Orlando Figes: «Putin corre el riesgo de cargarse el mundo ruso en nombre del mundo ruso»

El autor de 'Los Europeos' publica un libro sobre los mitos sobre los que se mueve la política de Moscú

Orlando Figes, en el interior del edificio madrileño de la Fundación Juan March Ignacio Gil

Durante la época comunista se contaba un chiste que habría dejado con la mandíbula desencajada de tanto reír a George Orwell y a otros estudiosos de la desinformación: «El futuro de Rusia como país es indudable; lo que es más impredecible es su pasado». ... Esta es la máxima en torno a la que orbita el nuevo libro de Orlando Figes, 'La historia de Rusia' (Taurus), que analiza la proverbial capacidad que tiene la nación de Putin, Stalin y los Romanov para reinventar una y otra vez su pasado al ritmo de la ideología reinante.

Tras el éxito internacional de su libro 'Los Europeos', Orlando Figes (Londres, 1959) vuelve a la historia rusa, uno de sus temas predilectos, para explicar cómo los poderosos mitos del país se usan para justificar una cosa y también su contraria. «La obsesión por las figuras del pasado está presente en toda la sociedad. Lo simbólico tiene una importancia neurótica. En Rusia la política se discute en términos de historia», apunta el británico, que ayer participó en un acto de la Fundación Juan March.

—Desde fuera de Rusia la impresión es que los rusos no protestan, ¿están de acuerdo con Putin?

—Protestas hubo a inicios de la guerra, pero hay que tener en cuenta que salir a la calle con un cartelito que diga 'No a la guerra' o incluso con uno vacío puede suponer que te encarcelen durante quince años. Hay que entender la herencia del sistema estalinista, esas olas de terror que ha sufrido la sociedad rusa desde 1937. Es lo que yo denomino el miedo genético de los rusos. Generación tras generación aprenden a ser cautos. ¡Cuidado con quién hablas! ¡Cuidado con lo que dices! Esto tiene profundas raíces en la sociedad. Ni siquiera es necesaria la represión masiva.

—¿Hay una Rusia oculta que está en contra de la guerra?

—Hay una mayoría silenciosa que no está cómoda y que si hay un colapso militar o la economía sufre más puede fomentar una oposición, pero mientras tanto callarán. Si le preguntas a cualquier ruso por esta 'operación especial' te dirá que la apoyan. O simplemente no dirán nada para que el encuestador se vaya porque se sienten incómodos hablando en público sobre política.

—¿Apretará Putin el botón rojo si se siente amenazado?

—Se dice que los líderes de Ucrania no deben ceder al chantaje, que es una forma de fracaso, pero yo creo que hay que tomarse muy en serio la posibilidad del uso de armamento nuclear. Si tuviese que adivinar lo que se viene diría que la línea roja que no podemos cruzar es que Ucrania se lance a por Crimea con armas de la OTAN. En ese caso, se defenderían utilizando tácticas nucleares.

«Hay una historia ancestral de victimismo ruso anterior a Putin»

—Se dice que los rusos no están preparados para una democracia, ¿es cierto o es que no les han dejado nunca?

—Su experiencia de democracia tras 1991 fue para ellos muy traumática. Los gobiernos occidentales, el FMI y los asesores económicos impusieron una especie de terapia de choque de privatizaciones e hiperinflación que no podía acabar más que en desastre. Decir democracia era casi un insulto para los rusos. Muchos perdieron sus ahorros y su empleo con el colapso del sistema soviético. No fue percibido como una oportunidad para la democracia, sino como un simple cambio de élites. Si Putin desapareciera de la noche a la mañana y se formara algo parecido a una democracia, los rusos votarían por otro Putin. No porque culturalmente sean incapaces, sino porque es un error pensar en que la única forma de democracia es la de tipo occidental. Rusia es un territorio demasiado grande para un sistema democrático así.

—¿Le preocupa que vaya aumentar la rusofobia con la guerra?

—Sí, ahora hay muchísimo odio contra Rusia y contra los rusos. Y el uso del odio es peligrosísimo. Ucrania está utilizándolo porque hay mucha rabia, pero ese odio no va a ayudar a crear una Rusia alternativa a Putin, ni a entender las complejidades de su sociedad. Desde Occidente debemos ofrecer todo el apoyo que podamos a los elementos que hay en la sociedad capaces de establecer una forma de gobierno más democrática o, al menos, más pacífica.

—¿Rusia no tiene encaje en Europa?

—Rusia no ha logrado integrarse en la familia europea en parte por los motivos históricos que cuento en el libro y, en otra parte, por culpa de la Guerra Fría, que ha dejado aislado al pueblo ruso. Se ha percibido a Rusia como el perpetrador de todo el daño, los malos de la película, sin darnos cuenta de que ellos también son víctimas del sistema soviético. En cambio, los antiguos países satélites sí fueron vistos como víctimas y se pudieron reinventar como Estados nación, aunque nunca lo hubiesen sido. No voy a entrar en el debate de a cuándo se remonta la nación ucraniana, pero una cosa es segura: en la década de los noventa tenían una sociedad muy dividida. Ahora, a raíz de esta guerra se han convertido en una piña. Putin ha conseguido exactamente lo contrario de lo que quería. Al principio negó la existencia de la nación ucraniana, pero al atacarlos los ha convertido en una nación completa. Ucrania está más unida y es más fuerte que nunca gracias a Putin.

—¿Es genuino el odio del ruso medio contra Occidente?

—Entra en la ecuación una especie de complejo de inferioridad ruso respecto a Occidente. Esa sensación de que Europa nunca los ha aceptado como iguales. Ese complejo perdura sobre todo en las personas mayores que estaban durante la Guerra Fría. Las mitologías históricas de las que habla el libro alimentan la idea de que Ucrania ha caído bajo la mala influencia de Occidente, que ahora la usan como marioneta contra Rusia. No es algo que se haya inventado Putin. Hay una historia ancestral del victimismo ruso. El país siempre se siente vulnerable debido a esas fronteras tan difíciles de defender.

—En pocos años Rusia tendrá mayoría de población musulmana. ¿Encontrarán encaje en el relato nacional?

—Rusia se ha convertido en una puerta giratoria donde por un lado están saliendo las élites más favorables a los europeas, más democráticas y mejor formadas, y por otra entra una inmigración de Asia central y China que Putin considera más dócil y menos problemática. La guerra ha acelerado esta tendencia. Putin corre el riesgo de cargarse el mundo ruso en nombre del pueblo ruso.

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