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Traición y olvido: los infiltrados comunistas en la España de Franco que fueron «enviados al matadero»

Un grupo de republicanos españoles fueron reclutados en el exilio, en 1943, para regresar en secreto a la península e informar a los Aliados sobre las posibles alianzas del nuevo régimen con la Alemania nazi, hasta que fueron delatados por un militante del PCE

Algunos de los españoles que formaron parte de la 'Operación Banana', durante su estancia en Argelia en 1941

Israel Viana

Madrid

Durante la Segunda Guerra Mundial, los Aliados no se quedaron especialmente tranquilos con la anunciada neutralidad de Franco. No se creían las promesas del nuevo régimen. En el caso de que fueran sinceras por la situación en que se había quedado España tras la Guerra Civil, tampoco estaban seguros de que Hitler fuera a respetar la voluntad de Franco, sobre todo por la importancia estratégica que tenía el estrecho de Gibraltar. No se equivocaban, porque a finales de 1940, poco después de la reunión en Hendaya, el líder nazi convocó de urgencia al entonces ministro de Asuntos Exteriores español, Ramón Serrano Suñer.

El encuentro se celebró en Berchtesgaden, el refugio del 'Führer' en los Alpes de Baviera, donde este le advirtió: «He decidido atacar Gibraltar. Tengo la operación minuciosamente preparada. No falta más que empezar y hay que hacerlo ya». El plan se bautizó como 'Operación Félix', en un momento en el que el Tercer Reich ya dominaba toda la Europa centro-oriental y avanzaba inexorablemente por el continente. Este episodio, que ya os contamos en ABC, demuestra que España siempre estuvo en la cabeza de Hitler, provocando un miedo que empeoró tras la ocupación de Francia por parte de Alemania.

La posibilidad de una invasión sobrevoló la cabeza del régimen franquista durante gran parte de la guerra. Gran Bretaña y Estados Unidos temían que los nazis se hicieran con el mencionado enclave, por lo que el primer ministro británico, Winston Churchill, y el presidente estadounidense, Franklin D. Roosevelt, pusieron en marcha la 'Operación Torch' para invadir el norte de África, tal y como hicieron, y la operación 'Backbone', que planificaba anticiparse a la Alemania nazi, invadiendo España, en el caso de que Franco decidir finalmente apoyar a Hitler.

En el caso de esta segunda operación, ¿cómo se enterarían previamente? Fue aquí donde entraron en juego los refugiados internados en los campos de concentración del norte de África al finalizar la Guerra Civil: ocho mil en Argelia, cuatro mil en Túnez y mil en el Marruecos francés. Cuando los Aliados lograron finalizar con éxito la citada 'Operación Torch', todos fueron liberados. De ellos, los que habían trabajado en la inteligencia militar de la República o tenían experiencia en misiones de espionaje fueron reclutados por la recientemente establecida OSS (Office of Strategic Services), antecedente de la CIA.

Equipos de radio incautados a los espías comunistas tras su detención en 1944

Nombres de frutas

El objetivo era infiltrar a los mejores en España para averiguar hasta qué punto Franco estaba apoyando o no, en secreto, a las potencias del Eje. Si conseguían información de los posibles movimientos de tropas en las provincias más importantes del país, la posibilidades de anticiparse a una ofensiva serían mayores. En un principio planearon misiones en varias ciudades que recibieron nombres de frutas: en Madrid, 'Limón'; en Barcelona, 'Cereza'; en Cádiz, 'Uva'; en Cartagena, 'Naranja'; en Melilla, 'Albaricoque', y en Málaga, 'Banana'. Al final, la única que funcionó medianamente fue la última, cuyos espías desembarcaron en el río de la Miel, cerca de la costa de Nerja, en julio de 1943.

La mayoría de los ocho que realizaron aquel peligroso viaje de vuelta al régimen franquista eran comunistas. Su odisea fue retratada, en 2016, por Pablo Azorín y Marta Hierro en el documental 'Espías en la arena. Objetivo España'. Eran Jaime Pérez Tapia, comandante de batallón de la 207 Brigada Mixta; Manuel Lozar, radiotelegrafista de la Marina de Guerra Republicana; Pedro Royo, telegrafista de artillería antiaérea; Guillermo Garrido de las Heras, sargento del Tercer Batallón de la primera brigada de carros blindados, e Ignacio López, teniente radiotelegrafista de aviación, además de tres guías veteranos del Ejército republicano: Joaquín Centurión, Francisco Bueno Ledesma y Luis Ruiz Aguayo.

