El otro tiempo también pinta: el clima en los cuadros históricos
El meteorólogo José Miguel Viñas desvela en una nueva investigación que los cielos retratados por los artistas pretéritos son mucho más que simples telones de fondo; son el testimonio de sus vivencias atmosféricas y el resultado de horas y horas de investigación
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Iniciar sesiónFresco, nubes plomizas… Los legos diríamos que el día está perro en la capital. José Miguel Viñas, que de cumulonimbos sabe mucho, apuesta por elevar la conversación: «El cielo está a ratos nublado, a ratos despejado. Hay una DANA en el suroeste de Portugal ... que genera mucha inestabilidad atmosférica». Son las ventajas de entrevistar a un meteorólogo. Aunque este físico no viene a hablarnos hoy de su trabajo en Meteored, sino de su otra gran pasión: la historia del arte. Y lo hace poniendo un rayo de sol sobre un 'secreto' que, admite con morriña, esconden una buena parte de los lienzos que lucen hoy en las paredes de los museos.
«¿Te has fijado alguna vez en cómo han pintado el cielo los artistas a lo largo de los siglos?». Él sí que lo ha hecho, y durante casi dos décadas; tiempo más que suficiente para llegar a una retahíla de conclusiones que ha plasmado en el ensayo 'Los cielos retratados' (Crítica). La primera y principal, que no fueron puestos al albur. «En los paisajes de los cuadros no tenemos un mero telón de fondo. Muchos pintores replicaron lo que veían cuando alzaban la vista hacia las nubes, así que cuenta con un gran valor histórico», suscribe. Los lienzos, continúa, ofrecen información de épocas pretéritas «en un momento en el que resulta clave estudiar el clima para entender su evolución».
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La guinda es que esos cielos retratados –o cielos olvidados, como también se refiere a ellos Viñas– son a veces el resultado de horas de documentación por parte de los pintores históricos. Porque sí; igual que los Eduardo Rosales y los Antonio Gisbert de rigor se empapaban de los hechos pasados a los que iban a dar vida, también hacían lo propio con los fenómenos meteorológicos. Muchos datos, demasiados, que han sido obviados por los expertos hasta ahora, pero que conforman un cóctel perfecto de meteorología, pintura e historia.
Viento y hielo
En un parque ponemos a prueba al maestro; qué mejor sitio para ello que bajo las nubes. Tableta en mano, le mostramos cuatro cuadros con episodios de la historia de España y descubrimos con él que, por una u otra causa, la meteorología ha jugado un papel determinante en ellos. El primero no le sorprende, lo tiene más que trillado: 'Doña Juana la Loca', de Francisco Pradilla. «Es una obra maestra. Recrea de forma magistral el crudísimo invierno que se vivió en Castilla a principios del siglo XVI, durante el periplo que hizo la reina junto al féretro de su esposo, Felipe el Hermoso», explica. El viento, dice, es el centro de la obra y está plasmado a la perfección en el movimiento del humo y las llamas de las velas.
Pero todavía esconde un secreto más. Según Viñas, Pradilla dejó constancia de un fenómeno con nombres y apellidos que marcó la pintura durante nada menos que cuatro siglos, entre los años 1550 y 1850: la Pequeña Edad de Hielo (PEH). «Fue un período muy frío en el que los inviernos se destacaron por sus bajas temperaturas y los veranos fueron mucho más cortos», explica. Las cosechas se echaron a perder, aumentaron las enfermedades… Como no podía ser de otra manera, este fenómeno, que ha pasado desapercibido en los libros, se reflejó en los cielos de decenas de pintores y miles de lienzos.
«Hay un maestro al que la PEH marcó de forma muy profunda: Pieter Brueghel el Viejo. En sus cuadros se pueden ver los ríos y lagos congelados y las nevadas masivas que produjo el crudo invierno de 1565», sentencia. El viento acompaña sus palabras y aumenta el brío en el parque; curiosa eventualidad. El artista, nacido en los Países Bajos, dejó constancia del cambio que causó aquella bajada de temperaturas. «La sociedad se acostumbró y convivió con ello. Por eso representó a personas patinando o cazadores sobre un fondo blanco», dice. De hecho, gracias a él asociamos la Navidad al invierno. «Pintó la 'Adoración de los Reyes Magos' bajo la nieve y generalizó la idea, cuando, en realidad, los textos sostienen que fue en marzo», completa.
