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ABC Cultural

Los cuatro grandes barrios de Madrid que desaparecieron en pleno siglo XX

Fueron muy conocidos y en ellos vivieron durante siglos miles de vecinos, hasta que las autoridades decidieron borrarlos del mapa, a pesar de las protestas

El Madrid ignorado donde reinaba la muerte

El barrio de Pozas, durante su demolición en 1972
Israel Viana

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Una gran parte del Madrid que comenzaron a describir algunos escritores y periodistas intrépidos en la segunda mitad del siglo XIX, en muchas ocasiones como denuncia por las condiciones en las que vivían sus vecinos, dejó de existir a comienzos del XX. No hablamos de dos casas aisladas y tres calles pérdidas, sino de algunos de los barrios más populares y poblados de la capital en los últimos siglos, que fueron desalojados y demolidos, a pesar de las protestas de los inquilinos, por los diferentes ayuntamientos en base a las decisiones más variopintas.

El mismo Pío Baroja criticaba así, en las páginas de ABC en 1903, la desidia de las autoridades ante aquella realidad sangrante: «Madrid está rodeada de suburbios en donde viven peor que un mundo de mendigos, de miserables, de gente abandonada en el fondo de África. ¿Quién se ocupa de ellos? Nadie, absolutamente nadie. Yo he paseado de noche por Las Injurias y las Cambroneras, he alternado con la golfería de las tabernas de las Peñuelas y los merenderos de Cuatro Caminos [...]. He visto a andrajosos salir gateando de las cuevas del cerrillo de San Blas y devorar gatos muertos, y no he visto a nadie que se ocupara en serio de tanta tristeza». Los dos primeros barrios fueron eliminados del mapa para siempre en las primeras décadas del siglo pasado.

Hubo muchos otros, pero para que se han una idea de su importancia, al primero de ellos le dedicó Benito Pérez Galdós muchos de los pasajes de 'Misericordia', la novela que publicó en 1897: «Me propuse descender a las capas ínfimas de la sociedad matritense y describir la suma pobreza, la mendicidad profesional, la vagancia viciosa y la miseria, dolorosa casi siempre. Empleé largos meses en visitar las guaridas de gente mísera o maleante que se alberga en los populosos barrios del sur de Madrid, como el de las Injurias, polvoriento y desolado. En sus miserables casuchas, cercanas a la Fábrica de Gas, se alberga la pobretería más lastimosa».

Esta y otras citas demuestran que los cinco barrios desaparecidos de los que vamos a hablarles a continuación eran muy conocidos y referidos en la literatura y prensa de los últimos doscientos años. Nos referimos a Las Pozas, que fue derribado para construir El Corte Inglés de la calle Princesa en 1972; la Colonia Mahou, expropiada y derruida en Avenida América en 1977, y la Quinta de la Paloma, derribado en 1983 en las inmediaciones de la M-30 al Barrio de Santiago, además de los ya mencionados barrios de Las Injurias y Las Cambroneras.

Las Cambroneras

El escritor valenciano Vicente Blasco Ibáñez se refería a este barrio en 'La horda' (1906) con las siguientes palabras: «Maltrana no tardó en conocer la heterogénea población de las Cambroneras. Formaban un mundo aparte, una sociedad independiente dentro de la horda de miseria acampada en torno a Madrid. Existían dos grandes divisiones en el vecindario de las Cambroneras, cuyos límites nunca llegaban a confundirse: a un lado estaban los payos, que eran los menos, y al otro los gitanos, que constituían la mayor parte de la población».

Las cambroneras era una barriada situada a orillas del Río Manzanares en la parte sur de Madrid, cercano al puente de Toledo. Al norte limitaba con la calle de las cambroneras (actualmente, calle Alejandro Dumas), que comenzaba en la actual glorieta de Pirámides y terminaba en la glorieta de los Melancólicos. Como ocurría en los demás ejemplos, la prensa y la literatura de la época no daban una buena imagen del barrio, solo por el hecho de que una parte de sus vecinos eran gitanos. La discriminación, presente a comienzos del siglo XX.

En 1922, 'El Heraldo de Madrid' describió a Las Cambroneras como «el barrio de los gitanos, el Albaicín madrileño, digno sucesor del campo De Santa Bárbara, que en el siglo XVI fue albergue de gitanos y está compuesto por filas de casuchas bajas y desiguales». Según los artículos publicados por ABC, los formaban unos 500 vecinos, la mayoría emigrantes andaluces y manchegos, que pagaban 25 céntimos diarios de alquiler. A los que incumplían con el precio pactado, solían quemarles la vivienda.

