Cuba honra a los españoles de la batalla más sangrienta de la guerra de 1898

Recordamos cómo lucharon los soldados que España envió, hace 127 años, a El Caney y la Loma de San Juan, cuyos nombres han sido por fin inscritos en bronce en el memorial que se dedicaba ya a sus enemigos cubanos y estadounidenses

Un siglo en el olvido: la incansable búsqueda de los españoles desaparecidos en la Guerra de Cuba

Voluntarios estadounidenses en las trincheras de San Juan, en 1898 ABC

Javier Navarro-Chueca

Presidente de la Asociación Regreso con Honor

Este mes, España ha saldado una deuda histórica con los soldados que perdieron la vida en la campaña de Santiago de Cuba, librada el 1 de julio de 1898. Más de un siglo después del conflicto, los nombres de los combatientes españoles han sido ... finalmente inscritos en bronce y colocados en el memorial de la Loma de San Juan, junto a los de sus adversarios cubanos y estadounidenses. La iniciativa, impulsada por las asociaciones civiles Regreso con Honor y Amigos del Castillo de Montjuïc –presidida por Carmen Fusté– rinde tributo a quienes durante décadas permanecieron en el olvido.

Uno de los episodios más cruentos, y al mismo tiempo más heroicos, fue protagonizado por la Infantería española en El Caney, un pequeño pueblo al norte de Santiago. Allí, apenas 450 soldados del Batallón Expedicionario Constitución n.º 29, del Regimiento de Infantería Cuba n.º 65 y guerrilleros cubanos leales a España resistieron durante diez horas el ataque de miles de soldados norteamericanos. Se trata de una acción que superó con creces las previsiones del mando estadounidense.

El núcleo de la resistencia era el fuerte de piedra, situado sobre una loma de 23 metros de altura. Con muros de más de un metro de grosor y trincheras excavadas en roca, la fortaleza se convirtió en símbolo de la tenacidad española. Desde su tejado ondeaba la bandera nacional, que no se arrió hasta el último aliento.

A las seis de la mañana, la infantería estadounidense inició el ataque. Desde las trincheras españolas emergieron sombreros de jipijapa y una cerrada descarga de fusilería. La escena se repetía en cinco tandas de disparos con breves pausas para recargar los fusiles Mauser. Las fuerzas atacantes estaban organizadas en tres brigadas bajo los generales Henry W. Lawton, Miles y Chaffee, con apoyo de artillería ligera y combatientes cubanos. Tras más de diez horas de combate, Lawton comunicó que el enemigo había sido expulsado del pueblo, aunque ambos bandos sufrieron pérdidas considerables.

Vara del Rey

Durante una pausa, Joaquín Vara de Rey fue herido gravemente. Mientras era evacuado, su comitiva fue emboscada y asesinada. El general español recibió un disparo en la cabeza. Entre los muertos se encontraba su sobrino, y no su hijo, como se ha afirmado de forma errónea en repetidas ocasiones. Los cuerpos fueron enterrados al pie de un gran anacardo. Semanas después, los restos del general fueron exhumados y repatriados.

A pesar de la abrumadora superioridad numérica, los defensores españoles resistieron con bravura. El fuerte El Viso, reforzado muchas veces, acabó por sepultar a muchos de los valientes que lo defendieron hasta el final. Al caer la tarde, sin municiones y bajo fuego constante, los españoles se retiraron hacia Santiago.

El balance final del combate de El Caney arroja cifras elocuentes: 481 soldados españoles enfrentaron a 6.899 estadounidenses. Las bajas españolas ascendieron a 33 muertos identificados, 59 heridos y numerosos prisioneros. Las fuerzas estadounidenses sufrieron más de 1.300 bajas entre muertos y heridos.

Tras casi veinte años de investigación, se ha logrado identificar a casi todos los soldados regulares caídos en El Caney, gracias a la revisión exhaustiva de los documentos disponibles. Solo persisten lagunas en lo que respecta a los guerrilleros, cuya filiación rara vez aparece con claridad. La nómina de los caídos sigue completándose, en un esfuerzo por devolverles su lugar en la historia.

El Globo

A las ocho de la mañana del mismo día, el resto de las fuerzas estadounidenses iniciaron el asalto a las alturas de San Juan. La aproximación fue lenta y peligrosa: las divisiones de Kent (infantería) y Sumner (caballería desmontada) avanzaban por un camino estrecho, expuestos al fuego desde las colinas. El terreno selvático, los cruces de arroyos y la congestión de tropas dificultaban el movimiento.

