Medjugorje: el misterio de las apariciones de la Virgen en la URSS que el Vaticano quiere resolver desde hace 43 años

En junio de 1981, seis niños dijeron haber visto a la Gospa en un monte cercano a este pueblo yugoslavo; desde entonces, y hasta ahora, la Santa Sede llamaba a la cautela

El Vaticano evita pronunciarse sobre si las apariciones de Medjugorje son auténticas o falsas

Iglesia y virgen de Medjugorje AGENCIAS

Fin a 43 años de controversia... O no. Este jueves, el Vaticano ha aprobado las peregrinaciones hasta Medjugorje, el pueblo de Bosnia y Herzegovina en el que, entre el verano de 1981 y la década de los noventa, cientos de personas confirmaron haber visto ... en repetidas ocasiones a la Virgen María. Aunque la Congregación de la Doctrina de la Fe no se ha pronunciado sobre la veracidad de las apariciones, sí ha explicado que no impedirá su culto debido a que «se han producido muchos frutos positivos» y «no se han difundido efectos negativos o de riesgo entre el Pueblo de Dios». Más leña al fuego a un enigma que ha provocado ríos de tinta y ha dado millones de visitantes a la región.

Misterio

La controversia arrancó el 24 de junio de 1981. Fue aquel día cuando seis chiquillos de entre 10 y 16 años dijeron haber visto a la Virgen en un monte en las cercanías de Medjugorje, un pequeño pueblo al sur de la actual Bosnia y Herzegovina, entonces Yugoslavia. Narra Paola Giovetti en 'Las apariciones de la Virgen María', editado en 1999, que el nombre de la urbe significa 'entre los montes', y con razón, pues «se ubica entre las montañas, sobre una llanura cársica cultivada de viñedos y tabaco». La población, añade la escritora, se dividía entonces entre musulmanes y cristianos; normal, pues la zona había estado bajo dominación turca antes del paso del catolicismo.

Fueron dos niñas con nombres y apellidos las que se toparon con la Virgen aquel día: Ivanka y Mirjana. Ambas habían salido a dar un paseo a la pendiente del monte Crnica cuando una luz las cegó. Tras el fogonazo llegó la santa, llamada Gospa en bosnio. A ellas se unieron después otros tres niños y jóvenes: Milka, Vicka e Iván. «También la vieron: una maravillosa joven señora con un niño entre los brazos, que les hacía señales para que se acercaran, pero no decía nada», añade la autora en su ensayo. Al día siguiente volvió la aparición, y ante una nueva espectadora: Ivanka. La chiquilla, que había perdido a su madre hacía dos meses, afirmó que aquella mujer la había consolado y le había prometido regresar.

Aquellos jóvenes se convirtieron en una suerte de profetas. Jornada tras jornada, el grupo se dirigió al monte para ver, según su propio testimonio, cómo la Virgen se les aparecía una y otra vez y hasta les consolaba porque nadie creyera sus relatos. «Bienaventurados los que no ven, y creen», cuentan que les espetó. La incredulidad no duró demasiado. Al quinto día, los chicos estaban acompañados ya por cientos de creyentes y contaban con el apoyo del párroco de Medjugorje, el padre Jozo Zovko, quien había sido muy crítico con el tema en un principio. Había arrancado la fiebre de las apariciones, vaya.

En un país comunista, acólito todavía de la Unión Soviética, la situación hizo estallar la espita de la controversia. En los días posteriores, cuando el fervor religioso se contagiaba entre unos y otros, la policía arrestó a los chicos y les obligó a pasar exámenes psiquiátricos para garantizar que no habían caído en la locura. A la par, la noticia se extendió y los primeros peregrinos empezaron a llegar a la región. Todo este entramado no hizo más que aumentar la tensión entre unos y otros. Las autoridades, temerosas, vallaron la zona en la que se había aparecido la Virgen y arrestaron al padre Zovko, convencido ya por entonces de que el testimonio de los pequeños era real.

Sobre el papel, Zovko fue acusado de influir a los niños, de convencerles de que el milagro no era fruto de su imaginación y de «atacar a la seguridad y a la unidad de la patria». Y pasó un año en prisión por ello tras superar un millar de vicisitudes. Por si no fuera poco, las autoridades impidieron la entrada al monte en el que, siempre de forma presunta, la Virgen se aparecía a los fieles. Aunque sirvió de poco, pues estos dijeron haber visto a la Gospa en diferentes enclaves cercanos y confirmaron que les había instado a clamar por la reconciliación y el perdón. La guinda fue la presunta curación milagrosa de algunos enfermos gracias a la Virgen.

Controversia

La controversia alrededor de Medjugorje estalló desde los primeros compases de esta estrambótica obra de teatro. En 1982, el obispo de Mostarm Mons (en cuya jurisdicción se hallaba el pueblo), Pavao Zanic, organizó una comisión para investigar los sucesos. Fue la primera de tres. Dos años después, el fenómeno se había extendido por toda Europa y parecía incontrolable, como publicó ABC: «De nada han servido las precedentes llamadas a la prudencia de los obispos locales, y especialmente del obispo Zanic. El fenómeno ha desbordado cualquier previsión y ahora, tanto los obispos de Yugoslavia como la Comisión eclesiástica investigadora, han decidido reiterar su llamada a la prudencia».

El tema era controvertido. Ese mismo año, la comisión encargada de investigar el suceso recordó a todos los feligreses que «ni los videntes ni los operadores pastorales» tenían permiso oficial del Vaticano para «hacer declaraciones al público o a la Prensa sobre el contenido de las supuestas apariciones y las presuntas curaciones milagrosas». A su vez, el grupo lamentaba a través de un comunicado realizado desde la Santa Sede que se hubieran difundido estas noticias «sin que se haya adoptado la documentación científica necesaria sobre el estado de salud de los enfermos antes y después de la curación». La ambigüedad fue el discurso oficial; ni blancos ni negros.

Tras la disolución de la URSS, en 1991, las autoridades eclesiásticas locales remitieron el asunto al Vaticano. Y, cuatro años después, el entonces arzobispo Tarcisio Bertone, al servicio del cardenal Ratzinger, solicitó a las parroquias y diócesis católicas que no organizasen peregrinaciones a Medjugorje. Lógico, pues hacerlo implicaba un apoyo tácito. La posición no cambió en 2004, cuando el arzobispo de Viena viajó a la región para estudiar lo sucedido. «La congregación de la doctrina de la fe, de la que soy miembro, ha confirmado dos veces lo mismo. La fórmula empleada por los obispos de Yugoslavia en la época fue la de 'no constatación de sobrenaturalidad', lo cual ni excluye ni afirma la sobrenaturalidad», explicó.

Desde entonces, y hasta la actualidad, la realidad es que millones de personas de todos los continentes han visitado Medjugorje para vivir una experiencia sobrenatural. ABC ha contactado con un feligrés que dice haber viajado a la zona en los últimos meses. Aunque prefiere mantenerse en el anonimato, suscribe que el lugar es «muy espiritual» y que «sintió algo especial después de la peregrinación». Afirma que volvió cambiado y que, para él, supuso un antes y un después. Aunque sostiene también que la zona se ha turistificado hasta el extremo. «Había mucha gente, muchísima, que buscaba sentir el misticismo que se vive allí», finaliza.

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