Un
baño de colorido para una mañana gris y plomiza
Las Infantas Doña Elena y Doña Cristina destacaron por
la elegancia de sus vestidos. La familia de la novia confió su
imagen al diseñador Felipe Varela. La nota curiosa la dio la
Reina Rania, de largo y sin adornos en la cabeza
BEATRIZ CORTÁZAR/
Fue
sin duda una boda pasada por agua. Y eso se notó sobremanera
en el desfile de invitados que llegaron a la catedral minutos antes
de que la tormenta se ensañara sobre la catedral de la Almudena.
Sobre la alfombra roja y con una puntualidad que los 1.600 asistentes
cumplieron debidamente, el desfile de modelos, pamelas y tocados que
ayer se vio en Madrid fue de los que ponen de manifiesto cómo
cambian los tiempos y cómo mejora el gusto. Dicen las reglas
de las buenas maneras que en una boda lo único que una invitada
no debe hacer es eclipsar a la novia. Ayer desde luego nadie robó
un plano a la Princesa de Asturias que lució regia en su vestido
de Pertegaz.
Otro
de los vestidos más importantes de la boda fue el que llevó
la Reina Doña Sofía, madrina en la ceremonia y de ahí
que luciera la clásica mantilla española, algo que también
eligieron la Infanta Doña Elena y la condesa viuda de Ripalda,
consuegra de Doña Sofía. El vestido de la Reina era un
diseño un tanto amplio de Margarita Nuez, en seda natural de
color champán y con bordados de encajes en la cintura. Con un
aderezo de brillantes y zafiros en collar, pendientes y pulsera, Doña
Sofía, como madrina, era la única que podía lucir
el largo en una ceremonia de mañana, algo que no debía
saber la Reina Rania de Jordania, guapísima como siempre, pero
totalmente fuera de lugar al llevar una falda salmón con encajes
en beige larga y una camisa de satén. Rania tampoco cubrió
su cabeza con tocado o pamela ni con el chador que sí llevó
la Reina Noor, bellísima con un abrigo de brocado en gris y bordados
de flores sobre vestido.
Desde
luego tanto la Infanta Doña Elena, con mantilla y traje rosa
con bordados en beige como su hermana, la Infanta Doña Cristina,
con un abrigo de guipur gris sobre vestido de seda en tono mostaza con
pamela a juego, iban acertadísimas. Dos estilos de mujer pero
dos aciertos para una ceremonia de esa categoría.
En
el modista Felipe Varela recayó el encargo que la hoy Princesa
de Asturias le pidió tras su pedida de mano: que se encargara
de la imagen de toda su familia, madre, hermanas y abuelas. Doña
Letizia conoció a Varela a través de la Infanta Doña
Elena y hoy es quien mejor la entiende para los trajes de día.
Varela, quien dejó la Pasarela Cibeles ante la negativa de dejarle
desfilar en solitario y a quien no han dejado entrar en la Asociación
de Creadores, se ha ganado la confianza de la familia Ortiz-Rocasolano.
Las vistió para la cena de El Pardo y para la boda. Ni una pega
a sus modelos. Ni al traje rojo con pamelón de Paloma Rocasolano,
ni a los conjuntos con chaqueta y pamelas de las dos abuelas, ni a los
diseños en salmón y coral de las hermanas. Todas con guantes,
bolsos y zapatos a juego. La abuela materna, Enriqueta Rodríguez,
llevó sus gafas oscuras, mientras la paterna, Menchu Álvarez
del Valle, fue en tonos beige y marrones.
Una
vez más las representantes de las Casas Reales dieron muestra
de su personalidad y estilo. Las princesas Marie Chantal de Grecia y
Máxima de Holanda fueron con diseños de Valentino, mientras
la princesa Carolina de Mónaco lució un traje de alta
costura azul de Chanel con una pamela que apenas cubría lo mal
peinada que estaba (llegó sola a la catedral y bastante seria).
También sin pareja acudieron el príncipe Naruhito de Japón
(su esposa está con depresión), y el Príncipe de
Gales, que recurrió al chaqué gris perla combinado con
camisa azul cielo y cuello blanco. Pero si acertadas fueron la Reina
Paola de Bélgica y Ana María de Grecia en estampados de
flores, muy en su estilo Margarita de Dinamarca y guapísima Magdalena
de Suecia, el título a los peores diseños del día
fueron para la princesa Mette-Marit, que últimamente gasta dos
tallas más, y su cuñada la princesa Marta Luisa de Noruega,
realmente pánica con un ridículo vestido mini amarillo
canario con tulipanes rojos y tocado rocambolesco. Aunque para originalidades
el diseño de Ágatha Ruiz de la Prada, también en
amarillos y rojos con una pierna de cada color.
