Las últimas cartas del acólito de Hitler a su familia antes de suicidarse
Heinrich Himmler, espadón del Reich y defensor de los campos de concentración y exterminio, se despidió antes de ser capturado por los Aliados
El presentador de 'Megaestructuras nazis' nos desvela los errores históricos de 'Salvar al soldado Ryan'
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónFue el segundo hombre más poderoso del régimen nazi, y su cargo así lo denota: 'Reichsführer' (dirigente nacional) de las temibles SS. Quizá la menor forma de definir a Heinrich Himmler, de características gafillas redondas, fueron las palabras de su colega Albert Speer, el ministro ... de armamento del Reich: «Mitad maestro de escuela, mitad chiflado». Maestro de escuela, por su apariencia y porque, además de metódico, era organizado en extremo, dos virtudes que cautivaron sobremanera a Adolf Hitler. Chiflado, por todo lo demás, que fue mucho. Pero en la muerte todos somos iguales y, poco antes de abrazar a Hela, también quiso despedirse de su familia. Cosas del ser humano.
Porque hasta este hampón, un monstruo en vida, tuvo esposa: Margarete Siegroth Boden, siete años mayor que él. Y ella fue quién le inició en las artes sexuales. De esta forma lo corroboró Katrin, su sobrina nieta, en 'Himmler según la correspondencia con su esposa': «La inexperiencia con mujeres de Himmler y su inseguridad inicial hacia ellas pronto disminuyeron». Tras meses de misivas infinitas, ambos se casaron y tuvieron una pequeña, Gudrun, en 1929. Poco después, y ante la imposibilidad de tener más niños, adoptaron al hijo de un soldado fallecido de las ya formadas SS. Sin embargo, terminaron enviándolo a un internado debido a que, según escribió en su diario su madre, era «de naturaleza criminal», mentiroso y ladrón.
Se palpa el final
Los dos últimos meses de vida del Tercer Reich fueron una pesadilla para Himmler. Asfixiado por la presión, con los Aliados a un suspiro del búnker de la cancillería, el 13 de febrero escribió una misiva a su esposa e hijos en la que subrayó los «momentos de tanta dificultad» que atravesaba el nazismo:
La violencia y barbarie que condenaron a la Segunda República
Manuel P. Villatoro«En Europa ya no tenemos aliados, nos ha dejado solos. Y tanta traición entre nosotros. Los oficiales se van sin más. Nadie quiere más guerra. Es un terror en el aire indescriptible, atacan a la población civil y al tren. Han atacado Dresde ya que está llena de refugiados del este. Admitimos que han muerto diez mil, terrible. Y aun así son tantos que podrían ir al campo de batalla y están sentados sin hacer nada y se zafan y por la otra parte hay tanto heroísmo. Incluso hay chicos de 16 años en el frente, y las Juventudes Hitlerianas han hecho su papel, al menos les queda la fe. […] El ánimo general es terrible. La fuerza aérea continúa mal. Goering ya no se preocupa por nada, ese fanfarrón. Goebbels hace mucho, pero se da mucho bombo. Todos reciben alguna orden y distinción, salvo papi, y debería ser el primero en recibirla».
Sus peores temores se confirmaron poco después. En marzo de ese mismo año, Himmler tuvo que asumir que había fracasado como jefe del ejército cuando fue apartado del cargo por los generales de la 'Wehrmacht'. Fuera por el impacto que le causó, fuera por la desidia que le generó ver en llamar el Tercer Reich, el verdugo de las SS pasó las semanas siguientes a medio camino entre el retiro en el hospital militar de Hohenlychen y sus quehaceres. Se volvió algo huraño. Y otro tanto le pasó con su familia. Las cartas se redujeron, lo mismo que su extensión. El 17 de abril de 1945 escribió la última, menos de dos semanas antes de que Adolf Hitler acabara con su vida en el corazón del búnker de la Cancillería:
«¡Mi querida mami!
¡Mi querida hijita!
El señor B. sale para allá, así que aprovecho esta oportunidad para escribiros esta cartita. A mami le contará muchas cosas de palabra.
Os lleva un paquetito y un par de líneas. Los tiempos son terribles para todos nosotros, pero todo, así lo creo yo sin duda, se resolverá bien.
Cuidaos mucho.
Los ancestros y sobre todo el valiente pueblo alemán nos protegerán y no dejarán que nos hundamos. Os mando a ti, mi querida mami, y a ti, mi querida Muñequita, muchos abrazos y besitos.
Heil Hitler! Con amor.
Vuestro Papi».
