Las perniciosas playas de España: más de un milenio de castigos y miedo
Veranos en la historia
En la Edad Media y la Edad Moderna, las costas españolas estuvieron vacías de bañistas durante el verano, debido a la prohibición de las autoridades políticas y eclesiásticas, que querían evitar los encuentros sexuales que se producían en ellas
La involución de las costumbres: de los 'bikinis' en la Antigua Roma a los bañadores de tres kilos en el siglo XIX
'En la playa de Boulogne-sur-mer', pintado en 1848
El mar de sombrillas sobre la arena, los vecinos bajando a las 8 de la mañana para coger sitio, los niños jugando en la orilla a las palas, el vendedor de refrescos gritando, las motos de agua pasando a toda velocidad, las avionetas sobrevolando a ... los bañistas con anuncios de lo más variopinto… Aunque ahora estamos acostumbrados a estas escenas durante el verano, hemos de saber que no han sido, ni mucho menos, lo común a lo largo de la historia. La semana pasada ya os contamos en esta misma serie que fue a mediados del siglo XIX cuando los españoles empezaron a ir a las playas a bañarse, y que la primera fue la de El Sardinero, en Santander. Pero, ¿qué ocurría antes?
Durante siglos, las playas estuvieron vacías, pues al mar se despreciaba y se le temía. Una estigmatización que fue promovida por las mismas autoridades políticas y eclesiásticas del medievo y de la Edad Moderna. «Tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando», que decía el refrán. Y es que en la Antigua Roma había sido casi tan habitual como ahora que sus habitantes se zambullesen en el mar como remedio contra ciertas enfermedades, para hacer ejercicio e, incluso, para mantener encuentros sexuales furtivos.
Fue precisamente esta última costumbre, todo un escándalo en la época, la que provocó que reyes, nobles y obispos la prohibieran. La medida estuvo acompañada de una merma de las libertades de los ciudadanos con respecto a épocas anteriores. Como muestra de ello, se han encontrado mosaicos del siglo IV en la villa siciliana de Piazza Armerina, en los que se representa a jóvenes de familias acomodadas bañándose con trajes de dos piezas llamados «strophium», formados por un calzón y una banda sostén casi a modo de bikini primitivo.
Sin embargo, al comenzar la Edad Media tras la caída del Imperio Romano, las playas fueron consideradas lugares en los que se promovían todo tipo de vicios perniciosos que había que extirpar de la sociedad. Y así ocurrió, prolongándose la prohibición durante la Edad Moderna y a lo largo de casi mil quinientos años. En el siglo XVI, de hecho, a los estudiantes de la Universidad de Cambridge a los que sorprendían bañándose en el mar se les azotaba como castigo. Si eran cazados por segunda vez, se les expulsaba del centro, cerrándose las puertas de su futuro para siempre. Hubo que esperar un siglo más para que este sano hábito de la Antigüedad dejara de ser condenado y comenzara a verse con otros ojos.
Contra la depresión
Fue en 1621 cuando el médico Robert Burton escribió que el mar podía combatir la tristeza y la depresión en su obra 'Anatomía de la melancolía', pero el cambio más importante se produjo en el siglo XVIII, cuando se extendió la tesis de que el mar era beneficioso para la salud y curaba enfermedades como la tuberculosis, artritis, depresión, tumores y los dolores más variopintos. A este le siguió Richard Russell, un doctor inglés que fue pionero en recetar baños en las playas a sus pacientes y que en un libro publicado en 1750 escribió: «Cada tratamiento debe terminar con un baño frío de mar. Esto conduce a una cura perfecta».
Poco a poco, la idea se extendió y los primeros enfermos de la aristocracia comenzaron a acercarse a la playa y a desprenderse de sus prejuicios. Hasta principios del siglo XIX, las mujeres se bañaban vestidas y, además, estaban obligadas a ir acompañadas de un hombre hasta la orilla, aunque luego no pudieran nadar en la misma zona que estos. Es decir, que los varones no podían verlas en el agua ni vestidas. Según los pocos historiadores que se han ocupado de este tema, la Reina de Francia, Hortensia de Beauharnais, fue una de las primeras en lucir un traje de baño 'moderno' en 1812. Hecho de punto y en color marrón chocolate, su atuendo consistía en una túnica de manga larga que cubría una camisa bordada y un pantalón turco que se ceñía en los tobillos. El atuendo iba acompañado de una carlota, un gorro similar al de dormir. Las formas del cuerpo femenino estaban completamente ocultadas, evitando cualquier insinuación erótica.