Frente a la imagen que se trataba de transmitir como zona de delincuencia y crimen, las investigaciones más recientes defienden que fue un lugar donde los gitanos y los payos convivían pacíficamente. La mayoría de sus vecinos trabajaban en las huertas de la zona, así como en la compañía de ferrocarriles, los lavaderos o el mercado de ganado. Eso no le salvó, porque corrió la misma suerte que Las Injurias, y por las mismas razones, aunque sobreviviera varios años más.

Colonia Mahou

Los obreros, funcionarios y militares que llegaron a principios del siglo XX desde el resto de provincias españolas, se instalaron a las afueras de Madrid. No podían permitirse los alquileres del centro, aunque los gobernantes, conscientes de la necesidad de proporcionar una vivienda a esta población cada vez más numerosa, promulgaron las diferentes leyes de Casas Baratas (en 1908, 1911, 1921 y 1924) que aprovecharán los más humildes. Así surgieron colonias (también llamados hotelitos) como Prosperidad. Dentro de ella, se formaron cooperativas de viviendas, la más famosa de las cuales fue la ya extinguida colonia Mahou.

Recibe el nombre de la compañía cervecera creada en 1890 porque, en 1928, sus propietarios avalaron a muchas de las familias que trabajaban en la empresa para que pudieran comprarse alguna de las nuevas casas. Se construyeron 106 de una planta y 150 metros cada una. La comunidad estaba compuesta también por obreros y jornaleros de la zona y fue extendiéndose por las actuales calles Corazón de María, Avenida de América y Padre Claret, pero de una forma anárquica, con callejones mal planificados. Además, recibían el nombre de los vecinos que las habitaban (Guijarro, Celestino Pascual, Elías Briones, Ricardo Mariana, por ejemplo), según comenta Ricardo Márquez en su artículo de 'Historias Matritenses'.

Madrid no paró de crecer y surgieron otras colonias, pero la de Mahou se convirtió en los años 80 en un punto de encuentro para jóvenes de La Movida, que huían del centro buscando la libertad de las afueras. Sin embargo, la construcción de la actual Avenida de América acabó con estas humildes casas de la «Prospe». Habían sobrevivido más de medio siglo, hasta que en 1977 se aplicó en la zona el Plan Especial de la Avenida de La Paz (M-30), lo que permitió expropiar las propiedades que se derribaron en 1987.

«Se está llevando a cabo la explanación, que está dejando la colonia aislada, con pendientes de hasta cuatro metros, sin instalación de vallas y sin ninguna clase de seguridad», contaba ABC en enero de ese año. En ese momento, 60 familias fueron forzadas por la Junta de Compensación a abandonar la zona. En su lugar construyeron un total de 3.188 viviendas de lujo. Recibieron a cambio una indemnización de 150.000 pesetas y 4.000 pesetas por metro cuadrado de casa, con la posibilidad de trasladarse a viviendas de nueva promoción en Alcalá de Henares. No todos aceptaron; algunos intentaron resistir, pero un boicot de la inmobiliaria acabó con sus esperanzas. Cortaron el alumbrado público y destrozaron el alcantarillado. En el invierno de 1987 todavía resistían 30 propietarios… pero por poco tiempo.

Las Pozas

Los últimos días de este barrio, ubicado en el centro de Madrid, empiezan a gestarse en 1970, año en el que se gestó en que se gestó el primer foco de descontento popular entre sus vecinos que mantuvo en vilo a las autoridades en plena dictadura. Las protestas no eran habituales, pero en la segunda mitad de la década de 1960 se produjeron unas cuantas en la capital como consecuencia de los desalojos en algunas de las calles más antiguas de la ciudad. Y el modesto conjunto de Las Pozas, delimitado por las calles de Princesa, Alberto Aguilera y Serrano Jover, en la actual zona de Argüelles, se convirtió en uno de ellos cuando el Ayuntamiento comunicó su decisión de derribarlo.

