Nacional
Pais Vasco, elecciones autonómicas para la historia

El País Vasco afronta en marzo de 2009, cuando se celebrarán las próximas elecciones autonómicas, la posibilidad de un cambio de ciclo político, después de casi treinta años de liderazgo institucional del PNV. Tres lendakaris de ese partido _ Carlos Garaicoechea, José Antonio Ardanza y Juan José Ibarretxe_ se han relevado al frente del Gobierno vasco desde los primeros comicios autonómicos, celebrados en febrero de 1980.
Sin mayorías claras, el PNV ha conseguido mantener la presidencia del Gobierno vasco hasta en las situaciones más adversas, como la victoria electoral del PSE en las autonómicas de 1986, inmediatamente después de la escisión del partido, que dio lugar al nacimiento de Eusko Alkartasuna. El socialista Ramón Jáuregui se conformó entonces con la vicepresidencia en las negociaciones para un gobierno de coalición con el PNV, cesión de la que el PSE siempre se ha arrepentido.
Aquella fue la primera y única derrota electoral del PNV en unos comicios autonómicos y las encuestas auguran que la situación podría repetirse en marzo, en unas elecciones que aún no tienen fecha fija, aunque el PNV baraja prioritariamente el día ocho. Si el candidato socialista, Patxi López, consigue ganar esos comicios, está claro que será lendakari, aunque se especule con tres fórmulas de gobierno muy distintas: la coalición con el PNV, si el partido dirigido por Urkullu optara por mantenerse en el poder aún sin el liderazgo político; el pacto a la catalana con los nacionalistas radicales, si EA y la izquierda abertzale consiguen articular una fuerza nacionalista con peso suficiente para marginar al PNV; o la alianza con el PP, fórmula que pretenden forzar los populares, si tienen respaldo electoral suficiente para ello, pese a ser la última opción que suscribiría voluntariamente Patxi López.
Quienes se disputarán en marzo la presidencia del Gobierno vasco serán Juan José Ibarretxe y Patxi López, pero los resultados del resto de las fuerzas políticas en las urnas pueden ser determinantes para decidir alianzas que tendrían acciones de gobierno radicalmente distintas, por lo que la campaña no se polarizará tanto como desearían PNV y PSE.


Nacionalismo dividido
No es la primera vez que el PNV teme perder el liderazgo institucional, pero en la anterior ocasión, en 2001, cuando el popular Jaime Mayor Oreja y el socialista Nicolás Redondo realizaron una ofensiva conjunta, sin pacto escrito, para sustituir a los nacionalistas al frente del Gobierno vasco, éstos se volcaron en evitar el relevo. Ahora, EA y la izquierda abertzale apuestan también por la salida del PNV de Ajuria Enea.
<MC1>En mayo de 2001 el PNV se presentó a las elecciones en coalición con EA, lo que además de atraer el voto útil de la izquierda abertzale, que sufrió un importante revés electoral, le sirvió para aprovechar los escaños que adjudica la Ley Electoral por pocos votos a las formaciones con mayor respaldo en las urnas.
En marzo de 2009, el PNV estará solo. La decisión de Eusko Alkartasuna de no reeditar la coalición electoral ha desorientado al partido dirigido por Urkullu, sobre todo después de que decidiera volver a presentar como candidato a lendakari a un quemado Ibarretxe, que se ha llevado mejor en la actual legislatura con sus socios de gobierno, EA y EB, que con su propio partido.
La maniobra de distanciamiento del PNV que realizó Eusko Alkartasuna a mediados de noviembre no hubiera sido tan perjudicial para su todavía socio de gobierno si su presidente, Unai Ziarreta, no la hubiera completado con un llamamiento a la izquierda abertzale para formar un bloque independentista.
La respuesta de la izquierda abertzale, unánime a pesar de que está a la espera de recibir instrucciones concretas de ETA, ha sido favorable a una unión de fuerzas independentistas que excluya al PNV. Arnaldo Otegi abogó a finales de noviembre en una entrevista publicada en Gara por crear un bloque independentista «a la izquierda del PNV» que sea «capaz de liderar el cambio político». Días antes, el ex secretario general de LAB, Rafa Díez Usabiaga, realizó un llamamiento a crear un «polo independentista» para «desplazar» al PNV. También el secretario general de ANV, Txarli González, afirmó a primeros de diciembre en un acto en Mondragón que «el PNV lleva décadas boicoteando todos los intentos soberanistas que se han dado en Euskadi» y que por ello la implicación de esa formación «en cualquier intento de conjunción soberanista pasa por dejar al PNV al margen». González auguró entonces que «en las próximas semanas se verá lloriquear al PNV sobre el peligro de que Patxi López sea el próximo lendakari», cuando, en su opinión, «todos saben que ya tienen pactado con los españoles el reparto del pastel de Lakua, que es lo único que les importa».
El PNV tendrá que afrontar una campaña electoral en la que todos los discursos, tanto de socialistas y populares, como de nacionalistas radicales, coincidirán en que es necesario un cambio en Ajuria Enea.