Lección
de buen gusto dieron ayer las mujeres del ex presidente de Gobierno.
Ana Botella de Aznar llevó un diseño en turquesa y beige
de Roberto Torreta, mientras que la actual inquilina del Palacio de
la Moncloa, Sonsoles Espinosa de Rodríguez Zapatero fue con un
vestido marrón de Elena Benarroch, cuya originalidad estaba en
la manga-chal que cubría su escote durante la ceremonia y que
combinó con unos pendientes de coral negro que ha hecho el ex
presidente Felipe González y pamela de Philip Treacy, el mismo
sombrerero al que recurrieron Simoneta Gómez Acebo (llamó
la atención que fuera con una casaca y pantalón de Miguel
Palacio), Laura Ponte (con tocadillo de redecilla y también de
Palacio), Paloma Cuevas (con un vestido en beige de Belén Molinero)
o Marta Álvarez de Abelló. También los tocados
y sombreros de Candela Cort hicieron furor en esta boda. Desde Carla
Royo-Villanova (muy guapa con un diseño de Pedro del Hierro)
a la esposa de Mariano Rajoy, con un dos piezas de Tony Benítez
quien también firmó el modelo de la duquesa de Alba que
acudió con su hijo el duque de Aliaga. En arriesgados rojos y
naranjas fue la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre,
con conjunto de las hermanas Guiomar. Y en un suave rosa asalmonado
la vicepresidenta de Gobierno, María Teresa Fernández
de Vega, con un conjunto de Marta Rota con pamela a juego y gargantilla
de cristales.
La
explosión del colorido de los vestidos de las señoras
fue la mejor barrera contra un cielo plomizo que amaneció lluvioso
y fue despejándose a medida que los novios iban relajándose.
Elegante como pocas en azul marino acudió Carmen Romero vestida
por Elena Benarroch y también con sombrero de Treacy adornado
con dos enormes flores blancas. Como contrapunto, la esposa del presidente
de la Junta de Extremadura, señora de Rodríguez Ibarra,
apostó por un fucsia radiante y gran pamela.
Tal
y como anunciaron, los líderes sindicalistas Cándido Méndez
y José María Fidalgo cumplieron su «amenaza»
de ir con traje de chaqueta en lugar del protocolario chaqué
que sí llevó con arte y brío el cantante Miguel
Bosé con chaleco granate.
El
desfile de modas que ayer se vio fue uno de los mejores de los últimos
grandes acontecimientos sociales, salvo contadas excepciones el resultado
fue brillante. Los talleres y los salones de belleza habían funcionado
desde días antes y a la vista está que el esfuerzo valió
la pena. Mujeres guapísimas como Miriam Ungría, esposa
de Kardam de Bulgaria, con un conjunto en azul lavanda compuesto por
chaqueta en seda rústica y falda en volantes de escama en gasa
soleil. Como complemento llevó unas joyas impresionantes de su
familia en las que destacó el espectacular broche en forma de
águila de esmaltes y diamantes. También de Ladrón
de Guevara fue Lourdes Buesa de Zarzalejos, con un traje en color rojo
valentino de chaqueta drapeada y falda en tres capas de gasa. Isabel
Flores de Suárez fue otra fiel de Ladrón de Guevara, al
igual que su madre, la señora de Flores (Samuel), y la señora
de Bono, que lució joyas de Tous, como la tenista Arantxa Sánchez
Vicario con vestido de la firma Martí Felez.
El
diseñador Lorenzo Caprile también estuvo presente en esta
boda. No sólo firmó los conjuntos que llevaron los niños
del cortejo nupcial sino que también realizó el vestido
de la princesa Alexia de Grecia, en azul pavo, color muy recurrente
y que en otra gama llevó Ana Patricia Botín con un diseño
de las hermanas Molinero. Hubo sintonía general en el largo de
las faldas, aunque la Gran Duquesa de Luxemburgo pecó de demasiado
corta (mucha rodilla), al igual que la princesa Victoria de Suecia,
con aire oriental.
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