Esta decisión afectaba a unos mil quinientos vecinos que ocupaban alrededor de trescientas viviendas en un solar inmenso y muy cotizado por los especuladores, en un momento en el que la zona se estaba revalorizando. El barrio había tomado el nombre de su promotor, Ángel de las Pozas, que lo levantó muchas décadas antes, en 1860. Fue su inmobiliaria (Pozas S. A.) la que pidió al Ayuntamiento su demolición, alegando que sus viviendas se encontraban en un estado ruinoso, en parte, por los bombardeos sufridos durante la Guerra Civil.

Los habitantes de Las Pozas, entre los que se encontraba el célebre escritor y dramaturgo Lauro Olmo, recibieron la carta en la que el Ayuntamiento les anunciaba el inicio de las obras en la Navidad de 1969. Cómo cuenta la web 'Agente Provocador', de la editorial La Felguera, durante meses se vivieron escenas insólitas para aquella época: «Todo el edificio se cubrió de pancartas que exigían respeto a sus hogares y parar la política que expulsaba a los vecinos y vecinas de sus barrios de toda la vida. Incluso hubo quien a gritos, con los agentes en la calle, amenazó con lanzarse desde el balcón si ponían las manos en su casa».

Un grupo de abogados ayudó a los vecinos de Las Pozas, presentando todo tipo de escritos en los que pedían la suspensión de las obras de demolición, alegando que cientos de niños quedarían desamparados y que existían casos médicos complicados, pero sirvió de poco tras dos años de lucha. La última familia en ser desalojada fue la de Olmo y su esposa la directora teatral Pilar Enciso. Salieron tranquilamente con sus hijos de la mano, mientras eran aplaudidos por decenas de vecinos. La inmobiliaria y la constructora se salieron con la suya y se harían millonarios, porque en el terreno de Las Pozas construyeron el famoso Corte Inglés de Princesa.

Las Injurias

El ya mencionado barrio de Las Injurias se encontraba cerca de la estación de metro de Pirámides, al lado del Río Manzanares y del estadio Vicente Calderón, en una hondonada a la izquierda del Puente de Toledo. Se había erigido a finales del S. XIX que, en un principio, era un poblado de unas cincuenta chabolas habitadas por 150 vecinos, en su mayoría obreros y gente con muy poco recursos que vivían en unas condiciones infrahumanas. 'Blanco y Negro' describió estas casas como «desprovistas de condiciones higiénicas y en cercana vecindad con los gérmenes palúdicos del río y las miasmas del Depósito judicial de cadáveres».

El periodista Julio Vargas, el primero que se atrevió a adentrarse en él en 1885, contó en una de sus crónicas que el ya desaparecido barrio ni siquiera tenía entrada. El que quisiera llegar hasta él tenía que «despeñarse por las violentas cortaduras del terreno hasta un ancho barranco». «Lo primero que llama la atención –continuaba– es un arroyo de copioso caudal, cuyas negruzcas aguas repugnan a los ojos y ofenden el olfato. Al intentar descubrir el origen del hediondo vertedero y su pestilente riachuelo, uno cae en la cuenta de que son las aguas fecales de la atarjea del barrio de las Peñuelas que, tras engrosar las del alcantarillado general, se desbordan en el Manzanares por ese punto».

En palabras de Vargas sobre este vecindario del que se escribió mucho en la época, y que el Ayuntamiento calificó de poblado chabolista para terminar de desalojarlo y derribarlo en 1906: «Lo que hace falta es sanearlo y concluir el alcantarillado, haciendo desaparecer el arroyo de aguas fecales y realizando continuas visitas para impedir que la miseria y el abandono formen montones hediondos. Hay que llevar los beneficios de la Policía urbana para suprimir las cloacas o depósitos de inmundicias, dando condiciones de vida a lo que hoy es un antro que puede convertirse en foco generador de emanaciones de muerte».

El 11 de septiembre de ese año, ABC daba cuenta de cómo las Injurias comenzaba a desaparecer bajo la acción demoledora de la piqueta municipal. «Los vecinos del barrio, en actitud mucho más pacífica de lo que se esperaba, aguardaban tranquilamente la llegada de los bomberos encargados del derribo de sus modestas viviendas. Algunos, no queriendo esperar aquel momento, cargaban con sus escasos enseres, trasladándose... ¡Dios sabe adónde!». El barrio, alegre y bullicioso en otras ocasiones, murió aquel día en presencia de la de una sección de la guardia municipal montada, el delegado interino del distrito de la Inclusa, el teniente de alcalde del distrito, el apoderado del dueño de las casas que formaban el barrio y el administrador de las mismas.

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