Se desplegó un globo cautivo con observadores militares, que permitió identificar posiciones defensivas y un sendero oculto que facilitó el avance hacia el escenario principal del combate: la loma de San Juan. Sin embargo, el globo fue derribado por el fuego español, en lo que se considera la primera intervención documentada de artillería antiaérea.

La caballería desmontada estadounidense, que incluía a los Buffalo Soldiers del 9.º y 10.º Regimiento de Caballería y al 1.º Regimiento de Voluntarios conocido como los 'Rough Riders', liderados por el teniente coronel Theodore Roosevelt –el mismo que tres años después sería elegido presidente de Estados Unidos–, cruzó el río San Juan y logró tomar la colina de Kettle Hill (colina en forma de tetera) tras una intensa lucha. Desde esa posición elevada, pudieron abrir fuego sobre las defensas españolas situadas en la cercana loma de San Juan, lo que facilitó el avance de la Infantería. Las bajas fueron significativas, especialmente entre los mandos.

La cima

Simultáneamente, la infantería estadounidense avanzó por el flanco izquierdo. Tras una orden de detener el avance por temor al fuego amigo, se reanudó la ofensiva y se logró tomar la cima, lo que provocó la retirada española. Los caídos fueron enterrados en las trincheras que habían defendido, mientras se excavaban nuevas posiciones defensivas orientadas hacia Santiago.

En las elevaciones de la colina de San Juan se encontraban 521 soldados en primera línea, principalmente del Regimiento de Talavera, reforzados por dos compañías del Provisional de Puerto Rico, voluntarios y dotaciones de artillería con dos cañones Krupp de tiro rápido. La posición estaba bajo el mando del coronel Baquero, adscrito al Regimiento Simancas nº 54 y desplazado en Santiago al estallar las hostilidades.

En segunda línea se encontraban 411 hombres adicionales del Talavera, y en tercera línea, como reserva, 140 guerrilleros a caballo. Como refuerzo final, cerca de 1.000 hombres procedentes de la escuadra naval de Cervera y soldados convalecientes del hospital militar, que intentaron contraatacar sin éxito.

1.240 bajas por 267

Las cifras varían según las fuentes, pero se estima que Estados Unidos sufrió unas 1.240 bajas (144 muertos, 1.024 heridos, 72 desaparecidos). Las bajas españolas se estiman en 267 (58 muertos, 170 heridos, 39 capturados). A pesar de enfrentarse a una fuerza muy superior —entre 15.000 y 20.000 soldados estadounidenses—, las tropas españolas resistieron durante horas. Su posición elevada, el uso de fusiles Mauser de largo alcance, la disciplina y el valor de sus hombres fueron claves. Sin embargo, la falta de refuerzos y munición acabó por inclinar la balanza.

Según los registros de Sanidad Militar conservados en el Archivo General Militar de Madrid, los heridos atendidos en el Hospital Militar de Santiago fueron 58 del 1.º Tercio de Guerrillas (con cuatro fallecidos), 108 del Talavera n.º 4 (con 14 fallecidos) y 68 del Provisional de Puerto Rico n.º 1 (con un fallecido).

Una investigación exhaustiva en archivos históricos ha permitido recuperar los nombres de 81 combatientes caídos en el campo de batalla o fallecidos a consecuencia de las heridas recibidas. Este trabajo, liderado por el Instituto de Historia y Cultura Militar del Ejército de Tierra y la asociación Regreso con Honor, ha sido clave para devolver la dignidad a quienes fueron olvidados.

El resumen de fallecidos por unidad es el siguiente: un coronel, 38 soldados del Batallón Talavera, Peninsular Nº 4, y 33 del Batallón Provisional de Puerto Rico Nº 1.

Homenajes pendientes

Este esfuerzo por recuperar la memoria de los caídos en Santiago de Cuba no solo honra su sacrificio, sino que también reconstruye una parte esencial de la historia militar española. En cada nombre rescatado, en cada documento revisado, se reafirma el compromiso de no olvidar.

Este homenaje, fruto de la perseverancia de investigadores, historiadores y asociaciones civiles, devuelve a los caídos su lugar en la memoria colectiva. La historia no solo se escribe en los libros, sino también en los gestos que dignifican el pasado.

Todavía quedan deudas por saldar con aquellos que dieron su vida por España y yacen en fosas desconocidas o tumbas sin nombre en la perla de las Antillas: la que fuera provincia española –y no colonia–, la 'siempre fiel' y querida isla de Cuba.

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