De un Kruschev «manchado de sangre» a un Putin «desquiciado»: el descenso a los infiernos de los líderes rusos
Max Hastings analiza en ABC a los dos líderes rusos que han estado al borde de una guerra nuclear: el uno en 1962, y el otro en la actualidad
Max Hastings desentraña en ABC los «estúpidos errores» que pudieron provocar la destrucción atómica del mundo en 1962
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Iniciar sesiónLos grandes líderes se forjan en las crisis. Y no en las de medio pelo, sino en aquellas que ponen al mundo al borde de la catástrofe. Así lo confirma a ABC Max Hastings, el antiguo director de 'Daily Telegraph', columnista de 'The Times' y ... autor de más de treinta ensayos históricos. El británico, que presenta estas semanas 'La crisis de los misiles de Cuba 1962' (Crítica), habla con la sabiduría que le da haber elaborado un ensayo de casi mil páginas sobre este episodio. Y dispara con bala de cañón contra un Vladimir Putin al que considera ególatra y alejado de la realidad. Nada que ver, o eso esgrime, con Nikita Kruschev, un tipo «manchado hasta el cuello de sangre» por la guerra y que cometió el error de enviar cabezas nucleares a Cuba, pero que tuvo la gallardía de retirarse cuando la amenaza de una guerra nuclear arreció sobre el globo.
–¿Existen posibilidades de que estalle una guerra atómica?
Ninguna crisis se repite siempre de la misma manera. El peligro de una guerra nuclear es mucho menor que en 1962; entonces sí era palpable, y con consecuencias desastrosas para el planeta. Pero eso no implica que la situación no sea peligrosa. De hecho, lo es mucho más. Aunque Kruschev era el líder indiscutible de la Unión Soviética, respondía ante el Politburó y ante el Kremlin; y, hasta donde sabemos, Putin no responde ante nadie. Yo sugiero que, aunque Kruschev no tenía educación, era mucho más sofisticado y sabio que Putin.
–¿La hubo entonces?
Algunos historiadores argumentan que el riesgo no fue tan grande porque ni Kruschev ni Kennedy querían una guerra nuclear. Yo soy partidario de que el riesgo de que se produjera por accidente era grandísimo. Si los Estados Unidos hubieran atacado o bombardeado Cuba, cosa que estuvieron muy cerca de hacer cuando supieron de la llegada de los rusos, hubieran tenido un problema porque desconocían que había armas nucleares tácticas en el país. Y no creo que los comandantes de la URSS hubieran aceptado la derrota sin usar ese arsenal.
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–¿Cree que se lanzarán armas nucleares?
Algunos conservadores dicen que es un farol, pero en la era de las superpotencias armadas nuclearmente lo veo posible. Lo que me parece es una idea pésima. Solo lo hará si los ucranianos toman Crimea o algún territorio vital. El problema es que una cosa así cambia el juego por completo. A partir de entonces aumentan de forma exponencial las posibilidades de que otro líder mundial haga lo mismo y comience el caos.
–¿Mantienen las armas nucleares la paz?
Las armas nucleares controlan la conducta de grandes potencias desde su creación. El problema es que, si caen en manos de gente que se comporta de forma irresponsable, podemos ser destruidos en cuestión de horas. Sí es cierto que, en la práctica, suponen una restricción al comportamiento de los líderes de todas las superpotencias. En 1962 ya entendimos que debía haber límites.
–¿Cómo es posible que, desde 1945, no se hayan utilizado bombas atómicas?
Es casi milagroso que, desde Hiroshima y Nagasaki, incluso los dictadores más locos hayan dudado.
–¿Una comparativa entre Kruschev y Putin?
Son personajes muy diferentes. Kruschev venía de un trasfondo muy humilde –no se había leído un libro en su vida–, se había formado en la experiencia bolchevique y había visto morir a miles de personas en las guerras mundiales y en las purgas. Nadie era protegido de Stalin sin estar manchado de la sangre hasta el cuello. Quizá por ello parecía entender lo que significaba el riesgo. Putin, aunque tuvo una educación mucho mayor, es infinitamente menos estable. La gente pensaba que Kruschev estaba loco, pero en realidad se comportó de forma bastante racional. No creo que Putin lo hiciera igual.
