El atentado de ETA que llevó a los comandos más preparados de la Guardia Civil al País Vasco
A principios de febrero de 1980, la banda terrorista asesinó a 6 agentes cerca de Ispaster; el golpe fue tan duro que la Benemérita detuvo el curso del GAR y envió a sus miembros al norte para asegurar la zona
Dos días en los bastiones de Bildu con un excomando antiterrorista de la Guardia Civil: «Somos mejores que los SEAL»
Uno de los Land Rover del convoy, tras ser tiroteado por los etarras
El 2 de febrero de 1980, España lloró uno de los golpes de mano más cruentos contra la Benemérita. «Seis guardias civiles han resultado muertos a primeras horas de la mañana de hoy en la localidad vizcaína de Ispaster, próxima a Ea, como consecuencia ... de un atentado», explicaba el corresponsal de ABC en Bilbao. Un suspiro después, la sociedad conoció la autoría: dos mal llamados comandos de ETA. La matanza fue tan sobrecogedora que el Cuerpo detuvo el primer curso del GAR –hoy Grupo de Acción Rápida, especializado en la lucha antiterrorista– para enviar a sus miembros al norte de la Península.
Poco a poco, los pormenores de aquella barbarie salieron a la luz. Y el pasado 2022 quedaron recogidos en el libro 'Pikoletos', del exmiembro del GAR Juan José Mateos. Narra en su obra el veterano que la matanza aconteció en los peores años del terrorismo, aquellos setenta y ochenta de plomo y sangre en los que ETA no daba tregua a los agentes de la autoridad ni a sus familias. En esas, la banda diseñó un atentado contra un convoy que, dos veces a la semana, transportaba armamento desde una fábrica en Marquina hasta la playa de Laso para probar en su arena sus morteros y obuses.
«Aproximadamente hacia las siete y media de la mañana salían de la fábrica Esperanza y Compañía dos vehículos de la empresa, uno con técnicos y otro con armamento», explicaba ABC. Junto a ellos partieron, como era habitual, «dos vehículos de la Guardia Civil que efectuaban la custodia del convoy». Eran, para ser más concretos, sendos Land Rover que viajaban intercalados con los coches civiles para darles cobertura en caso de ataque. «En ellos iban tres miembros adscritos al cuartel de Lequeitio y, otros tres, a la localidad de Ondárroa. Estos últimos eran, además, especialistas artificieros», confirmaba el diario. Todo parecía seguro.
Pero la operación estaba ya orquestada por un miembro de la banda que, conocedor de los recurrentes viajes de la comitiva, había alertado a sus colegas. «En un momento dado, un vehículo en el que viajaban varios miembros de un comando etarra los adelantó y se unió a los componentes de otro comando que esperaban agazapados en un punto de la ruta», explica, en este caso, Mateos. Los terroristas, once en total, habían elegido el kilómetro 53 para el ataque. No buscaban armamento, tampoco información; su objetivo consistía en hacer una demostración de fuerza contra el Estado. La muerte por la muerte.
Periódico ABC
En una curva, al más puro estilo de la cruel mafia italiana, se perpetró todo. Fue cuando el convoy disminuyó la marcha para girar, y después de que pasara el primer transporte. En ese instante, y según recoge 'Pikoletos', los terroristas alzaron sus subfusiles ametralladores y abrieron fuego contra la Guardia Civil. Impactaron más de cien disparos en los Land Rover y los conductores no tuvieron más remedio que detenerse. Los miembros de la ETA montaron entonces una granada y la arrojaron al interior del primer coche. Después, quisieron hacer lo propio por segunda vez, pero les salió mal. «En esta operación, al parecer por descuido, a uno de los integrantes de la banda le explotó la granada en la mano», explicaba ABC.
La segunda explosión alcanzó a dos terroristas. Uno murió en el acto, el otro fue trasladado hasta una taberna partidaria a ETA y expiró poco después. Sin embargo, tras ellos habían dejado seis agentes muertos. «Por su parte, los dos ocupantes del vehículo que transportaba el armamento, y que se quedaron entre dos fuegos, fueron obligados por los miembros de la banda terrorista a descender por el monte, subiendo a la carretera nuevamente minutos más tarde», añadía este diario. Los atacantes, como corroboró el corresponsal, «no llegaron a robar el material de guerra». De hecho, abandonaron a su suerte los coches cargados de morteros y proyectiles, que, por fortuna, fueron hallados poco después.
Uno de los fallecidos, extraídos del Land Rover tras la huída de los etarras
El atentado impactó sobremanera a la sociedad. Hasta tal punto, que, en palabras de Mateos, la Guardia Civil envió a sus hombres más letales al País Vasco: «Ese día, el 1 de febrero de 1980, tras tener conocimiento del atentado, se dio por concluido el primer curso de formación del GAR. Todos aquellos guardias civiles, los conocidos de Argamasilla, fueron trasladados con urgencia a las bases de Getafe y Cuatro Vientos, en Madrid, desde donde partieron hacia Bilbao en aviones militares Hércules C-130 del Ejército del Aire». Aquello supuso el principio del fin de la banda. Aunque eso, como se suele decir, es otra historia.