Sudán, el infierno

El pueblo sudanés, con veintiún años de guerra civil a sus espaldas, cuenta ya más de dos millones de muertos por los combates, la sed, el hambre y las enfermedades.

La última gran oleada de desplazados, que hasta hoy suman casi cuatro millones de personas, se registraba en julio pasado, cuando decenas de miles de sudaneses abandonaban las provincias del sur —la región de Darfur, asolada desde febrero de 2003 por el Ejército gubernamental, sus aliados de las milicias «janjawid» y los rebeldes cristianos independentistas— camino de los campos de refugiados instalados por las asociaciones humanitarias en los países vecinos... como el de la imagen, el de Iridimi, en la región oriental del Chad, en el que mujeres y niños se hacinan, alimentados a duras penas por la solidaridad internacional, mientras que los hombres han muerto o han sido enrolados por las numerosas facciones enfrentadas.
Los esfuerzos de las Naciones Unidas y de la comunidad internacional no logran poner fin, pese a sus amenazas al Gobierno de Jartum, a un conflicto cuyas raíces se nutren de un subsuelo especialmente rico en campos petrolíferos.