La verdad sobre la muerte de los Tercios de Flandes: la infantería que evitó el derrumbe español
Davide Maffi, profesor de Historia Moderna de la Universidad Pavía, acaba de publicar una obra titulada «Los últimos Tercios: el Ejército de Carlos II» (Desperta Ferro Ediciones), que cuenta qué ocurrió con esta infantería cuando todos la dieron por fallecida
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Iniciar sesiónEn la batalla de Rocroi (1643) se dieron por muertos a los Tercios de Flandes, la infantería que dominó durante un siglo largo los campos de batalla europeos, y en la de las Dunas (1658) , por enterrados. Pero la realidad era muy ... diferente. La infantería de élite de los Habsburgo no estaba muerta, que no, ni tampoco de parranda, simplemente estaba herida y había bajado algo sus prestaciones por la falta de recursos, aunque, y eso se ha tendido a olvidar, siguió en pie muchas décadas más.
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El experto en historia militar Davide Maffi , profesor de Historia Moderna de la Universidad Pavía, acaba de publicar una obra titulada «Los últimos Tercios: el Ejército de Carlos II» ( Desperta Ferro Ediciones ), que cuenta qué ocurrió con esta infantería cuando todos la dieron por fallecida. «La tan celebrada decadencia de la Monarquía consiguió resistir a los asaltos de sus enemigos y, año tras año, campaña tras campaña, sus ejércitos continuaron luchando y demostrando poseer unas reservas vitales inesperadas», recuerda Maffi en una entrevista para ABC.
Todos contra los Habsburgo
El estudio de este profesor italiano se sitúa en una época de grave crisis para la Monarquía católica, con el Rey Carlos II intentando sujetar las vastas posesiones que heredara de su padre. Entre el año 1665 y el 1700, España se vio involucrada en cinco grandes guerras, donde las grandes aspirantes a ostentar la hegemonía europea, especialmente la Francia de Luis XIV , volcaron sus mejores tropas y esfuerzos con el fin de debilitar a los Habsburgo. No fue un tiempo de grandes victorias para los españoles, pero, gracias sobre todo a la profesionalidad de sus mandos, se pudieron soportar las acometidas con cierta dignidad.
«Era un ejército profesional sobre todo gracias a su cuerpo oficiales, en particular los de Flandes y los de Milán , donde estaban acuartelados los únicos verdaderos cuerpos veteranos de la Monarquía. Si el ejército de Flandes y de Lombardía continuó siendo una fuerza relevante en el panorama europeo se debió, en gran parte, a la actuación de los gobernadores, en su gran mayoría militares, que supieron preservar y, cuando fue posible, mejorar el aparato militar que tenían a su disposición», afirma Maffi, que apunta como el principal problema de estas unidades «el conseguir dinero» constantemente.
A sus viejas virtudes, la Monarquía de Carlos II incorporó nuevas prestaciones y los últimos cambios tecnológicos en su infantería, sumando mayor potencia de fuego y reduciendo los soldados armados con picas. «Los tercios supieron adaptarse perfectamente a los cambios impuestos por la evolución del arte de la guerra, adoptando formaciones más flexibles que permitían un mayor desarrollo de la potencia de fuego», destaca Maffi sobre la enorme capacidad de supervivencia de estos hombres que, como dijera el portugués Francisco de Melo , su comandante en la derrota de Rocroi , «fueron tan famosos y temidos en el mundo, los que avasallaron príncipes, los que dominaron naciones, los que dieron ley a la mayor parte de Europa».
A pesar de la mala fama histórica de su caballería , en la segunda parte del siglo XVII los jinetes españoles demostraron estar a la altura de los franceses, a los que infligieron una buena cantidad de derrotas en Flandes, el norte de Italia y Cataluña. «La caballería resultó ser una verdadera espina en el flanco para el ejército francés y en varias ocasiones cubrió la retirada de los ejércitos aliados», apunta el autor de «Los últimos Tercios: el Ejército de Carlos II» .
Lo mismo se puede decir del cuadro de artilleros y de ingenieros, uno de los más avanzados del continente, y de la siempre cuestionada Armada, que vivió una recuperación considerable en esos años. «Por primera vez desde los años finales del reinado de Felipe IV, la flota española no solo aumentaba en número, sino que empezaba a competir en la potencia y calidad de sus buques», como explica el historiador naval Agustín Rodríguez González en uno de sus trabajos sobre el periodo.
Las victorias olvidadas
Los enemigos de los Borbones siguieron buscando, una y otra vez, a las fuerzas militares Habsburgo como el aliado más rocoso frente al Rey Sol. Ironías de la historia, las mismas Provincias Unidas que habían dado forma y curtido a los Tercios fueron salvadas por la infantería española de una derrota total durante la Guerra de los Nueve años . Una gran cantidad de victorias y éxitos españolas, como aquella intervención crucial, se esconden debajo del manto oculto de la cacareada decadencia.
«Se desconocen éxitos conseguidos, por ejemplo, en la defensa de América, cuando las fuerzas reales lanzaron algunos devastadores ataques contra las posiciones francesas en Haití, capturando las bases enemigas. También se desconoce la toma de Casale Monferrato (1695), que fue posible solo gracias a la actuación del ejército de Lombardía... En Flandes, las fuerzas hispanas resultaron determinantes durante la guerra de Holanda (1673-78) en la toma de Tréveris y durante la campaña de 1689, en la que penetraron en profundidad en el territorio enemigo, resultando determinantes en la derrotas infligidas por parte del mariscal Waldeck a las unidades de Luis XIV», explica este profesor de Historia Moderna .
Si España finalmente perdió estas guerras no fue tanto una cuestión táctica u operativa, sino por la falta de aliento económico que llegaba desde Madrid. Maffi esboza en su libro las circunstancias económicas en las que Carlos II recibió la Corona, con una gigantesca deuda a su espalda y demasiadas provincias que defender. Ni Holanda, ni Inglaterra, ni Francia tuvieron que afrontar una variedad de frentes tan grande y tan distante entre sí como la Monarquía católico . En muchas ocasiones, hubo que elegir entre sacrificar un dedo de una mano antes que perder todo el brazo. La falta de recursos y un criterio de elección de las prioridades siempre cambiante fueron lo que realmente condenó a los tercios a su desaparición.
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