Un historiador nos desvela los errores históricos del tráiler de 'Gladiator 2': «Los hay, pero no seamos fundamentalistas»

Arranca el profesor con su disertación; viene con ganas de marcha. En sus palabras, la 'Gladiator' original se centraba en un momento turbulento. «Una de las grandes debilidades del Imperio romano, quizá la mayor, es que nunca resolvió la cuestión sucesoria. Casi siempre hubo problemas más o menos violentos. La película comenzaba a la muerte de Marco Aurelio primero, y cubría el reinado de su 'malvado' sucesor Cómodo», explica.

Aunque, antes de seguir, no puede evitar dar un tironcillo de orejas al que es uno de sus directores predilectos: «¡Por cierto! Este último no murió en el Coliseo presa de Máximo Décimo Meridio, sino asesinado por Narciso en el 192 d.C.». Va sin acritud... A lo largo del 193, sostiene, reclamaron la poltrona un total de cinco emperadores; cuatro de ellos duraron un suspiro, y fue el quinto, Septimio Severo, quien se dilató más en el cargo. «Cuando falleció, en el 211 d.C., dejó el Imperio a sus dos hijos: Caracalla y Geta», completa. Y no le parece que fuera buena idea.

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Rubén García

Es justo ahí, una vez más durante una crisis sucesoria, donde arranca 'Gladiator 2': con los buenos –o no tan buenos– Caracalla y Geta. «En concreto, comienza unos veinte años después de la muerte de Cómodo», añade. Y, como Scott no da puntada sin hilo, cuenta con un hilo transmisor. «El protagonista, representado por Paul Mescal, es Lucio Vero II, ese niño que aparecía en la primera entrega. Era hijo de Lucila, hermana de Cómodo e hija a su vez de Marco Aurelio», sostiene. ¿Existió de verdad?, preguntamos al profesor. Y sí, pero no como lo muestra el director. «En realidad desapareció mucho antes de la historia. Murió joven», anota. Una licencia más que se toman desde la gran pantalla. Aunque, en palabras de Quesada, admisible.

El argumento se centra en él. «Le ubican viviendo de forma pacífica en Numidia», explica. Allí, al otro lado del Mediterráneo, un general romano llamado Acacio –Pedro Pascal– asalta su casa y hace que termine como gladiador. ¿Les suena? A Quesada, desde luego. Y no es la única similitud con la que se ha topado. «La némesis de la primera es Cómodo, que mata a su padre. En esta, son Caracalla y Geta. También hay un lanista, que es el encargado de entrenarle y utilizarle, como pasó en la primera 'Gladiator'». Por parecerse, se parecen hasta las escenas... «Hay una pelea en un anfiteatro provincial que es similar a otra de la primera parte. Y una lucha en la que Lucio, combatiendo como 'dimachaerus' –con dos espadas– corta la cabeza a un enemigo; eso es algo que ya había hecho también Russell Crowe; o la visita de Lucila a la cárcel… Son iconos de la vieja película», completa.

Ejemplos los tiene a pares, y promete hallar más cuando se estrene 'Gladiator 2'. Con todo, algo que le preocupa más que estas similitudes es que la película caiga en ciertos maniqueísmos. «Caracalla, por ejemplo, ha tenido mala fama, pero también fue el constructor de las grandes termas de la capital y el que promulgó la 'Constitutio Antoniniana'. En la práctica, entregó la ciudadanía romana a todos los hombres libres del Imperio», explica. Y añade un detallito más que, espera, no se lleve a la práctica: «Hay un momento en el que Paul Mescal dice que Roma debe caer. Esa frase implica que la ciudad se ha convertido en el enemigo, en el imperio de la Guerra de las Galaxias. Ningún general habría querido acabar con Roma, sino tomar el poder», completa.

Ha llegado el momento. Tras analizar el argumento, Quesada sabe que toca pasar por caja. ¿Ha detectado algún error histórico en el tráiler?, inquirimos. Él resopla. «Sí, los hay». Pero, antes de continuar, nos advierte de forma vehemente: «A mi no me importa que estas películas sean especialmente precisas históricamente. El cine no es un documental, es un espectáculo, y lo que debemos hacer es disfrutarlo». Nos pone un ejemplo: un ensayo histórico popular puede vender unos miles de ejemplares en España. A cambio, un largometraje como el que presenta estos días Scott cautivará a decenas o cientos de millones de personas. «¿No sería mejor que los profesores nos aprovechemos de ello para dar a conocer más estas épocas históricas?». La pregunta es retórica.

