Dezinformatsia: el complejo sistema para generar bulos creado por Lenin que todavía usa Putin
Esta estrategia fue creada tras por los soviéticos tras la Revolución rusa es utilizada hoy en día por Putin en la guerra de Ucrania y ha influido en los gobiernos de numerosos países
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Madrid
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Iniciar sesión«Los hombres no encuentran la verdad, la construyen, como construyen su historia». Cuando el historiador francés Paul Veyne escribió esta sentencia a finales del siglo XIX en su ensayo '¿Creían los griegos en sus mitos?' (Granica, 1897), los bulos en la prensa ya tenían ... unas cuantas décadas de historia. Se cree que la primera historia que se inventaron los periodistas fue publicada por el diario 'The Sun' en marzo de 1835. Y no fue solo un artículo, sino más de seis en diferentes días sobre el mismo embuste. Su impacto fue tal que, incluso, las cabeceras españolas se hicieron eco de él y lo bautizaron como «La gran mentira de la Luna».
'The Sun' aseguraba que un científico británico llamado John Herschel había avistado vida inteligente en el satélite de la Tierra gracias a su potente telescopio. La noticia se extendió a toda velocidad por Estados Unidos y Europa, haciendo que millones de lectores de otros muchos periódicos la creyeran. El diario madrileño 'El Español' contó: «Se veían pequeños grupos de árboles de cuantas especies son imaginables esparcidos por toda la lujosa extensión del hermoso recinto».
El bulo se construyó con sumo cuidado. La primera noticia del periódico neoyorquino hablaba del gigantesco telescopio con el que Herschel había distinguido insectos desde un observatorio de Sudáfrica. Dos días después, el científico ya había observado una gran variedad de vegetación lunar y una especie de castores bípedos que vivían en cuevas y dominaban el fuego: «Llevan a los niños en brazos como cualquier humano y sus chozas están mejor construidas que las de muchas tribus de humanos salvajes», explicaba. El periódico incluía, además, ilustraciones de esas escenas para hacer más verosímil la gran exclusiva.
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Fue el primer bulo de una indecorosa tradición que ha llegado hasta nuestros días, tal y como ha denunciado ABC en las últimas semanas, con titulares como estos: 'El gobierno crea sus propios bulos y los desmiente', 'Pedro y la fábrica de bulos' y 'Podemos llevará su propia ley de desinformación en plena ofensiva de Sánchez contra los medios'. El mismo director de este diario, Julián Quirós, reivindicó la independencia de la prensa, en un desayuno informativo organizado por Nueva Economía Fórum y Telefónica este martes: «El poder no es nadie para decidir qué es bulo o qué es desinformación».
La era soviética
En 2017, otro artículo hablaba de la desinformación promovida durante el referéndum ilegal de independencia en Cataluña: 'La prensa internacional destapa los bulos e imágenes falsas del 1-O'. Un año antes, la víctima fue Hillary Clinton, candidata en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, a quien los bulos difundidos durante la campaña por parte de los republicanos provocaron la victoria de Donald Trump. «Las 'fake news' pueden tener consecuencias en el mundo real», advirtió la representante demócrata un mes después.
Si atendemos a la historia, sin embargo, el principal maestro fue la Unión Soviética desde su misma fundación en 1922. El mismo Lenin y sus ministros ya usaron el término ruso de «dezinformatsia», cuya traducción al español dio como resultado el término de «desinformación». El vocablo fue creado por los soviéticos en los años 20 del pasado siglo para referirse a las campañas de «intoxicación» que, según ellos, lanzaban los países capitalistas, mientras ellos mismos iban perfeccionando su propio sistema de bulos, su propia estrategia complicada y elaborada que emplearon a lo largo de su historia.
Este sistema desarrollado por los servicios de seguridad de la Unión Soviética incluía la propaganda, los sabotajes, el espionaje, los atentados de falsa bandera para desestabilizar al enemigo, la falsificación de documentos oficiales, la infiltración de agentes en las congregaciones religiosas y, sobre todo, la desinformación. Como explicaban Christopher M. Andrew y Vasili Mitrokhin en su ensayo 'The Mitrokhin Archive: The KGB in Europe and the West' (Penguin, 2000), estas medidas iban «desde manipulaciones de los medios de comunicación hasta acciones especiales que implican diversos grados de violencia».