–¿Cuál prefiere?
Aunque estaba manchado de sangre por la guerra, Kruschev era más sabio que Putin hoy.
–Afirma que Kruschev fue cauto...
Sí. Es cierto que se arriesgó a la hora de introducir los misiles en Cuba y que no esperaba que nadie se percatara de ello hasta que él mismo lo desvelara. No obstante, llegó a la conclusión de que el mundo no podía arriesgarse a una guerra nuclear y terminó por claudicar ante Estados Unidos y retirar los misiles.
–Uno de los grandes misterios de la crisis es por qué los Estados Unidos no se enteraron de la llegada de los misiles hasta Cuba hasta varias jornadas después
La administración Kennedy intentaba desescalar la confrontación con la URSS, no se quería provocar a los rusos ni a los cubanos. Pero, en octubre, algunos vuelos de reconocimiento descubrieron que había barcos soviéticos llegando a la isla. Nadie sabía que cargaban a 43.000 soldados y armamento pesado, se pensaba que era otra cosa. Fue el primer fallo de inteligencia. Algunos exiliados cubanos habían advertido de que los buques soviéticos no transportaban equipos agrícolas, pero no les creyeron. Lo que no debemos obviar es que, durante cualquier crisis, solo el 10% de la información de inteligencia es verdadera, y los gobiernos no saben cuál.
–¿No son útiles entonces los servicios de inteligencia?
Todos los gobiernos deben confiar en su inteligencia, pero cualquier gobierno que confíe en ella de forma ciega se va a meter en un lio. Ejemplos los hay a pares. En 2002, la CIA confirmó que había armas de destrucción masiva en Irak, y resultó no ser así. Los fallos se suceden una y otra vez. No es una pérdida de tiempo, pero hay mucha más gente estúpida en los servicios secretos que inteligente.
–¿Fueron cautos los generales norteamericanos después de que se conociera la llegada de los barcos soviéticos a Cuba?
No. Fueron los que peor se comportaron. Creían que era posible tener una victoria absoluta y anhelaban invadir Cuba. Fueron estúpidos. Pero Kennedy entendió que, si no querían arriesgarse a una guerra nuclear, cosa que él no barajaba, había que negociar con la Unión Soviética. En parte hay que entenderles; venían influidos por la victoria norteamericana en la Segunda Guerra Mundial. Hoy, como entonces, debemos asumir que Rusia pervivirá. La de Putin es una realidad incómoda, pero no podemos hacer que se vaya.
–¿Quién hizo de dique de contención de esa facción de militares?
Kennedy. Sus generales le insistieron en que debía destruir las bases soviéticas en Cuba y, después, invadir la isla. Y él se mostró partidario de ello en principio. «Probablemente tendríamos que bombardearles», afirmó. Pero, después de seis días de deliberaciones, entendió que era un riesgo innecesario para el mundo. Mientras los soviéticos se comportaron de una forma muy estúpida, él mantuvo la compostura. En parte, por lo que había ocurrido en Bahía de Cochinos.
–Parece que había muchos estúpidos...
No debería sorprendernos la capacidad de las grandes naciones de comportarse de forma estúpida. Hoy sucede lo mismo. Rusia nunca había estado en una situación tan próspera hasta hace poco. Un ejemplo es que el PIB se había duplicado gracias al aumento del precio del petróleo. Pero entonces llegaron a la conclusión de que un par de guerras podrían restaurar sus glorias pasadas. El resto es pasado.
–Uno de ellos, según afirma, fue Kruschev.
Sí. Al menos en principio. Kruschev creyó que situar los misiles en Cuba mejoraría la posición estratégica de los soviéticos. La URSS no tenía ningún misil de largo alcance, pero sí de medio y corto. Él pensó que eso cambiaría la ecuación sobre el tablero internacional. Robert McNamara, entonces Secretario de Defensa, le caló. Dijo que la crisis no era estratégica, sino política. Estaba convencido de que la superioridad americana era palpable, pero entendió que lo quería el líder soviético era desafiar a los Estados Unidos de manera pública, y nada más.
