Los EE.UU. que no quieren tirar estatuas de España
Más allá de los radicales que tiran estatuas y llaman genocidas a los conquistadores, existe otra sensibilidad en Norteamérica, una que quiere redescubrir las raíces hispánicas en las que se cimenta una nación donde sesenta millones de personas hablan castellano
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Iniciar sesiónArrojadas al agua, decapitadas, tiradas al suelo, pintadas, tapadas, amordazadas… El sadismo escultórico alcanzó al otro lado del charco cotas que harían sonrojar a vándalos, alanos y suevos. Hoy, se podría caer en el chiste de que no se tiran tantas estatuas como ayer porque, ... simplemente, no quedan más estatuas en pie, pero no es cierto. Solo en honor a Cristóbal Colón hay 149 monumentos en EE.UU., una cantidad únicamente superada por personajes capitales como Abraham Lincoln y George Washington. Y hubo más. Desde el año 2008, al menos cuarenta estatuas del descubridor de América han sido destruidas o retiradas, según datos recogidos por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), en una furia contra los símbolos históricos que parece haber amainado o, al menos, pasado a un segundo plano.
«Ya empiezan a parar los radicales porque tienen mejor relación con la administración, con esas autoridades que por miedo a que tiren las estatuas prefieren quitarlas con la excusa de que no las dañen. Lo malo es que lo que hicieron no tiene vuelta atrás», explica Alfonso Borrego, estadounidense de sangre hispana e indígena, que está al frente de la Asociación Cultural Heritage Society del Camino Real de Tierra Adentro, un grupo que reivindica la importancia de la presencia española en el sur del país. Los ataques contra los símbolos históricos vivieron su auge coincidiendo con la muerte de George Floyd, un afroamericano que falleció en la ciudad estadounidense de Mineápolis el 25 de mayo de 2020 a manos de la Policía, cuando corrientes progresistas aprovecharon el suceso para arremeter contra todos los monumentos coloniales.
Contar la verdad
«En España no se comprendió bien lo ocurrido y se generalizó. En realidad, fue un escándalo político interno que se usó para erosionar el poder de Trump. Tiraron estatuas sin tener ni idea de quiénes eran los personajes, solo les dijeron que eran opresores, racistas, que había que derribarlos. La mayoría ni siquiera saben que Colón es español. ¡A ellos les enseñan que es italiano!», afirma Jorge García, un historiador español afincado en Texas, donde investiga las huellas de San Antonio.
Si hay tantas estatuas de Colón en el país no es tanto por su identidad española como porque la comunidad italoamericana, muy influyente en muchos estados, reivindica al navegante como compatriota suyo. Ni en Chicago ni en Nueva York, dos ciudades con impronta italiana, han accedido a reemplazar el Día de Colón por el Día de los Pueblos Indígenas, como ha proclamado el presidente Jon Biden.
Además, la figura del descubridor se popularizó el siglo XVIII como representante del espíritu emprendedor de los americanos, un verso suelto, un héroe de la modernidad que se había opuesto, como ellos, a las monarquías. «El caso de Colón ha sido una figura heroica en EE.UU. desde hace siglos a diferencia de los conquistadores, pero en un sentido, como en las repúblicas de Hispanoamérica, más bien antihispano. No deja de ser curioso que los españoles se irriten ahora porque tiren unas estatuas que nacieron en su momento contra ellos», recuerda entre risas Jorge Cañizares Esguerra, catedrático de la Universidad de Texas.
Si la historia de España se ha visto tan salpicada por los ataques anti colonialistas es porque, simple y llanamente, está más presente en la identidad de EE.UU. de lo que algunos quieren y pueden reconocer. La geografía del país está repleta de nombres en español y los emblemas de sus estados, como en el caso de las banderas de Alabama, Arizona, Montana, Nuevo México, Florida o Arkansas, cebados de referencias al imperio que en su día exploró y controló tres cuartas partes de Norteamérica. El mismo que luego contribuyó de manera decisiva a que las Trece Colonias se independizaran de Inglaterra. Por no hablar de los muchos personajes cruciales en la historia de las barras y las estrellas que tienen procedencia española, como el hombre que puso la primera piedra de la Casa Blanca, el navarro Pedro de Casanave, o el cartógrafo Bernardo de Miera y Pacheco, que alumbró muchas regiones desconocidas en los mapas.
«No más, sin insultar; contamos algo que basta con abrir los ojos para saber que es cierto»
Los lazos entre España y EE.UU. son gigantes, imposibles de ignorar, y, al mismo tiempo, invisibles para quienes mantienen los ojos bien cerrados. Borrego, descendiente del jefe apache Gerónimo, considera que la única manera de «corregir lo que les han metido durante años en la cabeza» no es el combate, sino la cultura: «Nuestra asociación no está en la pelea de la leyenda negra. Nosotros contamos la verdad histórica de lo sucedido. No más, sin insultar; contamos algo que basta con abrir los ojos para saber que es cierto».
En esto coincide García, que al trabajar como profesor de una escuela de San Antonio conoce bien las carencias históricas del americano medio: «No saben nada de la historia española. Como mucho, los estudiantes descubren por su genealogía que sus antepasados fueron españoles y se ponen a investigar». En la ciudad texana trabaja junto a otros amantes de la historia para lograr que fray Antonio de Olivares tenga allí una estatua. El ayuntamiento, de signo demócrata, les apoya en «una muestra de la distorsión política que hay sobre este tema, pues los demócratas de California están quitando estatuas al misionero fray Junípero mientras, por ejemplo, en San Antonio este mismo partido ve bien ponérsela a otro misionero», comenta.
