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Jesus de las Heras, director de la revista «Ecclesia»

Primeras horas y primeros días

Las precisas y bien detalladas normas y rúbricas vaticanas para los ritos y celebraciones tras la muerte del Papa, los días de Sede Vacante y las jornadas electorales del Cónclave, apenas dicen o prescriben nada sobre las primeras horas y los primeros días del nuevo Papa. Ni tan siquiera queda fijado el calendario para su solemne toma de posesión, la llamada Eucaristía de comienzo o inauguración del ministerio apostólico, que ha de tener lugar "en tiempo oportuno, según lo que decida el Sumo Pontífice". ¿Cuándo, pues? Todo depende del deseo del nuevo pontífice. Benedicto XVI, por ejemplo, ha elegido el próximo domingo, 24 de abril.

Tras esta celebración de inauguración del Pontificado, el nuevo Vicario de Cristo, el nuevo Obispo de Roma, dentro de un tiempo conveniente, tomará posesión después de la Patriarcal Archibasílica Lateranense, según el rito prescrito. Es la Basílica de San Juan de Letrán, la Iglesia cabeza y madre de todas las Iglesias, la Catedral de Roma.

El Papa Juan Pablo II fue elegido Papa en la tarde del 16 de octubre de 1978. Era lunes. Al domingo siguiente, día 22, celebraró la Eucaristía solemne de comienzo de pontificado, en la Plaza de San Pedro. Este mismo escenario acogía en la mañana del domingo 3 de septiembre de 1978 la celebración idéntica del comienzo del pontificado de Juan Pablo I, elegido en la tarde del sábado 26 de agosto.

Pablo VI calzó las sandalias del pescador el 21 de junio de 1963 y ocho días después, el 29 de junio, solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo, tomaba posesión solemne del servicio petrino al que había sido llamado. Fue en el interior de la Basílica Vaticana. Después, en el balcón o logia central de este mismo templo, recibía la tiara, la corona del Sumo Pontífice, donada por los fieles de su archidiócesis de Milán, que después sería fundida con destino a los pobres. Fue la última coronación pontificia.

Juan XXIII fue elegido Sucesor de San Pedro el 28 de octubre de 1958, festividad de los apóstoles San Simón y San Judas, y la coronación y comienzo de pontificado tuvo lugar el 4 de noviembre, festividad de aquel gran italiano del siglo XVI, San Carlos Borromeo, uno de los santos protectores del "Papa Bueno", como él mismo escribió en su "Diario del alma".

¿Cómo transcurrieron los días que fueron desde la elección pontificia de los citados Papas hasta su toma de posesión o celebración de comienzo solemne de pontificado? Nada hay prescrito. Se trata de un silencio respetuoso, de una ausencia de normas y rúbricas para no condicionar las eventuales decisiones de quien, al ser elegido Papa, se convierte en el legislador supremo de la Iglesia.

Juan XXIII, en el ya citado "Diario de un alma", relata sus primeras conversaciones con su emocionado, apabullado y tan nervioso en aquellas horas vespertinas secretario personal, monseñor Loris Capovilla, a quien, cuando le preguntó "¿y ahora qué hacemos?", le respondió, con aquella inefable sabiduría del corazón y hasta socarronería: "Ahora vamos a rezar vísperas y completas en paz". Juan XIII evocaría su primera cena en soledad en los apartamentos pontificios, praxis que él mismo se encargó de modificar. La leyenda -con alas cinematográficas de "Las sandalias del pescador"- cuenta que el Papa Roncalli se fugó una de aquellas noches primeras para recorrer el Trastevere romano, historia que si "non é vera, é bene trovatta" ("si no es verdadera, está bien traída"), a tenor de la personalidad de Juan XXIII.

