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Un siglo contado por ABC
Al fin y al cabo, la China comunista bajo Deng Xiaoping había dado comienzo ya a finales de los años setenta a un proceso de reformas económicas mucho más ambicioso. Esto no impidió que Pekín suprimiera de raíz el movimiento a favor de un cambio político y conservara el sistema de partido-Estado, combinado con una creciente libertad económica. La diferencia clave entre los dos procesos no estuvo por tanto en la reforma económica, sino en que la dirección soviética decidió devolver al país la libertad de palabra, a través de la política de «glasnost» (transparencia). Como consecuencia, el proceso cobró una dinámica propia que escapó pronto al control de las autoridades, con el resurgimiento de conciencias nacionalistas, religiosas y políticas. Y es que la «glasnost» atacaba directamente la base del sistema que Lenin y sus correligionarios pusieron en pie a partir de octubre de 1917. Basta leer los escritos del padre de la revolución soviética para comprobar su obsesión con la necesidad de suprimir la libertad de opinión y controlar el pensamiento. Él, que usaba magistralmente
la palabra como arma política, era muy consciente de su poder.
Por eso, si hubiera vivido en nuestra era, nunca habría aconsejado
a Gorbachov lanzar un proceso de cambios con la «glasnost»
por delante.
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