El origen
Oleg Kalugin, ex-general de la KGB, explicó en una entrevista para la CNN en 2007: «El corazón y el alma de la inteligencia soviética no era la recolección de información, sino la subversión. Es decir, desarrollar medidas para debilitar a Occidente, para impulsar la división en las alianzas de la comunidad occidental, especialmente la OTAN, para sembrar la discordia entre los aliados, para debilitar a Estados Unidos a los ojos de Europa, Asia, África y América Latina y, así, preparar el terreno en caso de que estalle una guerra».
Las campañas de desinformación promovidas por Rusia están resultando especialmente intensas durante la actual guerra de Ucrania, de la misma forma que lo fueron cuando el presidente de Rusia, Vládimir Putin, decidió invadir Crimea hace una década. A muchos les ha cogido por sorpresa, pero la manipulación de las noticias, la propaganda y la falsificación de documentos usando medios abiertos, semi-encubiertos o clandestinos que fueron concebidas tras la Revolución rusa, se utilizaron también durante la Guerra Fría y las ha adoptado con gran éxito el mundo virtual.
Aunque toda esta estrategia continúa rodeada de un halo de misterio por la dificultad de acceder a fuentes primarias y la escasez de declaraciones de sus responsables, la desinformación contemporánea arrancó con la Tercera Internacional, en 1919, para apoyar la subversión comunista. «Cuatro años después, el Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos (NKVD) creó una oficina específica para coordinar la desinformación soviética, un conjunto de actividades que englobaban la distorsión de los hechos y la propagación de rumores», asegura Guillem Colom en su artículo 'Anatomía de la desinformación rusa' (Ediciones Complutense, 2019).
La «invención de datos»
La KGB lo definió como «la invención de datos para generar, en la mente del adversario, imágenes incorrectas o imaginarias de la realidad para que tome decisiones beneficiosas para Moscú». También como el conjunto de «labores para influir sobre la vida política del país objetivo, engañando al adversario, erosionando y debilitando sus posiciones, rompiendo sus planes hostiles o logrando otros fines». Se distinguía de la propaganda política por su origen encubierto y difusión clandestina.
Con el inicio de la Guerra Fría, los servicios secretos soviéticos crearon el departamento D, por la inicial del vocablo «Desinformatsiya», cuyo objetivo era organizar la desinformación en coordinación con el Departamento Internacional del Partido Comunista y bajo la autoridad del Politburó. «Sin embargo, en la década de 1960, esta unidad dependiente de la KGB se transformó en el departamento A de 'medidas activas' para confundir a la inteligencia estadounidense sobre sus actividades reales», añadía Colom.
Desde entonces, ambas expresiones se han utilizado como sinónimos, aunque Moscú continuó priorizando el término «desinformación», mientras que Washington prefirió usar el de «medidas activas», quizás para subrayar su enorme influencia a la hora de provocar enfrentamientos políticos e incidentes diplomáticos. En 2016, Estados Unidos volvió a usar este término, tal y como indicaban los documentos oficiales elaborados a raíz del intento ruso de influir en las citadas elecciones presidenciales que enfrentaron a Clinton con Trump.
Un año después, el inglés Collins acaparó las portadas de la prensa mundial al anunciar que la expresión 'fake news' iba a ser admitida en sus páginas como «información falsa, a menudo sensacional, difundida bajo el disfraz de una noticia». Pero su uso era ya viejo. No olvidemos que cuatro de los grandes conflictos mundiales del último siglo y medio fueron impulsados con embustes: la Guerra de Cuba, con la manipulación de los periódicos y el hundimiento del acorazado Maine (1898); la Segunda Guerra Mundial, con el atentado de falsa bandera perpetrado por Hitler contra la estación de Radio Breslau, en Gliwice (1939); la guerra de Vietnam, con el incidente del golfo de Tonkin (1964), y la invasión de Irak en 2003, con las inexistentes armas de destrucción masiva de Sadam Husein. Y continuamos.
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