Aunque no está de más señalar las imprecisiones para que el público las conozca. Y una de ellas se da con la famosa naumaquia celebrada en el Coliseo. «Era un espectáculo entre la gladiatura y la guerra naval en el que había cientos, incluso miles, de remeros y combatientes. Luchaban unos contra otros en buques», explica. El profesor confirma que hay pocas de ellas documentadas en las crónicas; lógico, ya que eran muy caras. «La primera de la que tenemos constancia la organizó Julio César en el 46 a. C., cuando ni siquiera existían anfiteatros», suscribe. La clave es que no se sucedió en el mismo corazón de la capital. «Mandó excavar, llenándolo con agua del Tíber, un lago artificial. Ahí fue donde se hizo. Las fuentes hablan de más de 6.000 hombres y barcos traídos desde el mar», añade. Una locura.

Octavio Augusto, su sucesor, hizo lo propio cuando gobernó. En su caso, con treinta navíos. Y poco después le tocó el turno al emperador Claudio, quien la orquestó en el 52 d.C. en el lago Fucino. Veinte años después Vespasiano construyó el Coliseo y organizó una naumaquia en su interior para inaugurarlo. «Frente al lago de Augusto, que medía unos 500 por 300 metros, aquí el espacio apenas superaba los 80 por 50 metros. Era una suerte de gran estanque», sostiene. Las batallas navales que se pudieron ver en este recinto fueron, por tanto, menos espectaculares que sus hermanas mayores, con apenas unos pocos bajeles a escala reducida.

La clave, insiste Quesada, es que las naumaquias dejaron de celebrarse en el Coliseo en una fecha temprana. «Domiciano, nacido en el siglo I d.C., construyó una serie de túneles subterráneos en la arena para albergar a los animales y a los esclavos. A partir de entonces se dejaron de hacer allí porque el suelo corría peligro de derrumbarse por filtraciones y el peso del agua», completa. ¿Y cuándo está ambientada 'Gladiator 2'? Más de un siglo después: a principios del III d.C. «Se siguieron haciendo, desde luego, pero en lagos artificiales o en algunos anfiteatros provinciales. Trasladarlas de la ribera del Tíber, en la 'naumaguia vaticana', donde era factible que se sucedieran, al Coliseo es una licencia. Y no me parece mal», destaca Quesada.

De hecho, está convencido de que no es un error de bulto. «Scott tiene acceso a los mejores expertos. Sabe lo que hace, y quiere ganar en espectacularidad, proporciona lo que el espectador espera», finaliza.

Pero no son las naumaquias las que quitan el sueño a los espectadores estos días. O no solo. «Hay algo por lo que me pregunta todo el mundo, incluso mi mujer», explica Quesada. El experto se refiere a una escena del tráiler en la que se aprecia como un grupo de gladiadores se ve enfrentado a un feroz y enorme rinoceronte... ¡montado por un jinete armado como una especie de murmillo, un tipo de gladiador! ¿Realidad o ficción? Al parecer, ambas cosas. «Desde las guerras púnicas, los magistrados romanos ya habían trasladado desde África hasta la capital animales exóticos como jirafas, leones y elefantes. Plinio nos cuenta que Marco Escauro, por ejemplo, llevó a Roma 150 leopardos, un hipopótamo y cinco cocodrilos», explica el autor. Y eso, suscribe, fue entre dos y tres siglos antes de la época que recrea la película.

Tampoco era extraño que el Coliseo acogiera batallas como las que representa 'Gladiator 2'. De ellas sabemos hasta el nombre: 'venationes'. «Emulaban escenas de cacerías. En ellas, gladiadores armados se enfrentaban a un león, a un leopardo... Aunque a veces también eran exhibiciones de animales que luchaban entre sí», destaca. A su vez, estas bestias se utilizaban para ejecutar a condenados a muerte en la arena «Ya que iban a morir, daban espectáculo», completa Quesada.

Hasta aquí, bien. Lo que escuece es que Scott monte a un gladiador encima de una de estas bestias. «No, no se podía domesticar un rinoceronte salvaje», explica. Pero, una vez más, entiende qué es lo que pretende Scott con ello: «Quiere evocar la magia, la maravilla, el impacto que causó a los romanos ver aquel animal. Como nosotros estamos más acostumbrados a verlos, lo exagera».

Vaya si hay material para unos minutos de tráiler, y promete más Quesada. Pero, antes de despedirse, repite la idea que ha replicado durante toda la entrevista: «No hay que ser fundamentalista y enfadarse porque nos parezca una estupidez que Scott represente una naumaquía en un año equivocado o monte a un gladiador en rinoceronte. ¿Es una imprecisión histórica o una imposibilidad? Sí, igual que admitimos los dragones de 'Juego de Tronos' que reflejan bien las luchas de poder tardomedievales. Pero debemos verlo como una ficción».