II GUERRA MUNDIAL, Horror y esperanza entre las ruinas


El día "D" y la hora "H"

JULIO CAMBA
Cuentan los radioescuchas que Bob Hope estaba en su emisora haciendo un chiste de mil dólares y que Frank Sinatra se encontraba en la suya cantando una romanza de tres mil —el uno por cuenta de una célebre pasta dentífrica, y el otro para anunciar un famoso jabón— cuando se hizo un gran silencio, seguido de una voz que decía:
—¡Atención! Numerosas fuerzas angloamericanas, provistas del material más moderno, han desembarcado esta madrugada en la costa francesa. La invasión ha comenzado y el segundo frente es ya un hecho real. Dentro de breves instantes daremos lectura a un comunicado del general Eisenhower sobre la marcha de las nuevas operaciones.
Y así fue cómo llegaron a América las primeras noticias del desembarco aliado en las playas normandas.
Evidentemente la radio es una gran cosa, pero si una paloma de la Agencia Reuter no hubiera atravesado el Canal de la Mancha en la madrugada del 6 de junio, llevando debajo de un ala un mensaje cifrado, el mundo no se hubiera enterado de la invasión hasta dos o tres horas más tarde. Fue una paloma mensajera, en efecto, la primera portadora de la sensacional noticia y, yo no sé con qué se suele alimentar a las palomas mensajeras, pero, sea con lo que sea y aunque se trate de una sustancia sobre la que se hayan impuesto las mayores restricciones, opino que aquella valiente paloma se ha ganado sobradamente una ración extraordinaria.

 

En la antigüedad, parece que los griegos ya se servían de palomas para transmitir a las ciudades del interior los nombres de aquellos atletas que eran proclamados vencedores en los campeonatos olímpicos, pero, entonces, bajo el cielo de Grecia, no había aeroplanos, proyectiles de doble propulsión ni ondas dirigidas o condicionadas, y las intrépidas aves estaban allí completamente libres de toda rivalidad y de toda competencia.

Todavía en la guerra franco-prusiana del 70, los únicos enemigos de las palomas mensajeras eran los halcones que el Ejército alemán adiestraba para perseguirlas, pero, sobre el Canal de la Mancha y en la madrugada del 6 de junio, las cosas debían de ofrecer un aspecto muy diferente, y miembro que soy de la clase periodística, yo no me explico aún cómo una simple paloma ha podido «pisarle» a la radio la noticia de la invasión. Es cierto que todas las radios estaban controladas por las autoridades militares, pero también es de suponer que las palomas mensajeras fuesen objeto, en aquel día, de una vigilancia especial y, sin embargo, nuestra heroína logró llegar oportunamente con su despacho al puerto de destino.

Esperemos que, a más de darla como homenaje una ración extraordinaria de grano o de miga de pan, la Agencia Reuter se apresure a subirle el sueldo...
(Publicado en ABC el 1-7-1944)

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