El reverso tenebroso de la Primera República: guerras, represiones y violencia política
Jorge Vilches publica 'La Primera República Española: de la utopía al caos' (Espasa), una obra que explora los aspectos más crudos de un naufragio tan doloroso como olvidado
¿Por qué Tamames responsabiliza al histórico Largo Caballero (PSOE) de la Guerra Civil?
Viñeta del bombardeo de las murallas de Cartagena.
La Primera República está envuelta en una neblina de leyendas, confusión y tergiversación histórica donde es difícil intuir algo más allá de las sombras. En el peor de los casos, se obvia como si fuera un paréntesis caótico antes de la larga y robusta Restauración ... . Y en el mejor, se le recuerda superficialmente como una hermosa utopía donde se experimentó un nuevo nivel de parlamentarismo y se anunciaron algunos avances sociales. Lo que rara vez se hace es hablar de violencia, que no fue poca.
«Nunca había habido tantas muertes desde la Primera Guerra Carlista y de desorden absoluto que cuando se proclamaron los cantones, por ejemplo, en Sevilla o en Valencia, que no eran capitales europeas menores. La gente huía con lo que tenía. Eso te tiene que dar una idea de que la gente corriente no aceptaba ese sistema», explica el profesor de Historia del Pensamiento en la UCM Jorge Vilches, que acaba de publicar 'La Primera República Española: de la utopía al caos' (Espasa).
El nuevo sistema de Estado no solo heredó viejos fantasmas, como el carlismo o las revueltas de Cuba, sino que sumó nuevos espectros al panorama ibérico. En tan sólo siete meses más de veinte localidades se animaron a modificar unilateralmente su relación con el Estado. Esto se tradujo en una violenta explosión revolucionaria y en escenas que recordaron por momentos a la Guerra Civil del siglo XX, con desordenes, indisciplina en el Ejército y bombardeo a la población civil. «Con toda esa cantidad de violencia que ha pasado desapercibida me parece fuera de lugar blanquear a los cantones porque sacaron una proclama hablando de, por ejemplo, la jornada laboral de ocho horas», apunta el autor de un libro incisivo.
–¿Por qué fracasó la Primera República?
–Fundamentalmente porque los republicanos la hacen fracasar. La conciben como una forma de hacer la revolución y como un régimen exclusivo. Se van dedicando a echar a todos aquellos que no comulgan con su republicanismo, de tal manera que es imposible que se construya un régimen democrático y liberal. Pasa lo mismo con la Segunda República. Cuando hay un partido que se apropia del régimen y que piensa que el sitema es suyo, está abocado al fracaso.
–¿Por qué España no fue capaz de sacudirse su pasado?
–La proclamación de la República se hace por parte de unos dirigentes políticos. No hay ningún tipo de consulta al pueblo español sobre la forma de Estado que prefiere la gente o sobre el tipo de república. En el año 74 se planteó la posibilidad de hacer un plebiscito sobre la forma de Estado, pero no se llevó a cabo. ¿Por qué? Porque hablar en nombre del pueblo y del progreso es muy barato, pero si luego el pueblo te da la espalda en las urnas resulta muy duro. Por eso no se atreven a hacer un referéndum ni un plebiscito.
Multitud agolpada frente al Palacio de las Cortes, mientras se gestaba la proclamación de la República en el interior del edificio.
–¿Por qué se concentran tantos mitos en un episodio tan breve de la historia?
–Estos mitos se propagan por dos razones. Primero, por la comodidad que existe en una historiografía amable con el republicanismo que juzga la Primera República por sus intenciones, y no por los hechos. Hay que recordar que los historiadores nos ocupamos de estudiar los documentos, no las intenciones... Gran parte de esa mitología de la República procede de los propios republicanos, personajes como Salmerón o Castelar, que estuvieron muy preocupados por su propia imagen. Y, en segundo lugar, estos mitos se generan porque es un periodo sumamente complejo, que muchos historiadores pasan por alto porque precisa de un trabajo muy duro de archivo y de enfrentarse a la realidad de los acontecimientos...
–Imagino que usted se ha encontrado muchos mitos donde pensaba que había historia...
