Toda su obra poética aparece recogida en Esta luz (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, 2005). Sobreviviente de la guerra y la posguerra, la creación de este autodidacta está marcada por la conciencia de la muerte y es de un pesimismo radical. Cecilia (2004), nombre de su último volumen publicado, está dedicado a su nieta y es quizá su obra más optimista. Actualmente prepara un libro de sus memorias de infancia que se titulará Un armario lleno de sombra.
Un reconocimiento tardío
Junto a su labor poética, Antonio Gamoneda ha ejercido durante mucho tiempo como excelente crítico de arte y en los últimos años ha cultivado el ensayo con lúcidas reflexiones en torno a la propia literatura.
Además, trabajó en los servicios culturales de la Diputación Provincial de León, donde creó una colección de poesía e impulsó la puesta en marcha de una sala de exposiciones.
Por otro lado, dirige desde hace más de dos décadas la Fundación Sierra-Plambey, creada en 1887 por Francisco Giner de los Ríos como proyección de la Institución Libre de Enseñanza y orientada en su origen a la educación de campesinos y obreros.
A mediados de los 80 empiezan a llegarle los reconocimientos con el Premio Castilla y León de las Letras (1985). Doctor Honoris Causa por la Universidad de León, también tiene en su haber la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes o el Premio de Cultura de la Comunidad de Madrid. El pasado mes de diciembre recibió el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2006, motivo por el cual la Universidad de Salamanca ha publicado una antología de sus poemas bajo el título Sílabas negras. Tras la concesión del Premio Cervantes, Antonio Gamoneda entra por derecho propio en el Olimpo literario. Aunque reconocida tardíamente, la fuerza de su obra le convierte en una de las voces más destacadas de la poesía española actual. Traducido al alemán, francés, portugués e italiano, el poeta goza hoy de amplio y merecido reconocimiento internacional.