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Juan Carlos I Monarquía



ANÁLISIS l RAFAEL PUYOL

La globalización democrática

Los países subdesarrollados lideran el ránking de los índices de natalidad, frente a los más ricos y envejecidos. Un hecho que supone el origen de los movimientos migratorios que se suceden por todo el planeta

RAFAEL PUYOL
Catedrático de la Universidad Complutense de Madrid

El mundo tenía hace 30 años alrededor de 4.000 millones de habitantes y hoy casi 6.500. Un crecimiento fuerte que, sin embargo, se viene ralentizando a lo largo de todo este periodo. La tasa anual de crecimiento que alcanzó su máximo a finales de los años 60 (un 2,1%, lo que suponía que la población podría doblarse en 35 años) se sitúa hoy en un 1,2%. Hace tres décadas el mundo crecía anualmente en 85 millones de personas; hoy son menos de 75 y la tendencia a la baja se mantendrá en el futuro, desmintiendo las hipótesis que se manejaban en los años 60.

Este primer rasgo de la evolución pasada ha estado acompañado de otras transformaciones; algunas son la prolongación de tendencias anteriores y otras, nuevas o distintas por su intensidad y extensión. Son varios los cambios que podemos distinguir en este cuarto de siglo ampliado.

El crecimiento no sólo ha disminuido, sino que resulta muy desigual entre los países desarrollados y en desarrollo. Los primeros apenas crecen o, como muchos Estados europeos, tienen crecimientos naturales negativos. Los segundos han concentrado la casi totalidad del incremento, provocando un acusado desequilibrio de los pesos demográficos. Los países desarrollados constituían una cuarta parte de la población mundial hace 30 años; ahora sólo un 19%.

Las desigualdades aún podrían haber sido mayores de no mediar la fuerte caída de la fecundidad que está afectando a todo el planeta desde la segunda mitad del siglo pasado. De 5 hijos por mujer en 1950 se ha pasado a tan sólo 2,7 en el 2005. Ya hay muchos Estados que no renuevan sus generaciones. De hecho, ninguno de los desarrollados lo hacen, pero tampoco muchas de las naciones en desarrollo, sobre todo de Asia Oriental y Sudoriental. En este contexto de caída generalizada, el África subsahariana es (como en tantas y otras cosas) la excepción. Todavía 40 países tienen medias de más de 5 hijos por mujer.

Las distancias también se han acortado en la mortalidad. La infantil disminuye y la esperanza de vida aumenta, pero existe todavía un «gap» sensible entre el Norte y el Sur. En conjunto, la regiones desarrolladas tienen 76 años de esperanza de vida, frente a los 65 de las menos desarrolladas, siempre con valores más altos entre las mujeres que entre los hombres.

África vuelve a ser el continente más desfavorecido. La combinación de las crisis alimentarias y los conflictos bélicos junto con la acción del sida resultan devastadores. El VIH es la principal causa de defunción, especialmente en la zona subsahariana donde hay más de 30 millones de seropositivos (el 70% del total mundial). Las mujeres están más afectadas que los hombres y existen muchos niños infectados, todo lo cual ha reducido (excepcionalmente) la esperanza de vida respecto a la que había hace algunos años.

El origen de la inmigración
No nos puede extrañar que bajo las extremas condiciones de pobreza del África, al sur del Sahara, sus habitantes quieran escapar de allí. Es uno de los casos más dramáticos de las migraciones internacionales que en los últimos 30 años han tenido intensificación creciente. Hoy, alrededor de 175 millones de personas viven fuera de su lugar habitual de nacimiento, lo que equivale aproximadamente a un 3% de la población planetaria. Aumentan las cifras, aumenta el número de países que conforman el arco migratorio, aumentan las causas por las que la gente se mueve y se intensifica la presencia de mujeres en todas las corrientes.

Podemos decir que el fenómeno migratorio se ha globalizado y que no existe prácticamente ningún territorio que quede al margen de los trasvases internacionales. Emigrantes económicos, refugiados, asilados, afectados por las catástrofes naturales, estudiantes, gentes que van a la reagrupación familiar y muchos más componen el vasto espectro de unas corrientes que aún habrán de crecer en el futuro.
Pero la globalización demográfica no afecta sólo a la movilidad. El progreso en el envejecimiento está convirtiéndose también en un fenómeno global. Se ha dicho que si el siglo XX fue el periodo de la desnatalidad y la longevidad, el XXI será la centuria del envejecimiento. El fenómeno es más intenso en los países desarrollados, pero ya aparece en el horizonte de muchas naciones del Tercer Mundo donde los problemas que causará supondrán mayores retos ante la falta de recursos e instrumentos para afrontarlos adecuadamente.

El mundo se ha convertido en los últimos 30 años en menos fecundo, más móvil, más viejo y también en más urbano. El porcentaje de personas que vive en ciudades ha pasado del 30% en 1950 a un 47% en el 2005. La mayor antigüedad del proceso se traduce en cifras más altas en los países desarrollados (76%) que en los subdesarrollados (41%), pero las mayores intensidades se observan hoy en estas naciones que, además, localizan el mayor número de megaciudades.

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