Consta documentalmente que en aquellos días de transición el Papa Wojtyla sí salió del Vaticano con destino a un Hospital romano, donde se hallaba ingresado el prelado polaco, que servía en la Curia, monseñor Andrej María Deskur, a quien después haría cardenal y quien todavía vive, impedido, con 81 años. Por lo demás, estas primeras horas y días suelen ser tiempo para la oración incesante, para recibir las felicitaciones y saludos del mundo entero, para ocupar los apartamentos pontificios, para acoger las primeras informaciones y documentaciones, para tomar conciencia de la misión recibida.

Lo que sí está tasado son los momentos previos a la elección. Ayer se volvió a repetir el ritual. Tras obtener lo votos necesarios, el último de los cardenales diáconos electores (ahora el italiano Attilio Nicora) abrió las puertas cerradas y selladas de la Capilla Sixtina, que sólo ocupaban los 115 cardenales electores y los escrutadores y asistentes, y llamó al secretario del Colegio de los Cardenales, arzobispo Francesco Monterisi, y al maestro de las Ceremonias Pontificias, arzobispo Piero Marini, más dos ayudantes suyos.

Una vez llegados al aula y en su presencia testifical, el cardenal vicedecano (el decado, encargado de tal menester, fue ayer el elegido), el italiano Angelo Sodano, preguntó a Ratzinger: "Acceptásne electiónem de te canónice factam de Summum Pontificem?". Apenas recibida la aceptación, de nuevo el vicedecano de los cardenales le preguntará: "Quo nómine vis vocári?" y éste respondió "Vocábor... Benedictus XVI". En ese momento, el Maestro de las Ceremonias Pontificias tomó acta notarial de la aceptación y Ratzinger fue ya, a todos los efectos, el nuevo Obispo de Roma, el nuevo Pastor de la Iglesia Universal.

Tras la aceptación y la inmediata y automática -siempre que el elegido sea ya Obispo- plena posesión canónica del ministerio petrino, se quemaron las papeletas del escrutinio y demás apuntes y se preparó la "fumata" blanca. El nuevo Papa, acompañado del Maestro de Ceremonias Pontificias, se dirigirió a la sacristía de la Capilla Sixtina, donde le esperaban tres sotanas blancas para vestirse de la que le sea propia de su talla. Vestido también de la estola papal, el sucesor de Juan Pablo II regresó a la Capilla Sixtina y ocupó la Cátedra, hasta entonces vacante. El Cardenal Decano le invitó, mediante una monición, a la escucha de la palabra de Dios y a la plegaria, que se proclamó ante los cardenales, quienes, seguidamente, por orden de precedencia caminaron hasta la Cátedra papal, ya cubierta, y prestaron al nuevo Pontífice la muestra de su obediencia y comunión mediante el abrazo de la paz, para concluir estos primeros minutos de la vida y ministerio del nuevo Papa con el canto del "Te Deum".

A continuación y mientras el cardenal protodiácono, el chileno Jorge Arturo Medina Estévez, acompañado de los ceremonieros, se dirigía hacia el balcón central de la Basílica de San Pedro para anunciar a Roma, a la cristiandad y al mundo entero, el nombre del nuevo Papa, éste fue recibiendo la felicitación del Sustituto de la Secretaría de Estado, del Secretario para las Relaciones con los Estados y de otros altos cargos de la Curia.

Por fin, y después del anuncio del nombre del nuevo Papa, éste, precedido de la cruz, los cirios y de los ayuntas de las ceremonias pontificias, y acompañado de tres cardenales -el primero del orden de los obispos; el primero del orden de los presbíteros, Kim o Baum; y el primer del orden de los diáconos, el ya citado Medina-, desde la Logia externa de la Basílica de San Pedro, el nuevo Pontífice saludó al pueblo, impartiéndole su primera bendición apostólica "Urbi et Orbi". Y mientras las campanas repicaban a gloria y la noticia daba la vuelta al mundo, el orbe y la urbe sintieron el emocionado gozo inenarrable del "Habemus Papam!".

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