El «tétrico silencio» sobre el accidente de Torre del Bierzo: «El régimen intentó culpar a los maquinistas»
El historiador y escritor Jose Antonio Lucero publica «La vida en un minuto», una novela basada en la peor tragedia de la historia ferroviaria española, cuya cifra real de muertos, entre 100 y 500, nunca se llegó a esclarecer y que fue ocultada por el régimen de Franco
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Iniciar sesiónAsegura a ABC el historiador y novelista Jose Antonio Lucero que «aquel choque de trenes dejó heridas en las víctimas que todavía hoy continúan abiertas, muchas tragedias familiares que pasaron de hijos a nietos porque apenas hubo reparación a las familias de los fallecidos ... y a los heridos». Y es que, aunque el accidente de Torre del Bierzo, acaecido el 3 de enero de 1944, continúa siendo hoy el peor de la historia ferroviaria de España, el régimen franquista hizo todo lo posible para ocultarlo durante décadas. Y, ciertamente, lo consiguió.
«Choque de trenes en la vía férrea de Palencia a La Coruña» , titulaba este periódico al día siguiente. «Hasta el momento han sido extraídos 26 cadáveres de las unidades que quedaron más cerca de la boca del túnel. Se supone que dentro del mismo se encontrarán más», añadía, después, escuetamente. La agencia de noticias Cifra con la que se inicia la novela de Lucero, ‘ La vida en un minuto ’ (Penguin Random House, 2021), basada en aquella tragedia, ni siquiera daba un número de fallecidos: «Un tren correo, al no poder frenar, chocó dentro de un túnel con una máquina de maniobras. Un tren carbonero chocó también minutos después en el mismo punto». Y poco más.
Los periódicos no publicaron muchos más artículos, algunos de los cuales elevaban la cifra a 50 fallecidos. Días después, las autoridades franquistas hablaron de 78, citando datos oficiales de Renfe. El juzgado de Ponferrada contó 58 cadáveres, mientras que en la sentencia del juicio al maquinista hablaron de 83 muertos y 64 heridos. En 1972, el registro de sucesos ferroviarios elevó el número de muertos a entre 500 y 800. Nunca se han puesto de acuerdo, aunque bastaba con acercarse al personal ferroviario y a los propios habitantes de Torre del Bierzo para percatarse de que algo fallaba en las primeras cuentas.
Todos aquellos que participaron en el rescate hablaban de, al menos, 350 muertos en el funesto túnel número 20 de la línea Madrid-La Coruña. En 1999, en el 55 aniversario de la tragedia, el secretario provincial del sindicato ferroviario de UGT, José Manuel Vidal, aseguraba a EFE que existían datos suficientes para pensar «que se produjeron entre 500 y 800 muertes». Un número que también aparece, entre interrogantes, en el Libro Guinness de los Récords , encuadrado entre las mayores tragedias ferroviarias de la historia universal.
Sin investigación oficial
Según el autor —que en su novela se centra en la historia de Daniel y Julita, dos jóvenes que coinciden en aquel largo viaje en el expreso que unía Madrid y La Coruña—, «los testimonios orales hablan del desamparo que sintieron muchas familias que no pudieron identificar a los cadáveres o ni siquiera supieron qué fue de sus familiares. El número de muertos ha bailado muchísimo durante todo este tiempo, ya que nunca hubo una investigación real al respecto fruto del intento del régimen por despachar rápido el asunto. Ello ha alimentado exageraciones como la que se publicó en el libro Guinness. Investigaciones posteriores hablaron de entre 150 y 200 y en la reciente publicación del historiador Vicente Fernández , de 100».
Tras los casi ochenta años transcurridos, no fue hasta hace relativamente poco cuando comenzó a verterse un poco de luz sobre lo sucedido. En abril de 2019, Televisión Española estrenó el documental ‘El tren de los desaparecidos’ , en el que se abordaba la catástrofe con los testimonios inéditos de varios testigos y supervivientes , así como de fotografías y documentos que nunca habían visto la luz. Pero, ¿qué ocurrió en Torre del Bierzo? ¿Por qué la censura franquista ocultó la realidad tantos años?
«Al régimen no le beneficiaba en absoluto que aquella noticia trascendiera mucho más de las breves menciones en prensa de los primeros días. Quería vender una imagen de regeneración en una España que acababa de salir de la Guerra Civil . Más que ocultar la tragedia, el objetivo era correr un tupido velo y esquivar la responsabilidad para que no se hablase de ello. Por eso cerró rápidamente el asunto sin mucha investigación. Incluso se intentó inculpar en un primer momento a los maquinistas implicados, aunque finalmente se les declaró inocentes. Todo lo que rodeó al accidente se cubrió de un tétrico silencio que dejó heridas abiertas en las víctimas y familiares», explica Lucero.
