¡Palabra de historiador! Las genialidades que Napoleón aportó al mundo actual y no te cuenta Ridley Scott
Instituciones, derechos humanos... Alexander Mikaberidze, experto en el pequeño corso, desvela en ABC las «cosas buenas» que no cuenta el 'biopic'
Aciertos y errores históricos de 'Napoleón': «No te cuenta que España fue la tumba del ejército de Bonaparte»
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Iniciar sesiónFrancisco de Habsburgo era un emperador viajero. A comienzos de 1820, mientras Napoleón Bonaparte se marchitaba en Santa Elena, visitó las provincias de Iliria para informarse de cómo habían vivido sus gentes la ocupación francesa entre 1809 y 1814. El káiser recorrió a caballo ... esta región de la península balcánica mientras revisaba palacios, escuelas carreteras y puentes. Cuando preguntaba quién había construido todo aquello, la respuesta siempre era la misma: «Los franceses, señor». La leyenda cuenta que, durante el trayecto, el mandamás austríaco criticó el estado de deterioro causado en la zona por la mala gestión de su gobierno y, para más inri, alabó a los galos: «Esos demonios habría hecho bien en quedarse aquí unos años más».
Para el doctor en Historia Alexander Mikaberidze –cofundador de la Sociedad Napoleónica de Georgia y autor de obras como 'La batalla de Borodinó' y 'Las guerras napoleónicas' (ambas de la editorial Desperta Ferro)– las anécdotas atesoran siempre parte de verdad, y esta no iba a ser menos. «La conclusión es que, en muchas regiones de la Europa conquistada por Napoleón, su gobierno fue mejor que el que había encontrado. Pero también que, si se hubiera mantenido la ocupación francesa durante algunos años más, la gente se habría beneficiado de las nuevas leyes y la administración gala», explica en declaraciones a ABC.
Porque sí: según este autor, Bonaparte no solo trajo millones de muertos a Europa, sino también una extensísima lista de «cosas buenas que aportó al mundo». Y hoy te las contamos.
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Mikaberidze es crítico con las visiones más negativas que se han lanzado sobre Bonaparte. Desde los lejanos Estos Unidos arremete contra los que consideran al corso un asesino en masa al estilo de Adolf Hitler o Iósif Stalin; una comparación que define como triste y recurrente. Porque está convencido de que no creó «un sistema totalitario que reprimió de forma brutal a millones de personas» ni orquestó una matanza sistemática de enemigos políticos. «Sí que es verdad que trajo consigo un gobierno burocrático controlado desde un punto de vista central, sistemas más eficientes de recaudación de impuestos y reclutamiento militar y un sistema policial más intrusivo, pero no era un líder totalitario», desvela el experto a este diario.
En palabras de este experto, Napoleón no dirigió con puño de hierro Francia ni siquiera durante su etapa como emperador. Lo suyo, insiste, nunca fue una dictadura al uso, por más que se haya repetido desde países como Gran Bretaña. «A Bonaparte se le puede atribuir el mérito de haber desarrollado un precedente del estado policial moderno y de haber forjado un sólido sistema de vigilancia, pero este no era tan intrusivo como el nazismo o el comunismo», desvela. Más bien todo lo contrario. Para Mikaberidze, la gente común podía vivir, y hacía en la práctica lo que quería. «Aunque algunas de las cosas que hacían o decían podían atraer la atención no deseada del Estado, no llegaba al nivel de un Hitler o un Stalin», completa.
«Napoleón tenía poca paciencia con el caos, la confusión y los cambios socioeconómicos radicales que produjo la Revolución Francesa»
Alexander Mikaberidze
Historiador
–¿Hasta qué punto fueron revolucionarias las instituciones creadas por Napoleón?
Algunas perduran hasta hoy. Además de la centralización y el militarismo, es responsable del sistema de vacunación masiva y la difusión de un nuevo sistema legal que reflejaba los ideales revolucionarios franceses de secularismo, igualdad ante la ley, tolerancia religiosa y reafirmación de los derechos de propiedad privada de los individuos.