–Pues mira, yo hice una biografía de Emilio Castelar en el año 2001 y me he encontrado en esta investigación que Castelar no estuvo en contra del golpe de Estado de Pavía, como se pensaba, sino que le pareció la mejor solución posible para la República y para España, antes que un gobierno favorable al cantonal. Adentrándome en los informes del embajador italiano y del embajador británico en España me encontré no solamente con que Castelar sabía que se iba a dar el golpe de Estado de Pavía, sino que avisó al general Serrano de que era el momento de llevarlo a cabo para evitar la formación de un gobierno favorable a los cantonales. Me ha pasado lo mismo con Pi Margall y con Salmerón. Dos políticos profundamente irresponsables.
–Es un periodo muy violento, ¿por qué esto no se recuerda?
–Hay una versión edulcorada de la Primera República. En cuanto te adentras en los hechos reales, en Sevilla o en Valencia, o en otras ciudades españolas, te das cuenta de la violencia política existente en esas localidades, aunque ha pasado desapercibida. No solamente contra las autoridades, sino contra personas y contra el Ejército, contra la Guardia Civil. Hay una imposibilidad hoy de saber el número de muertos procedentes de esta violencia, pero sabemos, por ejemplo, que, cuando Martínez Campos disolvió el cantón de Valencia, los cantonales fusilaron a unos diputados republicanos conservadores antes de que entraran. Una escena que parece sacada de la Guerra Civil.
–¿Por qué se produce la deriva federal tan pronto?
–Es un proyecto de un partido político en exclusiva. Un partido político que es el Partido Federal, cuya ideología proporcionó Pi y Margall y cuya idea era volver a construir España partiendo de la ruptura de la soberanía nacional y estableciendo la soberanía de los cantones. Se concibe como una fórmula revolucionaria para volver a unificar España. Cuando este partido tomó el poder, echaron al resto, radicales, monárquicos y conservadores, porque consideraban que no tenían derecho a participar en la vida política.
«Mientras que el resto del continente ya estaba en la realpolitik, es decir, en la política del día a día, en España todavía estábamos en la utopía»
–¿Por qué Francia, que también era una república, no reconoció a España?
–Porque en aquel momento España para el resto de Europa era una anomalía. Mientras que el resto del continente ya estaba en la realpolitik, es decir, en la política del día a día, en España todavía estábamos en la utopía, la federal o la carlista. Ni en Alemania, ni el Reino Unido, ni Italia, ni Francia querían tener relaciones con un país que podía alterar al resto de Europa. Incluso se planteó en Europa la intervención militar en España, como ocurrió en 1823 con los 100.000 hijos de San Luis.
–¿Y tiene la izquierda o algún espectro político actual interés en reivindicar la Primera República?
–Hay desconocimiento e ignorancia sobre este episodio. Lo único que sobresale es la idea de que existe una memoria democrática de la España que pudo ser, que ellos revisten de progreso, de paz y prosperidad y que fue supuestamente impedida por la España reaccionaria. Pero realmente lo que yo demuestro en mi libro es que esa España supuestamente de paz y prosperidad fue justamente lo contrario: fue la guerra.
–Es un ejercicio de malabares reivindicar el republicanismo, pero sin contar con la Primera República...
–Lo que hacen algunos con el relato histórico es coger del pasado únicamente aquellas cosas que le pueden beneficiar y contarlas desde una perspectiva que encaje con su relato político. No deja de ser una tergiversación de la historia. Si te das cuenta, por ejemplo, cuando ha habido problemas en la atención primaria madrileña de salud, siempre aparece una persona con una bandera republicana, como si una forma de Estado pudiera solucionar por sí sola la sanidad. ¿Si hubiera una república habría un médico de cabecera en el ambulatorio? No, no tiene nada que ver una cosa con la otra.
–¿Hay un legado que reivindicar de la Primera República, algo que se quedara y los españoles puedan estar agradecidos en el transcurrir histórico?
–Curó a España de las utopías. Ya había pasado en Francia en el año 1871, con la Comuna de París que libró a este país de la utopía durante unas décadas. Y aquello sirvió para que los españoles se centraran en la realpolitik, en el gobierno real de las cosas comunes y valorase la libertad con orden. Fue un aprendizaje basado en el error. Cometes un error y te das cuenta de que hay que rectificar.
–¿Cómo se las arreglaron los Borbones para regresar a España?
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–La República Federal fue una fábrica de hacer monárquicos. Eso lo he visto claramente en las cartas de los particulares, de gente común y corriente que dió su testimonio. Poco a poco se va conformando la esperanza y la ilusión de volver a la España de antes, a la España tranquila, aburrida, la del día a día. Por otro lado, es un proyecto que Cánovas del Castillo fue construyendo como algo ilusionante, una libertad con orden y volviendo a la economía sensata...