–¿Qué opinaban el resto de potencias internacionales?
Desde Inglaterra se pensaba que todo aquello era exagerado. Europa había vivido bajo la amenaza de los misiles soviéticos durante años, y habían aprendido a soportarla. De hecho, los americanos habían puesto misiles en Gran Bretaña, Italia y Turquía. ¿Qué diferencia había?
«Los generales soviéticos entendieron que, si se diera una guerra nuclear, la URSS la iba a perder. Los americanos tenían un ratio ojivas nucleares de 17 a 1»
–Parece que McNamara llevaba razón. Una vez descubiertos los misiles, la crisis apenas se extendió 13 días. Tras ellos, Kruschev retiró las armas...
Los generales soviéticos entendieron que, si se diera una guerra nuclear, la URSS la iba a perder. Los americanos tenían un ratio ojivas nucleares de 17 a 1. Era imposible vencer. Además, Estados Unidos comenzó a movilizar tropas y a prepararse para la guerra. Al menos, de cara a la galería. De puertas para adentro, Kennedy había apostado por la cautela. Es curioso, pero lo que precipitó que Radio Moscú informara públicamente de que los rusos se marchaban era que sus servicios de inteligencia les habían confirmado que iba a comenzar la invasión de Cuba.
–¿Influyó Fidel Castro en la retirada?
Más o menos. Cuando Castro logró el poder, los rusos estaban enamorados de él. Les recordaba a los revolucionarios bolcheviques de 1917. Kruschev envió armas, respaldó esas guerrillas... Pero la crisis de los misiles lo cambió todo. El líder cubano le envió una carta en la que le pidió que, si los americanos le invadían, no dudase en mandar un ataque nuclear contra los Estados Unidos. El soviético tuvo una crisis y entendió que su par estaba cegado por el fervor revolucionario y no se daba cuenta de lo que significaba una guerra nuclear. Eso le hizo entender que Castro era un irresponsable y le hizo ceder. Putin, a cambio, se ha metido en un lío que destroza dos países, y no parece importarle.
–Se dice que Castro insultó a Kruschev cuando se enteró de la retirada...
Sí, 'maricón'. Creía que le había traicionado a él y a la revolución rusa.
–¿Acabó aquello con la carrera política de Kruschev?
Su comportamiento le puso en ridículo y el Politburó se propuso acabar con él. Aunque tardaron casi dos años en hacerlo.
–¿Cuál es el mayor mito de la crisis de los misiles que ha roto?
Lo que traigo a la fiesta es que no creo que haya grandes revelaciones secretas que descubrir, pero que sí se puede analizar el hecho desde nuevas perspectivas. Los historiadores americanos escriben desde su propia cultura, yo lo hago desde el respeto a los cubanos y a los rusos. La mayoría de los expertos norteamericanos asumen que Estados Unidos tiene algún tipo de derecho de decisión sobre lo que sucede en la isla por mera cercanía geográfica, y eso es estúpido. No es más que otra forma de colonialismo.
–¿Es lo que ha pasado con Rusia y Ucrania?
Sí. Hace poco, un entrevistador americano me dijo que EEUU tiene derecho a decidir qué pasa en Cuba porque se halla a las puertas de su casa. Le dije que era el mismo argumento que esgrime Putin con Ucrania, y que no era aceptable. La respuesta me sorprendió: 'Pero nosotros somos los buenos'. Eso creemos, peor en otros lugares del mundo pueden pensar lo contrario.
–¿Cómo se encuentra?
Me estoy haciendo muy, muy viejo. Ahora escribo libros más finos. Estos meses estoy con un libro corto sobre una operación británica en 1942. Cuando tienes 77 años, a no ser que ses Henry Kissinger o alguien así de inteligente, no puedes pensar tan rápido. Hace 15 años me sentía capaz de dar forma a grandes libros sobre grandes temas; en la actualidad, creo que es importante reducir. A veces miro los ensayos que escribía y me impresiono. ¿Cómo podía hacer eso? La realidad es que ya pienso más despacio. Me siento agradecido de poder escribir, pero admito mis limitaciones.
–¿Queda Max Hastings para rato?
Seguiré escribiendo hasta que pueda.
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