–¿Su legado es palpable hoy?
El legado de Napoleón no son las guerras de conquista, la represión totalitaria y los asesinatos en masa. Más bien son la consolidación de la Revolución Francesa y una serie de reformas sustantivas que forjaron instituciones duraderas sobre las que se construyó la Francia moderna.
–¿Podría enumerar algunas de ellas?
El Banco de Francia (creado en 1800); las reformas administrativas municipales y departamentales (1800); los Archivos Nacionales (1800); la Hacienda Pública (1800); la campaña de vacunación (1801); el Concordato (1801); el sistema de pensiones de los funcionarios públicos (1801); la Legión de Honor (1802); el sistema Lycee (1802); las Grandes Escuelas (1802); las Cámaras de Comercio (1802); el Código Civil (1804); el Tribunal de Apelación (1804); los tribunales laborales (Los Conseils de Prud'hommes, 1806); el Tribunal de Cuentas (1807); el sistema de Bachillerato (1807); el Código de Comercio (1807); el Catastro (1807); la Bolsa de Valores de París (1808); el Consistorio (1808); la Universidad Imperial (1808); el Colegio de Abogados (1810); el Código Penal (1810); el tribunal de primera instancia (1810); el Cuerpo de Bomberos de París (1811).... Y así, con decenas más.
–Libertad de culto, declaración de derechos... ¿Fue Napoleón un pionero desde el punto de vista de la libertad y los derechos?
No, no lo veo como un pionero como tal. Estos derechos y libertades son producto de los debates intelectuales anteriores a Napoleón; las revoluciones atlánticas que le precedieron son mucho más importantes en este sentido. Aunque a menudo se describe a Napoleón como un 'hijo de la Revolución', creo que sería más apropiado referirse a él como un 'hijo de la Ilustración'. Tenía poca paciencia con el caos, la confusión y los cambios socioeconómicos radicales que produjo la Revolución Francesa.
–Entonces, ¿era un revolucionario, o un imperialista?
En varias ocasiones había expresado abiertamente su desdén por las multitudes que desempeñaron un papel tan decisivo en la configuración del curso de la historia francesa durante la revolución. Tampoco se sentía cómodo aceptando libertades totales porque, en su opinión, esto provocaba caos e ineficiencia; dos elementos innecesarios.
Por el contrario, Napoleón se sintió más cómodo dentro de las tradiciones que enfatizaban el racionalismo, la eficiencia y una fuerte autoridad política; pero, además de los ideales, el sistema que creó también se basó en la tolerancia, la igualdad ante la ley, los derechos y libertades básicas. Fiel a los principios del despotismo ilustrado, se esforzó por construir un Estado francés fuerte dando al pueblo lo que creía que necesitaba, pero sin ofrecer nunca la perspectiva de abrazar la democracia republicana o entregar la soberanía a la voluntad del pueblo.
–¿Podemos considerarle, entonces, un precursor de las dictaduras modernas?
En cierto modo. Tiendo a compartir la opinión del historiador francés Louis Bergeron de que 'Napoleón estaba a la vez atrasado y adelantado a su tiempo' y de que era 'el último de los déspotas ilustrados y un profeta del Estado moderno'. Napoleón no compartía muchos de los ideales democráticos de la Revolución Francesa y algunas de sus reformas también fueron, de hecho, un paso atrás respecto de los logros revolucionarios.
Lo veo como un precursor de las dictaduras modernas en la forma en que concibió un Estado: le dio a Francia una forma de despotismo ilustrado enmascarado por una fachada de ideales democráticos. Creo que ésta era una forma novedosa de gobernar: a la gente se le daba la sensación de estar a cargo y podía expresar sus elecciones a través de elecciones, referendos y plebiscitos, pero el poder soberano real residía sólo en el gobernante; un sistema similar a las 'democracias soberanas' que vemos hoy, ¿verdad?
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