II GUERRA MUNDIAL, LOS DÍAS DE LA BESTIA
La caída de París

 

(Extracto de la crónica publicada en ABC el 15-6-1940)
CÉSAR GONZÁLEZ-RUANO

Berlín 14, 10 noche. No como un regalo ni como una negociación de los Estados Unidos, sino como el fruto de los grandes combates de toda una campaña, cuya segunda fase después de Flandes se inició el 5 de junio y ha durado diez días, ha caído París. La tercera fase, que será más rápida de lo que la extensión territorial hace suponer a los teóricos del mapa, será (...) la total ocupación de Francia. La significación de la caída de París no es sólo sentimental o política. Si París es el corazón de Francia y también el cerebro de la nación francesa, París es centro de la enseñanaza y de la industria militar. París son los brazos y las piernas de Francia. París lo es todo (...). Francia se desmorona con París porque los centros de resistencia fuera de la capital se desmoronaban ya y se desmoronarán más en lo sucesivo. (...)
A todo esto será difícil de olvidar, por mucho que uno viva, el espectáculo de Berlín, o mejor, su ningún espectáculo. Alguien que ignorase lo que había ocurrido estaría imposibilitado de suponerlo por la absoluta normalidad de esta gente que apenas si compra más periódicos que otros días. Sólo esta tarde, por orden de Hitler, sonaron todas las campanas de las iglesias del Reich.(...)
Sobre París, ocupada, debe caer hoy una tristeza mucho más profunda que la de ver por cuarta vez en ciento treinta años a los alemanes en sus calles. (...)

(Crónica publicada en ABC el 15-6-1940)

LUIS CALVO

Londres, 14, 12 noche. Al caer París sin undisparo, ciudad desolada y marchita, con los cafés y las tiendas abiertos, ¡qué laureles y cantos plañideros se derraman desde Londres sobre su grandeza pasada y su perenne esplendor artístico!
Francia, como la Gran Bretaña, claudicando a los halagos y comodidades que dan la riqueza y a la acción corrosiva del socialismo internacional y de las izquierdas antinacionales, no ha sabido ni querido ni podido, por anemia, prepararse para la lucha. Catorce millones de votos logró en la Gran Bretaña la Unión de la Paz, una asociación promovida por el Laborismo, que se comprometía a mantener la Paz a todo trance y rechazaba toda clase de armamentos. Sólo así se explica también que el país más rico del mundo, centro financiero y bancario de toda la red económica de los hemisferios Norte y Sur, no haya tenido recursos bélicos suficientes para «defender a su capital», pues los periódicos nos decían ayer que París era la capital del mundo civilizado.
Todavía, los periódicos de esta mañana aseguraban a sus lectores que los ejércitos franceses habían rechazado a los alemanes a las puertas de París y daban a entender que el riesgo había pasado y que todo iba como siempre, a pedir de boca; a pedir de boca de los jovenzuelos que, por falta de impedimenta, no pueden luchar para defender «la capital del mundo civilizado».

(Publicado en ABC el 15-6-1940. Agencia Reuter-EFE)
Como una tumba
París 14. 6 tarde. En el momento de la entrada de los alemanes, que lo tenían virtualmente cercado, París era esta mañana una ciudad cuyas calles estaban casi desiertas. La mayor parte de los franceses que no han evacuado permanecían en sus casas o tiendas con las persianas cerradas. La capital estaba silenciosa como una tumba. Los edificios y puentes están absolutamente intactos, pero se han hecho volar grandes fábricas de armamento de las afueras de la capital. Todavía quedan en París algunos ingleses. Entre las personas que quedan en París se encuentran el cardenal Suhard, arzobispo de París, el embajador de los Estados Unidos, William Bullit, y algunos periodistas norteamericanos.

(Publicado en ABC el 18-6-1940)

Claudicación de Pétain
Londres 17, 12 mañana. El mariscal Pétain ha hecho esta mañana una declaración por radio en la que, después de dedicar palabras de elogio al ejército francés «que combate con un heroísmo digno de sus tradiciones contra un enemigo superior en número y material», dijo: «(...) Con el corazón partido, tengo que confesar a todos que hay que abandonar la lucha. Anoche me dirigí al enemigo para preguntarle si estaba dispuesto a buscar conmigo, como hacen los soldados tras una batalla honrosa, los medios de poner fin a las hostilidades».

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