Según explica en sus obras Michael Wildt, catedrático en historia alemana del siglo XX y estudioso de la figura de Himmler, esta carta esconde claros indicios de ser una despedida. Además de extraña, pues fue la única que el jerarca de las SS cerró con un 'Heil Hitler'. En todo caso, ya sabía que el régimen nazi tocaba a su fin y que solo era cuestión de tiempo que los Aliados arribasen hasta el corazón del Reich. De hecho, mantuvo contactos con la Cruz Roja internacional para obtener el favor de sus enemigos a cambio de liberar a cientos de prisioneros de los campos de concentración a través de Dinamarca.
Adiós a la familia
Wildt también sostiene en 'Himmler, según la correspondencia con su esposa' que el «señor B» era el pseudónimo de Paul Baumert, jefe del estado mayor del líder de las SS. Este habría partido hacia Baviera con el objetivo de poner a salvo a toda la familia de su superior. En todo caso, apenas una jornadas después, Gudrun escribió en su diario, confiada en la victoria de Alemania:
«Ayer salió una orden del día del 'Führer'. Ahora tiene que remontar todo. Vuelvo a creer con fuerza en la victoria. Ayer también comenzó la batalla en el este. El parte militar en el oeste no fue muy bueno. Solo se habla de la guerra, aunque uno se esfuerce, no hay nada que hacer».
Y el 20, hizo otro tanto:
«Cuando regresé estaban aquí Schnitzler y Baumert y hablaron con mami. Baumert quería convencer a mamá de que fuéramos con un pasaporte falso a Valepp con la señora Heydrich. Mamá no quiere, allí nos reconocerán. Baumert vino desde donde está papi y regresará allí. Se han puesto de acuerdo. Vamos al sur. Mami y yo por un lado. Ullay tía Martha por otro. Tenemos que guardar en secreto adónde vamos (con nombre falso). A Valepp están llevando muchas cosas. Quizá tengamos que ir allí cuando todo haya pasado y no tengamos casa, espero que no. Papi ha enviado una bonita carta y chocolates».
Final indigno
Tras asegurar a sus hombres que, llegado el momento, se responsabilizaría de las acciones perpetradas por las SS, prefirió traicionar al régimen e intentó pactar con los británicos y estadounidenses a espaldas de Hitler. Heinrich Himmler estaba convencido de que, con su ayuda, se podría crear una suerte de gobierno de transición en Alemania. Pero no le sirvió de nada. Al final, el mismo jerarca que había orquestado el asesinato sistemático de millones de judíos y había confirmado que no abandonaría al 'Führer' jamás, intentó por todos los medios salvar su vida.
El 10 de mayo de 1945, tras la toma de Berlín por los soviéticos, partió desde Flensburg con sus hombres de confianza disfrazado de un sargento de la Geheime Feldpolizei, la policía secreta de la 'Wehrmacht'.
Poco después, el 21 de ese mismo mes, los Aliados le capturaron en un puente ubicado entre Hamburgo y Bremen. Atrapado, fue igual de cobarde que había sido en vida. En principio intentó esconderse tras su nueva identidad falsa. Cuando los británicos descubrieron que era el líder de las SS, enviaron desde el cuartel general a un coronel de inteligencia para interrogarle. Michael Murphy, subordinado de Montgomery, decidió humillarle y poner frente a sí sus pecados. Todo ello, después de que hubieran explorado sus cavidades. El 23, el oficial le mostró fotografías de los presos de los campos de concentración y le apaleó.
-
¿Venganza? La cruel muerte del general de Napoleón que desangró a España
Manuel P. Villatoro
Poco después, y tras entender que no había salida, Himmler mordió una cápsula de cianuro y se suicidó. El corresponsal de ABC explicó así lo sucedido apenas unas jornadas después:
«Con un apellido —Hizinger– que tanto recuerda el del también difunto general francés, que tuvo que firmar el armisticio de Compiegne, Himmler, sin gafas, sin bigote, con el pelo más corto, aparecía más joven que de ordinario, o quizá tan joven como en realidad era: cuarenta y cuatro años. Se saben aquí bastantes detalles sobre la muerte tan benigna, provocada en el último segundo, en que un doctor iba a comprobar si tenía en la boca el veneno que no le había encontrado escondido en otras partes del cuerpo. Pero se ignoraba dónde iba y por qué se proponía escapar, tan desamparado, quien durante años tuvo en sus manos los servicios del Interior. […] Quién tuvo en sus manos todos los servicios policiales del Reich, tan experto en fugitivos, ha caído como un aficionado».
Así se despidió este periódico del monstruo que había orquestado la muerte de millones de personas.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete