«Serte
fiel...
MADRID.
Doña
Letizia se convertía en Su Alteza Real Doña Letizia, Princesa
de Asturias. No hubo «¡Sí quiero!» pues los
novios usaron la primera fórmula del nuevo Ritual del Matrimonio
para el consentimiento, aquella en la que manifiestan su libertad, fidelidad,
la disposición para recibir y educar a los hijos y su consentimiento.
Fue uno de los momentos más emocionantes del día. La ceremonia
empezó a las once y cuarto de la mañana, con quince minutos
de retraso, a causa de la lluvia.
La catedral de Santa María la Real de la Almudena lucía
espléndida. Presidió la Eucaristía el cardenal
Arzobispo de Madrid, Rouco Varela, asistido por el Maestro de Ceremonias
de la catedral, Andrés Pardo, y su secretario, Salvador Domato.
Monseñor Rouco recibió en la puerta principal a los Reyes
y al Príncipe de Asturias. Doña Letizia accedió
a la catedral en coche acompañada de su padre. El aguacero, que
había respetado la llegada de los invitados, arreció e
impidió que la novia recorriera la alfombra roja que unía
el Palacio Real y la Catedral.
Cuando
los Reyes entraron en la Catedral sonó el Himno nacional al órgano
que entonaría momentos después el Allegro Opus 7 en Sí
Bemol de Haëndel cuando, finalmente, Doña Letizia recorría
la nave central. Momento especialmente bello fue el canto del Gloria
de Tomás Luis de Vitoria por la Orquesta Sinfónica de
RTVE y el Coro Nacional de España dirigidos ambos por Jesús
López Cobos.
Tras
las lecturas, realizadas por Beltrán Gómez-Acebo, primo
del Príncipe, y Menchu Álvarez del Valle, abuela paterna
de Doña Letizia, el cardenal pronunció una homilía,
de gran hondura teológica, en la que exhortó al amor de
los contrayentes. Duró algo menos de un cuarto de hora. Concluida,
se acercó a los novios y dio comienzo el rito matrimonial que
se inició con el escrutinio, el consentimiento de los contrayentes
y la entrega de los anillos y las arras. A partir de ese momento, la
Santa Misa siguió su desarrollo normal. Tras el Padre Nuestro,
el cardenal Rouco impartió a los novios la bendición nupcial.
Don Felipe y Doña Letizia comulgaron bajo las dos especies, pan
y vino, imagen que, sorprendentemente, no pudo verse por televisión.
La
Celebración terminó con el canto del Regina Coeli, también
de Vitoria, que precedió la Bendición del Papa Juan Pablo
II y la Bendición final. Bach sonó mientras los contrayentes
y testigos firmaban el Acta Matrimonial y el Aleluya de El Mesías
de Haëndel acompañó a los novios hasta la puerta
principal. Algo menos de hora y media de una ceremonia sobria y elegante.
Perfecta.