Aislamiento internacional
Efectivamente, el régimen minimizó la cifra para no dar muestras de debilidad, en una época en la que comenzaban las censuras contra el régimen por parte de la comunidad internacional. Tras la derrota de la Alemania nazi y la Italia fascista, la hostilidad de los Aliados se dirigió contra Franco, al que no perdonaban el apoyó que había recibido de Hitler y Mussolini en la Guerra Civil. En las reuniones de la Conferencia de Potsdam para establecer las condiciones de paz, el mismo presidente de Estados Unidos, Harry Truman , aseguró que no tenía «ninguna simpatía hacia el régimen franquista» y que se «alegraría mucho de reconocer otro gobierno en España».
Fue en los últimos años cuando, gracias a estos testimonios y la documentación recogida de manera fragmentaria, se ha podido reconstruir el accidente de manera parcial. Y eso que algunos de los archivos de RENFE desaparecieron hace ya muchos años, pero era un grito a voces del túnel salieron muchos más muertos de los que oficialmente se declararon. Darío Zapico y José Rodríguez, dos niños que vivían en Torre del Bierzo aquel fatídico 3 de enero de 1944, contaban su recuerdo así a TVE: «Estaba jugando con unos amigos debajo del puente del ferrocarril y sentimos un estruendo muy grande. Como todo el pueblo, salí corriendo en dirección a la estación. Era raro el día que no había algún accidente porque los trenes se quedaban sin frenos en la cuesta», recordaba el primero.
Eso ocurrió con el Correo-expreso 421 de la ruta Madrid-Galicia. A su paso por Brañuelas, uno de los maquinistas decidió desenganchar una de las dos locomotoras con las que el tren iba remolcado al presentar problemas con los frenos. Era la 240-2423, conocida como ‘la Renfe’, que había sido añadida para mejorar la tracción. El viaje se reanudó únicamente con la principal, la número 4532, que correspondía a la antigua compañía del Norte, y al enfilar la pronunciada bajada que hay después, el tren ganó pronto mucha velocidad.
Cuando el maquinista se percató de que tenía que comenzar a parar para efectuar la parada reglamentaria en Albares, se dio cuenta de que no podía. Era demasiado tarde. El Correo pasó a toda velocidad por esta localidad ante el estupor del jefe de la estación, que corrió a telefonear al jefe de Torre del Bierzo. Este salió de su despacho haciendo gestos con las manos y gritando a los operarios que pusiesen traviesas en la vía con la intención de detenerlo, pero el tren continuó desbocado en su descenso hacia la tragedia.
El túnel ya no existe
El Correo penetró en el túnel número 20 que había poco después de la estación y en cuyo interior se encontraba otra locomotora con tres vagones que intentaba alejarse a toda velocidad para evitar el impacto, pero no le dio tiempo. Ambos trenes chocaron y seis de los vagones descarrilaron y formaron en el interior un amasijo de hierros y maderas sin ventilación que pronto empezó a arder. Las escenas tuvieron que ser dantescas. Cientos de pasajeros atrapados sin poder huir y otros tantos vecinos sin posibilidades de acceder para rescatarlos.
«Fue especialmente complicado hacerme una idea de cómo ocurrió el accidente dentro del túnel, aunque gracias a la ayuda de especialistas de la materia, pude comprenderlo mejor. Por poner un ejemplo, el túnel número 20 ya no existe, por lo que no es posible hacer el recorrido del tren hasta su punto fatídico. Pero lo que intento en esta novela no es solo contar la historia del accidente, sino de aquellos pasajeros anónimos cuyas historias se entrelazan en el túnel y cuyas heridas, en muchos casos, todavía no se han cicatrizado», añade Lucero.
De los 12 coches que componían el Correo 421, cinco quedaron dentro del túnel y fueron devorados por las llamas. Fue allí donde se produjo la mayoría de fallecidos, ya que, aunque las tuberías de los depósitos de agua se rompieron, no fue suficiente y el fuego continuó tres días más. El desfile de heridos y la recogida de restos humanos de entre los vagones calcinados duraron más de una semana. La identificación de la mayoría de los cadáveres fue prácticamente imposible debido a la calcinación de los cuerpos, que prácticamente desaparecieron junto a sus documentos y su ropa.
Parece que nunca podrán conocerse con exactitud las causas ni los responsables. Todo parece apuntar al mal estado de las vías y de los trenes en una época donde su mantenimiento y revisión eran prácticamente nulas. «No tenemos que olvidar que, cinco años antes, había terminado una guerra que afectó directamente a ferrocarriles, vías y estaciones, quedando muchas de ellas maltrechas o destruidas. La mayoría de los supervivientes coincide en cómo el tiempo se detuvo cuando aquel tren se quedó dentro del túnel y, luego, en cómo el caos se desató. Muchos de los supervivientes salieron por su propio pie, ya que viajaban en vagones que no quedaron dentro del túnel. Los que se quedaron dentro sufrieron el fatal desenlace», concluye el autor.
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