Un siglo contado por ABC
Cuando los sueños venían de París
Entre el 2 de mayo y el 30 de junio
de 1968, miles de estudiantes, a los que se unieron otros sectores de
la población francesa, protagonizaron una revuelta contra los pilares
de la sociedad industrial que conmocionó al mundo.
Del vasto material periodístico
de esos días hemos seleccionado varios documentos gráficos
y una de las crónicas que, desde París, envió el
corresponsal de ABC, José Julio Perlado.
(Publicado en ABC el 12-5-1968)
París 11. (Crónica de nuestro corresponsal, por teléfono).
La Sorbona quedará libremente abierta a partir del lunes. El Tribunal
Supremo, también a partir del lunes próximo, podrá
decidir sobre la suerte de los estudiantes detenidos, según la
Ley. Se tomarán medidas para que los exámenes se lleven
a cabo con toda normalidad. Estos han sido los tres puntos del mensaje
especial que el primer ministro, Pompidou, ha pronunciado, a las once
y cuarto de la noche unas horas después de su llegada a París
de vuelta de su viaje a Irán, ante las cámaras de
la televisión francesa.
>En los últimos momentos de un día que ha mantenido al
Gobierno y a los estudiantes en una creciente tensión, Pompidou,
que ha estado informado constantemente de la grave situación creada
en Francia en los últimos días, ha querido responder urgente
y personalmente a los tres puntos que los manifestantes han señalado
una y otra vez desde hace una semana.
Noche dramática
La pregunta que surge, tras haber escuchado a Pompidou, es si su declaración
realmente responde (...) a las peticiones de los estudiantes. El primer
ministro francés ha sido breve y extremadamente inteligente y político
en sus matizaciones. ¿La Sorbona quedará libremente abierta
quiere indicar, con claridad, que la Policía abandonará
el recinto universitario que a estas horas aún sigue ocupado? Segundo
punto: ¿Que el Tribunal Supremo podrá decidir sobre los
detenidos indica de algún modo, positivo o negativo, el carácter
de esa decisión del Tribunal? Estos dos puntos son los esenciales,
pero hasta este momento las primeras reacciones de los dirigentes de la
Unión Nacional de Estudiantes de Francia y del Sindicato de Enseñanza
Superior que son los que han estado en el centro de todos estos
conflictos califican el mensaje de Pompidou como de interesante
y al propio tiempo ambiguo. (...) Habrá que esperar a conocer las
reacciones definitivas y los últimos desenlaces. (...)
Tras esto, y contemplando cuanto ha ocurrido aquí en las últimas
horas, no cabe sino la reflexión, influida aún, sin duda,
por cuanto se ha podido ver y por la gravedad de las recientes imágenes.
La noche del 10 de mayo quedará en la historia del París
de la V República como la más dramática y escalofriante,
la más inesperada y más lamentable, la que de manera más
enérgica ha sacudido Francia entera, desde su jefe de Estado hasta
el más sencillo individuo de esta nación. (...)
Asombro y miedo
He pasado toda la noche sobre este París increíble. Jamás,
desde la guerra de Argelia, tres ministros habían conferenciado,
una y otra vez, en torno a un problema que les envolvía y amenazaba
con dominarles. Jamás, desde la guerra de Argelia, el presidente
de la República había celebrado a las seis de la mañana
un Consejo extraordinario en el Elíseo, una reunión de urgencia,
mientras un barrio entero presentaba al amanecer una faz lívida,
después de cuatro horas sangrientas.
Hoy París no sale de su asombro. Añadiría que es
un asombro mezclado con un miedo del que nadie dice una palabra, pero
sobre el que todo el mundo piensa. Algo que está crujiendo profundamente
en el armazón de París, quizá en el entero cuerpo
político de Francia. Ya no es una «anécdota»
de estudiantes. Es exactamente la explosión de un problema. Sólo
así puede concebirse la huelga general en todo el país decretada
para el lunes por los Sindicatos y por la Federación de Educación
Nacional. Sólo así puede concebirse que anoche parte del
pueblo de París, asomado a las ventanas del Barrio Latino y contemplando
cómo ardían los automóviles entre las barricadas,
haya querido ayudar a los manifestantes llevándoles agua para aliviarles
de los efectos de las bombas lacrimógenas. En diez días,
un pequeño foco en la Facultad de Nanterre se ha expandido vertiginosamente
hasta alcanzar a universitarios que hoy actúan ya únicamente
en razón de una solidaridad; en diez días la mecha del conflicto
ha llegado a prender en parte de los obreros, en profesionales, en catedráticos,
incluso en profesores galardonados con el premio Nobel.