La cruzada contra estatuas y placas de conquistadores y misioneros ha entorpecido lo que es un proceso abierto por redescubrir el legado español cuando, con la población hispana en imparable auge y el idioma extendiéndose por sus fronteras, es más necesario que nunca. «Hay directamente inmigrantes cubanos que viven con orgullo que sus padres o sus abuelos fueran españoles, de Galicia o de Asturias», sostiene el hispanista Richard Kagan. Este profesor emérito de Historia de la Universidad John Hopkins alerta de que ciertos grupos no han perdido las ganas de arrojar a los conquistadores por la ventana: «Lo que pasa es que ahora la furia ha bajado con el fin de la pandemia, pues la gente ha vuelto al trabajo y no le sobra el tiempo», bromea.
Hasta se puede decir que el interés por las raíces españolas se ha incrementado al tirar las estatuas, pues el pasado se ha colocado en el foco del presente. «Estamos percibiendo que cada vez hay más personas interesadas en conocer y reivindicar el origen de la herencia hispana y que ven la Hispanidad como una oportunidad de encuentro. Estamos ante un cambio de tendencia. La Hispanidad ha dejado de ser un concepto tabú», señala Daniel Ureña, director del 'think tank' The Hispanic Council, que trabaja en ambos lados del Atlántico coordinando actividades en este sentido. «Cada año nos llegan diferentes iniciativas, desde profesores que enseñan el legado español a los estudiantes a autores anglosajones que publican un libro reivindicándolo. Día a día vemos a través de las redes cómo en diferentes zonas de Estados Unidos más y más personas anónimas investigan y quieren conocer más», advierte.
¿Latinos o españoles?
Estados como California, Nuevo México o Florida tienen enormes poblaciones hispanas que reivindican una identidad más allá de la cultura anglosajona que se enseña en los colegios y en las universidades. En este ámbito se mueve Michael Francis, un profesor de la University of South Florida (USF) que, ante la falta de conocimientos que se encontró entre sus alumnos, impulsó el proyecto LaFlorida.org para el aprendizaje sobre este periodo. «Se trata de acercar los documentos a la gente de lo que era un territorio fronterizo con una población increíblemente diversa, una historia que puede hacer cambiar la impresión que se tiene sobre el pasado de Florida», asegura Francis tras diez años de trabajo.
El proyecto consiste en recopilar y subir a la web toda la información posible sobre la vida, oficio y aventuras de los habitantes de lo que fue este territorio español que tenía su corazón en San Agustín, la ciudad más antigua de todo el país y también la más española. «En San Agustín sienten orgullo por el legado español y a nadie se le ocurriría tocar las estatuas de Menéndez de Avilés y Ponce de León, que decoran sus plazas», apunta.
«España no cuenta para interpretar el pasado más allá de lo que reivindiquen los latinos, que es una comunidad pobre, variada, con poco poder político y casi siempre marginal»
Cañizares Esguerra
Para Cañizares Esguerra, el obstáculo que impide que estos esfuerzos locales se puedan materializar en algo más grande es el escaso calado político de los hispanos en el país: «Aquí España no importa nada, lo que importa es el pasado latino, donde sí tienen sitio los misioneros de California o los conquistadores de Nuevo México. España no cuenta para interpretar el pasado más allá de lo que reivindiquen los latinos, que es una comunidad pobre, variada, con poco poder político y casi siempre marginal». En una sociedad monopolizada por la dualidad de blancos y negros, el hispano está atrapado entre dos fuegos. Su población no corresponde con su peso político y, en todo caso, tampoco está claro que tengan interés en congraciarse con la Madre Patria.
Al otro lado del océano algunas palabras significan cosas opuestas que en Europa. Para muchos miembros de esta comunidad la identidad latina se vincula en exclusiva con la cultura indígena y no con la civilización que dio forma al continente durante tres siglos. «La verdad es que no hay un interés particular en España. Yo traté de enseñar en dos ocasiones el curso 'Spain in the Southwest' y no se apuntó ni un alumno, mientras la clase de 'Latinxs in the US' atrae todo tipo de estudiantes. Se trata de una cuestión de imagen, la de España está indefectiblemente ligada a los tópicos de la leyenda negra: crueldad, abusos, genocidio», opina Javier Torre Aguado, catedrático de Literatura española en la Universidad de Denver.
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Los latinos podrán discutir por su historia o por sus raíces, pero inevitablemente lo harán siempre en español. Se estima que casi 60 millones de hispanohablantes viven en Estados Unidos, y que de estos alrededor de 45 millones hablan español en sus hogares, según la Oficina del Censo de EE.UU. «La población hispana es muy compleja, pero todos ellos son conscientes sin remedio de que el idioma que hablan viene del español. Una cuestión por resolver en EE.UU. es cómo tratar a ese idioma que, digamos, ya era indígena en el sur del país antes de que surgiera la nación. ¿Es una lengua originaria del país o es una lengua que han traído los inmigrantes hace poco?», se pregunta Kagan. Lo que unió el idioma, ni siquiera lo puede separar la falsificación de la historia.
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