No sólo de aire acondicionado vive el hombre. Sobre todo si amenaza sequía. Los viejos recursos -arquitectura inteligente incluida- nunca mueren. Vamos a recordarlos. Antiguamente, en cuanto amanecía el mes de junio y, con él el verano y los días de calor, las casas cambiaban de aspecto. Se llegaba de la calle a unas temperaturas sofocantes, y se entraba en una especie de santuario a oscuras, lleno de fundas blancas, como un baile de fantasmas... Y es que se cubrían los muebles, se sustituían las cortinas, se quitaban las alfombras, corría siempre un vientecito fresco... Parecerá mentira, pero funcionaba.Eran recursos tradicionales, basados en la sabiduría popular. Cada localidad tenía los suyos y casi siempre se respetaba la hora de la siesta, la limonada o la horchata.Hoy las cosas han cambiado, no necesariamente a mejor. Pasamos menos calor gracias a los potentes aparatos de aire acondicionado, pero las calles de la ciudad están recalentadas. No es que estemos en contra del «progreso» ni a favor de asfixiarnos para salvar, supuestamente, el planeta, no, pero sí habría que recuperar varios recursos que no convendría olvidar nunca. Unos pertenecen a la cultura popular, son sabios trucos de la abuela, mientras que otros son pautas arquitectónicas que hay que tener en cuenta en reformas o proyectos de viviendas, y que no son, ni más ni menos, que soluciones que ya funcionaban en tiempos de los romanos, rescatados luego por los árabes y que han llegado a nuestros días.
Tres arquitectos nos lo cuentan. María José de Blas propone para refrigerar una casa naturalmente una serie de puntos, después del estudio climatológico pertinente. «Lo importante es que el calor no se quede encerrado en una habitación sin poder salir».
El primer punto, y en esto coinciden todos, es el de las ventilaciones cruzadas, pues es el único sistema para que no se cree el efecto invernadero. Lo ideal es que si una habitación se abre a dos fachadas, los huecos estén enfrentados para crear corrientes.El segundo punto es crear en las ventanas una zona de sombra con un toldo que permita que circule el aire sin exponerla al sol. Ahora hay toldos con una capa intermedia de un material parecido al Foscurit, que repele las radiaciones y las altas temperaturas.En tercer lugar hay algo interesante, aunque está en fase experimental, y consiste en la instalación, en las terrazas y azoteas, de muros ecológicos. Son unos paneles de malla, que se colocan delante de los barrotes de la terraza.
Cuentan con turba vegetal y unas plantas crasas pequeñitas que no requieren mucho riego, pero que crean una barrera que actúa contra el calor y la sequedad formando un muro vegetal. «Lo estamos instalando en nuestra casa en fase experimental, son de la marca Intemper y tiene aspecto de malla metálica tapada por la vegetación. Este mini-microclima influye en el interior y el exterior de las casas, pues proporciona mas vegetación y humedad al ambiente».Por último están los suelos radiantes y refrigerantes, de firmas como ESAK, que lo instalan; lo describen como un circuito paralelo al del calor que va por el suelo y es recorrido por agua a baja temperatura. «Baja unos tres grados la temperatura y la mantiene al nivel adecuado».
«De todos modos, el invento perfecto -dice María José- es la sombra de un árbol de hoja caduca, que en invierno deja entrar el sol y en verano te protege de él de la mejor forma, creando una brisa. Por ello, todo lo que sea copiar el efecto de un jardín, funciona realmente».