El objetivo de estos últimos era conectar la misión con el PCE de Málaga y con las redes clandestinas que los iban a cobijar y ayudar a esconder las radios con las que debían comunicar a los Aliados la información que recababan. Llegaron a las cinco de la mañana y escondieron todo el equipo en una cueva, donde tenían preparados una serie de trajes para pasar desapercibidos. A lo largo de siete meses, estos espías comunistas transmitieron todo lo que vieron, aunque pronto se dieron cuenta de que la situación en España era mucho más complicada de lo que les habían hecho creer.

'Dentro de la España fascista'

Por si fuera poco, mientras los cines estadounidenses proyectaban la película propagandista 'Inside fascist Spain' ('Dentro de la España fascista'), para preparar a su población ante una posible invasión de la Península Ibérica, la supuesta organización pantalla del PCE que tenía que proporcionarles apoyo en el interior del país, la Unión Nacional Española, no hizo acto de presencia. La vigilancia y represión policial sobre los comunistas por parte de la dictadura era tan feroz, que el partido se encontraba tremendamente debilitado. Y, además, contaba con sus propios infiltrados y traidores.

«En general, creo que fue una operación mal planeada y ejecutada, sin nadie al mando», reconoce en el citado documental Betty Lussier, agente del OSS encargaba de traducir al inglés algunos de los informes enviados y esposa de Ricardo Sicre, el agente español que se encargó de supervisar la red de espías. Otro de los testimonios recabados, añade: «La operación fue de una torpeza increíble. Puedes decir que fue heroica y todo lo que tú quieras, pero lo cierto es que los mandaron al matadero. Los que organizaban la operación desde el norte de África estaban, probablemente, convencidos de que la estrategia era eficaz, pero era utópico generar un frente interno contra Franco en España».

Uno de los oficiales de la OSS señaló en un informe de la agencia que los espías españoles jamás recibieron dinero, lo que añadió todavía más dificultades al no poder atender sus necesidades más elementales. Ni siquiera pudieron arreglar las radios que, con el tiempo, se estropearon. Podían transmitir la información que recababan, pero no comunicarse con los estadounidenses. Deberían haber recibido una suma importante a través de un enlace del PCE enviado desde Francia, pero nunca llegó. Al parecer se lo entregó a otro contacto de Madrid y, cuando los espías de Sicre lo reclamaron, ninguno de ellos respondió a las llamadas. Aún hoy se desconoce el paradero.

Franco, en el desfile de la victoria celebrado en Madrid el 19 de mayo de 1939 ABC

Un PCE, dividido

Hay que tener en cuenta que, en 1943, el PCE estaba dividido, influyó decisivamente en que la misión fuera un desastre. Uno de sus principales líderes, Jesús Monzón, era partidario de la alianza con los americanos, pero Dolores Ibarruri y Santiago Carrillo, desde su exilio en Moscú, ordenaron al mismo tiempo el cese inmediato de la colaboración con estos. Consideraban que Estados Unidos era un enemigo tan peligroso como Franco, por lo que la colaboración entre la OSS y los comunistas españoles ha sido siempre calificada como un episodio extraño e insólito.

La 'Operación Banana' se fue definitivamente al traste en marzo de 1944, cuando todos los implicados fueron detenidos por la Brigada Político Social. El responsable fue Antonio Rodríguez López, un militante comunista conocido como 'El Chato' que, tras ser detenido, delató a todos. La información que proporcionó al régimen hizo que no solo fueran detenidos los ocho espías de la red, sino doscientas personas más en el que se considera hoy el golpe más duro sufrido por el PCE en toda su historia.

Inmediatamente después se celebraron juicios sumarísimos, pero para no crear más problemas con los Aliados en esa fase final de la Segunda Guerra Mundial, fueron juzgados por «auxilio a la rebelión» en vez de como agentes secretos, que es lo que eran. Aquel, sin embargo, no les valió de mucho, porque los estadounidenses se lavaron las manos y los abandonaron a su suerte. Cualquier ayuda habría sido como reconocer que habían espiado.

Cinco de ellos fueron condenados a muerte, fusilados y enterrados en una fosa común, la número 39 del cementerio de Alcalá de Henares, sin que el PCE hiciera nada tampoco. Uno de ellos fue Manuel Lozar, cuya madre intentó detener la ejecución a la desesperada echándose encima del coche de la mujer de Franco, Carmen Polo, mientras gritaba: «¡Usted es madre, yo soy madre, por favor!». Pero no sirvió de nada.

En un informe de la OSS de aquellos años, la 'Operación Banana' fue calificada como el mayor descalabro del espionaje aliado de toda la Segunda Guerra Mundial.

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