He vuelto este mediodía al Barrio Latino. Anoche
era un escenario que provocaba pasmo, una verdadera batalla sin tregua
ninguna, un trozo de guerra civil envuelto en una atmósfera asfixiante.
Al amanecer, cuando he recorrido esos despojos de París que eran
la calle Gay-Lusac o el boulevard Saint Michel y todo el sector que rodea
a La Sorbona, la capital de Francia presentaba un aspecto desolador: sesenta
automóviles carbonizados, aún humeando; ciento ochenta vehículos
más, atravesados o amontonados, medio deshechos, entre las barricadas
de piedra; semáforos arrancados, árboles caídos,
los restos de las bombas lanzadas sembrando el suelo y un olor ácido
y fuerte en aquel aire envenenado poco a poco en cuatro horas nocturnas
casi irrespirables.
Detenciones
Antes de las seis de la mañana habían comenzado las detenciones
cuatrocientas sesenta es la cifra que se ha dado hasta ahora,
mientras las ambulancias de la Cruz Roja se cruzaban en el Barrio Latino
con los camiones de la Policía. He visto pasar junto a mí
al profesor Monod, premio Nobel de Física, ayudando a transportar
un herido. Otros estudiantes, alcanzados por los proyectiles, estaban
refugiados, en casas particulares o en centros diversos, no permitiéndose
su evacuación, y siendo denunciada esta actitud de la Policía
por una serie de profesores de La Sorbona, denuncia que hoy recoge la
Prensa de París.
Todo esto era, en las primeras horas del amanecer, un panorama de dolor
y de ruinas, que, sin duda, esta capital tardará en olvidar. Imprevistamente,
la noche de este 10 de mayo se desencadenó en violencias a las
dos de la madrugada, tras un progresivo crecimiento de la tensión
entre manifestantes y policías. Poco después de las doce,
uno de los líderes de la extrema izquierda, Daniel Cohn-Bendit,
al que los acontecimientos de los últimos días han proyectado
desmesuradamente sobre la actualidad, mantenía, acompañado
de otros estudiantes y profesores, un coloquio con el rector de la Universidad
de París. En las calles, el clima iba adquiriendo poco a poco un
tono agresivo, aun cuando la manifestación en la jornada de ayer
estuviera anunciada como pacífica. Todo estalló cuando Cohn-Bendit,
a las dos menos cuarto de la madrugada, anunció que su entrevista
en el Rectorado no aportaba la menor solución. Estaban ya levantadas
sesenta barricadas cuando se supo esa noticia. Mientras tanto, en otros
puntos de París, comprendiendo que la situación se agravaba,
se estaba celebrando una reunión interministerial, en la que participaban
los titulares de las carteras de Educación Nacional, Interior,
Finanzas y quien sustituía al primer ministro, Pompidou. A las
dos y cuarto de la madrugada, el ministro del Interior daba órdenes
al prefecto de Policía para que la fuerza pública destruyera
las barricadas.
Puestos de socorro
Fue en ese instante el comienzo de una batalla, cuyo balance, a las siete
de esta mañana, iba a ser de 367 heridos. Todas las radios de la
capital han transmitido, cada cuarto de hora, noticias, declaraciones
y mensajes, algunos tan dramáticos como el del vicerrector de La
Sorbona, o el del nuevo arzobispo de París, monseñor Marty.
En torno a las seis, y también a través de la radio, se
pedía sangre para las más urgentes transfusiones, y se comunicaba,
una y otra vez, la lista de puestos de socorro.
Ésta ha sido la noche impresionante del 10 de mayo,
primera noche que tenía que figurar en el calendario de un diálogo
de paz que aquí va a entablarse entre Hanoi y Washington, (...)
esta noche París no es el espejo de la grandeza. (...)
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