Desde la escisión del partido, hace 22 años, el PNV no había tenido que enfrentarse a una coyuntura tan adversa. Le falta un liderazgo claro, como el que tuvo con Xabier Arzalluz en su momento, aunque dejara detrás más temor que aprecio, y también un proyecto definido. Iñigo Urkullu responde, como presidente del EBB, al dirigente gris que en teoría gusta en el seno del PNV. En los «batzokis» no se valora al político mediático y con carisma que pudiera ser apreciado por la opinión pública en general, sino a quien se dedica a los engranajes del partido. Por esta vía, sin embargo, Urkullu ha conseguido controlar las mayorías internas o negociarlas, pero no liderar el PNV, algo que tampoco logró su predecesor, Josu Jon Imaz.
Falta de liderazgo
La falta de liderazgo interno ha dado protagonismo al lendakari Juan José Ibarretxe, cuando hace años la sociedad vasca daba por descontado que la dirección política de la comunidad autónoma se llevaba desde «Sabin Etxea», la sede del partido. Eran otros tiempos, cuando el PNV extendía sus redes de influencia desde las parroquias hasta las comunidades de vecinos. Ahora, el PNV no puede ni siquiera controlar el Athletic de Bilbao.
El partido afronta además las elecciones con un proyecto político confuso. Mantiene a Juan José Ibarretxe como candidato a lendakari, insistiendo en sus planes soberanistas, mientras Iñigo Urkullu protagoniza una intensa campaña, denominada «Think Gaur Euskadi 2020», para tratar de conectar con la sociedad real, preocupada más por cuestiones prácticas que por aventuras independentistas. El candidato y el partido han empezado a contradecirse en la pre campaña electoral. Juan José Ibarretxe dijo a finales de noviembre que su proyecto de consulta a la sociedad vasca, que no pudo convocar por ser anticonstitucional, se mantendrá en el programa electoral del PNV. Horas después, el presidente del PNV de Vizcaya y mano derecha de Iñigo Urkullu, Andoni Ortúzar, matizó que más que «la consulta en si», que calificó como «un instrumento coyuntural», lo que mantendrá el PNV en su programa electoral será el «derecho del pueblo vasco a decidir su futuro».
Aunque el PNV ha demostrado en otras coyunturas habilidad para compatibilizar el mensaje rupturista y el pragmático, hasta en el seno del partido se duda de que esta estrategia de resultado ahora, con el PSE lanzando mensajes electorales a los nacionalistas moderados y EA y la izquierda abertzale ofreciendo alternativas a los nacionalistas radicales.
No obstante, una cosa es tener todo en contra y otra que al final los electores vascos vean más incertidumbre en el cambio que en mantener a Ibarretxe en Ajuria Enea, a pesar de que hasta algunos votantes y cargos públicos del PNV comenten en privado que el lendakari se dedica a sus planes, que nunca se concretan, y no a gobernar.
Empate técnico
De momento, las estadísticas reflejan un empate técnico entre PNV y PSE. La última encuesta del Gobierno vasco indica que cada uno de estos partidos recibiría el apoyo de un 16 por ciento de la población. A finales de 2007, este mismo sondeo señalaba que el PNV tenía un cuatro por ciento más de apoyo que los socialistas. Mientras el PNV llegaba al 18 por ciento, los socialistas se quedaban en el 14 por ciento.
El mapa político vasco está muy fragmentado y el siguiente partido sería, según ese sondeo, el PP, con un 7 por ciento de respaldo. Le seguiría en intención de voto la izquierda abertzale, aunque se dé por seguro que no podrá presentar listas electorales, y, después, IU, con un 3 por ciento, y EA y Aralar, con un 2 por ciento cada una.
El protagonismo que adquirió a mediados de noviembre Eusko Alkartasuna, con su llamamiento a la izquierda abertzale para formar un bloque soberanista al margen del PNV, fue posterior a la muestra utilizada para el último sondeo del Gobierno vasco.
Juicio a los candidatos
Las encuestas internas de los partidos tampoco resuelven con claridad el empate técnico al que se prevé que tengan que enfrentarse el PNV y el PSE. Ambos partidos compartirán además el mal trago de ver sentados a sus candidatos a lendakari en el banquillo de los acusados, junto al que fuera portavoz de Batasuna, Arnaldo Otegi, en plena pre-campaña electoral.
El juicio se celebrará a partir del próximo ocho de enero, por las entrevistas que mantuvieron, por un lado, Juan José Ibarretxe en Ajuria Enea y, por otro, Patxi López en un hotel de San Sebastián, con dirigentes de la ilegalizada Batasuna.
Las próximas elecciones vascas podrían pasar a la historia no sólo por el relevo del PNV al frente de Ajuria Enea, sino también por ser la primera vez que quede fuera del Parlamento de Vitoria el brazo político de ETA, con sus sucesivas marcas electorales. A la izquierda abertzale ya no le quedan candidatos para presentar listas blancas, que puedan pasar los filtros legales. Quien no está en la cárcel, teme acabar en ella. Quedan pocos espacios de impunidad para el mundo etarra, aunque estén en el aire maniobras políticas como la operación de rescate que pretende llevar a cabo Eusko Alkartasuna, a la espera del veredicto de ETA.