El siguiente cuadro que le mostramos –'La Invencible', de José Garnert de la Peña–, le hace esbozar una sonrisa. «Muestra el desastre de la Grande y Felicísima Armada. Felipe II tuvo la mala suerte de hacer la operación durante la PEH y tuvo que enfrentarse a las malas condiciones atmosféricas», explica. Viñas señala el cielo del lienzo: las nubes descargan y, por su culpa, hay un mar tempestuoso. Nos sorprende que vuelva a hacer referencia a la Pequeña Edad del Hielo; y él se ríe. «El primero en darse cuenta de la relación fue Hans Neuberger. Este profesor de meteorología analizó 12.000 cuadros y llegó a la conclusión de que no era una casualidad: este período se veía reflejado en los lienzos de miles de artistas», completa.
Cielos personales
No hay tiempo que perder. De la Armada Invencible damos un salto de un siglo a ese óleo que reposa en el Museo del Prado y que representa la capitulación de Justino de Nassau, gobernador holandés de Breda, ante Ambrosio de Spínola. Si la caída de la ciudad fue en 1625, Velázquez pintó 'Las lanzas' apenas una década después. «¿Conocería entonces la meteorología?», inquirimos. Y nuestro meteorólogo nos vuelve a sorprender: «Lo cierto es que no. No tenía información de qué tiempo hacía. O, al menos, yo no he encontrado referencia a ella. Se documentó con una obra de Lope de Vega en la que se relataba el hecho».
Suponemos, entonces, que las nubes que plasmó el sevillano en Breda carecen de importancia... Y volvemos a fallar. «No buscaba que ese cielo fuese histórico. Lo puso porque es el mismo que repitió en distintos cuadros que hizo por encargo. Mi tesis es que lo veía con cierta asiduidad en Madrid y que lo reprodujo durante una época concreta de su vida en varios trabajos», subraya. Tan característicos fueron, que crearon un estilo y cuentan hasta con un nombre propio: 'cielos velazqueños'. Viñas se sabe las características de memoria: complejos, enmarañados y con presencia de cirroestratos y altoestratos («nubes altas y medias que se extienden en la horizontal», en sus propias palabras).
Velázquez es uno de los muchos pintores que imprimieron un simbolismo único en sus cielos. Le pedimos a nuestro 'cicerone' algún que otro ejemplo, y los tiene a pares, aunque es solo uno el que logra estremecerle de una manera especial: «El alemán Caspar David Friedrich representó muchas nieblas porque era lo que más percibía en su país natal. Para él, aquello era un fenómeno místico. En la bruma los objetos se difuminan y los diferentes elementos que nos rodean dejan de verse al detalle. Él recreó eso de una manera magistral», completa. Casi le escuece que se puedan contar con los dedos de una mano los expertos que han dedicado algunas horas a estudiar estos temas.
Huele a lluvia
Y de 'La rendición de Breda' de Velázquez, a 'Trafalgar', de Auguste Mayer. «¡Este también le conozco!», ríe. No le hemos pillado en uno. El óleo, del siglo XIX, representa la derrota de la flota franco-española ante los buques de Horatio Nelson el 21 de octubre de 1805. Viñas esboza la sonrisa del que guarda una sorpresa final: «Esas nubes desgarradas se denominan 'cumulus fractus', y son características porque forman jirones. Siempre que aparecen es porque va a darse una situación tormentosa». Conoce la historia de aquel día, y sabe que el artista ha dado en el clavo al representar ese cielo. «Tras la capitulación ante los ingleses, un temporal causó problemas a los barcos aliados. Por culpa de esa ciclogénesis explosiva el balance final fue mucho peor y se hundieron más buques», completa.
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Nuestro entrevistado ha pasado el examen con buena nota, pero todavía tiene energías para una reflexión antes de abandonar el parque: «Ya era hora de que alguien hiciera este libro. Tocaba buscar la causa que motivó a los artistas a pintar uno u otro cielo». A nosotros solo nos quedan dos cuestiones más:
–¿Sus amigos le preguntan por el tiempo que va a hacer mañana?
–Sí, cuando tienen un plan y no saben si va a hacer buen tiempo. Pero, aunque adoro mi trabajo, no es algo que me guste.
Mejor nos ahorramos la última pregunta...
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