El final de Patton: la triste agonía y el misterioso accidente que mató al general aliado más loco

El militar, controvertido hasta el extremo, sufrió extraño accidente de coche poco después del final de la Segunda Guerra Mundial, cuando más molesto resultaba para sus superiores

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El general Patton (izquierda) y el General Doolittle, salen de un avión en Los Ángeles ABC

George Patton fue, a la par, uno de los oficiales más controvertidos y más eficientes de la Segunda Guerra Mundial. Firme defensor del uso de blindados durante la Gran Guerra de 1914, el estadounidense ascendió poco a poco en el escalafón hasta convertirse ... en general. Después del ataque de Pearl Harbour y la entrada de los Estados Unidos en la contienda contra Adolf Hitler, fue enviado a África y, poco después, a Sicilia. En ambos frentes se destacó como un líder nato, pero también severo. Ejemplo de ello es que, en una ocasión, orinó sobre la trinchera en la que varios soldados se cubrían de las bombas alemanas porque consideraba que eran unos cobardes.

La controversia siempre lo acompañó; 1943 marcó su carrera militar y, a la larga, hizo que le apartaran del frente de Normandía. Aquel año se hizo tristemente famoso en los medios de comunicación por abofetear y obligar a regresar al frente a dos combatientes aquejados de fiebres, estrés y fatiga de combate. «No admito lo de este hijo de puta. ¡Cabrón sin huevos, te vas de vuelta al frente!», le espetó a uno de ellos. Para entonces ya era famoso por su mal carácter y por sus arengas llenas de soflamas violentas e insultos. «El objetivo de la guerra no es morir por tu país, sino hacer que otro bastardo muera por el suyo», afirmó en una ocasión.

A pesar de las tensiones entre él e Ike Eisenhower, Patton avanzó como un rayo hacia Francfurt tras el verano de 1944 y, poco después, ayudó a descongestionar el frente de las Ardenas cuando Adolf Hitler lanzó allí su última ofensiva de la Segunda Guerra Mundial. Ya en Alemania, recibió órdenes de detener su avance para permitir que fueran los soviéticos los que llegaran en primer lugar a Berlín. Aquello le marcó y se convirtió en una molestia para sus mandos al criticar las relaciones entre ambos países. Aunque el problema tuvo un punto y final muy concreto: cuando falleció por un extraño accidente a finales de 1945.

Eterno misterio

El germen de la tragedia hay que fecharlo el 9 de diciembre de 1945 en la recién liberada Alemania. Con las navidades al final del pasillo, un Patton todavía dolido por no haber podido llegar a Berlín antes que los soviéticos se subió a su Cadillac militar; un coche robusto, verde y con una estrella blanca en la puerta. Junto a él su conductor habitual, de menos de veinte años, y el mayor general Hobart R. Gay. La idea era pasar una jornada agradable al aire libre. «Se dirigía a Bad Nauheim. Desde este punto pensaba marchar a Mannheim con el propósito de realizar una partida de caza», explicó ABC poco después.

Tras detenerse en un paso a nivel, el coche se incorporó a una carretera de doble sentido. No se puede decir que fuera rápido. Como mucho, unos 35 kilómetros por hora. Quizá por eso, el conductor no se preocupó cuando observó que un camión del Ejército avanzaba hacia ellos en dirección contraria. Pero la mala fortuna quiso que, en el último momento, este vehículo de considerables dimensiones girara a la izquierda y se estampara de lleno contra el Cadillac. ABC explicó, ese mismo día, que Patton fue «el único lesionado de los tres» y que, aunque en principio las autoridades se habían negado a informar de sus daños, «sufre heridas en la cabeza como consecuencia del choque, ocurrido a las 11.40 de la mañana».

Entierro del General Patton en el cementerio de guerra norteamericano en Hamm ABC

ABC informó de que, tras el accidente, Patton ingresó en el Hospital Militar de Eidelberg, aunque no perdió el conocimiento en ningún momento. Con la tensión extendida entre la sociedad debido a la fama del oficial, el 10 de diciembre el alto mando intentó llamar a la calma. «Su estado a las nueve de la mañana de hoy es 'satisfactorio en general' y se encuentra 'muy bien, después de una noche descansada y de cinco horas de sueño'», explicó este diario. Pero la verdad es que el pronóstico era «reservado» y que había sufrido múltiples daños en el cuello. Quizá, agravados por su edad.

«A última hora de ayer se comunicó que tenía una fractura simple en la tercera vértebra cervical, con dislocación posterior de la cuarta y parálisis completa bajo el nivel de la tercera cervical», explicó ABC. La situación era tan tensa que la mujer del general solicitó que fuese un médico norteamericano el que atendiera a su marido. «La esposa del general Patton y el coronel Glen Spurling, uno de los más destacados cirujanos norteamericanos, especializado en neurología, han partido para Alemania en avión, a fin de atender al general herido». Para entonces ya se temía por la vida del que, en palabras de este periódico español, se había convertido en el arma secreta de los avances a través de Italia y África.

Agonía y últimas palabras

Durante una docena de jornadas, Patton pasó por una lenta agonía. El 21 de diciembre, se estado de salud se agravó. ABC recogió por entonces el «parte facultativo» del militar: «El estado de salud del general se ha agravado debido a una complicación de pulmones. Pronóstico grave». A su vez, el periódico añadió que «por primera vez, desde que fue hospitalizado, no se han incluido en el informe las cifras de temperatura, pulso y respiración». Con esa triste estampa, solo era cuestión de tiempo que el general dejara este mundo. La triste noticia no tardó en quedar corroborada. «Patton ha muerto a las seis menos diez de la tarde en la ciudad de Heildelberg. Tenía sesenta años».

Los pormenores de la muerte fueron desvelados por Glen Spurling. «El cirujano ha manifestado que falleció mientras dormía, a consecuencia de una embolia pulmonar que suscitó una crisis cardíaca», explicó ABC. Cuando los médicos se percataron de que todo estaba perdido llamaron a su esposa para que le diera el último adiós, «pero se cree que, cuando llegó a la cabecera, ya había expirado». La noticia añadió que el «el cadáver del general recibirá sepultura en Europa» por deseo expreso de su mujer. Toda la información iba acompañada por un pequeño retrato del militar y una reseña biográfica en la que se repasaban sus grandes victorias militares. La última frase no tenía precio: «Tenía fama de poder estar muchas horas sin comer ni beber, y esperaba que sus hombres hiciesen lo mismo».

Durante los siguientes veinte años nadie dudó de que la muerte de Patton había sido provocada por un triste y fatal accidente. Sin embargo, en los setenta cambiaron las tornas cuando el autor Frederick Nolan escribió una obra de ficción sobre la extraña muerte de un general anónimo. En la portada, la editorial puso una fotografía de Patton. Aquello descorchó la locura. En los años posteriores antiguos miembros de los servicios secretos norteamericanos admitieron que habían sido contratados para dar muerte al general. Al parecer, por sus críticas a la misma Unión Soviética que había pactado con Ike Eisenhower. Este grano de arena fue alimentado por los conspiranoicos y se convirtió en una montaña que perdura hasta hoy.

Antes de dejar este mundo, el 21 de ese mismo mes, le dijo a su acompañante: «Esta es una forma estúpida de morir». Luego, según afirma Joseph W. Lewis Jr. En su obra 'Last and Near-Last Words of the Famous, Infamous and Those In-Between', añadió: «Esto está muy oscuro. Lo entiendo, pero es demasiado tarde».

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