Un
vestido regio y medieval, digno de una Princesa
Doña Letizia lució
una cola de cuatro metros y medio y un manto nupcial, regalo del Príncipe
de Asturias, de tul de seda natural con bordados de flor de lis y la
espiga, símbolos de la Monarquía y la fecundidad
TEXTO: SILVIA CASTILLO/
A
pesar de la decepción inicial que supuso la arreciante lluvia
en el momento en que Doña Letizia tenía que acceder a
la catedral de la Almudena -en lugar de hacerlo caminando se vio obligada
a llegar a la puerta del templo a bordo de un Rolls Royce-, por fin
se desveló el secreto mejor guardado de la boda: el traje de
la novia, confeccionado por Pertegaz. Creado por el turolense «con
el rigor y empaque que exige el acto del enlace real», el vestido,
sin duda, era regio y de aire medieval, apropiado para una ceremonia
de Estado como la de ayer. Un traje con manga larga, una cola de cuatro
metros y medio, y de color blanco perlado mate con el que la novia tenía
un majestuoso porte.
La
parte superior,ceñida al cuerpo, se desliza suavemente a partir
del talle, prolongándose y formando la larga cola -en cuyo reverso
iba cosido un lazo azul- desde la cadera. Mucho se había especulado
con el escote que Pertegaz pondría a la que, sin duda, ha sido
la gran creación de su fructífera trayectoria. Finalmente,
el escote fue en forma de pico y con un ampuloso cuello chimenea o,
como describe el genio aragonés, «corola», muy del
gusto de la Princesa de Asturias. La «corola» va bordada
en hilo de plata y oro hilado ex profeso por ambos lados y las manoplas
de las mangas por las dos caras, y adorna también el delantero
en forma piramidal y bordeando la orilla de la falda.
Doña
Letizia cubría su escote con un trozo de tejido bordado que evocaba
a las «modestias» utilizadas antaño para que los
cuellos no se desbocaran y evitar que mostraran más de la cuenta.
La pirámide que adorna el delantero del vestido se repite en
el centro de la cola, mucho más alta y ancha que en la falda,
con el bordado alegórico de motivos heráldicos: la flor
de lis floral y la heráldica, espigas de trigo, tréboles
y madroños.
El
tejido del traje de novia, una faya de seda natural tramada con hilos
de plata fina volteada a tres cabos, del que se han utilizado de quince
a dieciocho metros, es una creación de la firma valenciana Rafael
Catalá.
El
manto nupcial, regalo personal del Príncipe de Asturias a la
que ya es su esposa, es una pieza exquisita de forma triangular de tres
metros de largo por dos de ancho. Es de tul de seda natural, color blanco
roto y sobre él se han bordado a la aguja, siguiendo técnicas
del siglo XIX, roleos y guirnaldas que mezclan la flor de lis y la espiga.
Doña Letizia llevaba sujeto el manto con una diadema prusiana
de estilo imperio, de platino y brillantes, perteneciente a la Reina,
que la lució el día de su boda con Don Juan Carlos en
Atenas y la ha llevado en varias celebraciones familiares -como su puesta
de largo- y ceremonias oficiales. La tiara, muy apreciada por Doña
Sofía, ya que fue un regalo de su madre, la Reina Federica de
Grecia, también se define como de línea helénica,
por las columnas que recuerdan al Partenón y por los remates
en hojas de laurel. La diadema lleva en el centro un precioso diamante
que cuelga en forma de lágrima.
La
Princesa de Asturias lució, además, unos pendientes, regalo
de los Reyes, de platino con seis diamantes talla pera de 2,44 quilates,
junto con otros cuatro talla brillante de 1,22 y 4,54 quilates.
El
enorme ramo que llevó la esposa de Don Felipe tiene forma de
cascada y mucha simbología, ya que está compuesto por
lirios, como emblema de los Borbones; rosas, la flor de mayo; azahar,
en honor de la Condesa de Barcelona y de Doña María de
las Mercedes, primera esposa de Alfonso XII; flor de manzano, en homenaje
al Principado de Asturias y que es también el atributo de Nuestra
Señora de Atocha, y espigas de trigo, símbolo de la fecundidad,
esperanza y alegría, y que también son atributo de Nuestra
Señora de la Almudena, San Isidro Labrador y la castiza diosa
Cibeles.
Sobre
unos zapatos de Pura López con tacones de diez centímetros,
Doña Letizia pudo lucir toda la majestad de su vestido cuando
por fin escampó.