Viajar con niños. Disneyland
¿Viajes con niños o viajes para niños?
POR MARÍA EUGENIA RUIZ DE AZCÁRATE
La mayoría de los viajes con niños no tienen en cuenta las opiniones de los propios niños y, lo que es peor, pasan por una penosa infantilización de los padres. Así que para este reportaje se ha contado con dos niños, de 12 y 13 años, que relatan sus impresiones de «un viaje con padres», a ese gran parque temático que es...
París, en las afueras de Disneylandia.Lo cierto es que si se hiciera caso a los niños se sabría que las gárgolas de Nôtre Dame, con sus enormes fauces abiertas y su aspecto fiero —«eran más altas que yo y querían devorarme»—, impresionaron a Alejandro, de 13 años, casi tanto como la Space Mountain Mission 2, espeluznante montaña rusa, por la que se viaja cabeza abajo con una aceleración de 14 metros por segundo.
La atracción recrea las sensaciones de un viaje espacial y al bajar se entiende perfectamente lo dura que debe ser la vida del astronauta: «¡Y encima hay que pagar..!», suspiraba, temblorosa, una madre que había venido en busca de la Blancanieves de su infancia. Pero a ellos, a Alejandro y Andrés, les van esas atracciones y otras más por el estilo. Mucho mejores, te aseguran, que contemplar a una Blancanieves agotada, algo renuente a posar para más fotos, porque ha terminado ya su jornada laboral. Eso, fotografiarse con la sufrida princesa, lo hacen los padres encantados de cumplir un viejo sueño, ante la mirada compasiva de sus hijos, que no se atreven a recordarles que «eso es para pequeñitos», al decir de Andrés, de 12 años, por no decepcionarles; porque saben lo mucho que significa Disneylandia para sus padres. Por eso acompañan a sus ilusionados progenitores a ocupar sus plazas en las tazas de Alicia un tanto embarazados. Pero van. Aunque, puestos a guardar colas, preferirían hacerlo ante las atracciones capaces de elevar su adrenalina. Para ellos, «lo mejor fue lo de andar por los árboles como Tarzán», declara Alejandro. Se refiere a las dos horas largas que se tarda en recorrer, de rama en rama, las cinco hectáreas del Rancho David Croquett situado junto a un hotel Disney del mismo nombre.
Los árboles están marcados como las pistas de esquí con cintas de colores en función de su dificultad y algunos son aptos... incluso para padres. La «píldora cultural» Disneylandia y no París es el destino estrella de muchos de estos viajes familiares. Piensan: París es Disney y Disney es París. Y ya está; hay quien ni siquiera entra en la ciudad ante el temor de aburrir a los infantes. Sin embargo Eurodisney lleva el ilustre nombre de París como apellido y no es en vano. París con su Torre Eiffel y con su río, es, de hecho, un inusual parque temático en sí mismo. «A mí me impresionó ver gente sentada casi en el aire mientras subía en el ascensor de la Torre Eiffel, hasta que descubrí que eran maniquíes de plástico», cuenta Alejandro que aún se relame al recordar los fantásticos helados de Bertillon y el largo paseo en bicicleta por los muelles del Sena. «¡Se están forrando..! Tienen una caja llena de dinero», se admira Andrés por lo bajini ante un grupo de músicos callejeros, considerando, quizá, la posibilidad de unirse a ellos en el futuro. El entorno de Nôrte Dame y la isla de la Cité conforman ese París poblado por toda suerte de personajes pintorescos de carne y hueso que los esforzados padres no ven porque la edad les marchitó el asombro: por eso piensan que el esfuerzo de imaginación de Disneylandia les es imprescindible.
Los niños, sin embargo, se emocionan ante las reliquias «auténticas» de la Segunda Guerra Mundial, en los Inválidos junto a la tumba de Napoleón, «una gran caja de zapatos de mármol para un señor que medía metro y medio», —Andres dixit—. Y condicionan la visita al castillo del Gato con Botas a una escapada a Versalles, donde «el rey tenía que andar kilómetros para ver a la reina y la gente iba con máscara». Y se tragan la «píldora cultural» en Fontaneiblau ante la posibilidad de sobrealimentar a las ya de por sí rechonchas percas del estanque. De todo eso podrían disfrutar los padres si les preguntaran a sus hijos. Viajar es cultura: también para los padres. Eurodisney-París el tándem perfecto.