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Segunda Guerra Mundial

Salvajes marchas y muerte helada: el camino al infierno ruso de la División Azul

Antes de llegar al frente, los soldados españoles pasaron un duro entrenamiento y tuvieron que recorrer más de 900 kilómetros a pie hasta el frente

Representación de la División Azul FERRER-DALMAU
Manuel P. Villatoro

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Ríos de tinta se han escrito sobre la División Azul , la unidad española de voluntarios que partió hacia Rusia durante la Segunda Guerra Mundial para combatir el comunismo. Villanos para unos y héroes para otros, lo que es cierto es que, a la luz de la historia, estos soldados protagonizaron algunos insólitos sucesos como caminar 1.000 kilómetros en pocas semanas para entrar en batalla.

No obstante, hay que remontarse algunos años más atrás en la historia para conocer las causas de formación de la División Azul. Todo comenzó con la invasión de la URSS por parte de la Alemania nazi de Adolf Hitler . La movilización, que recibió el nombre de « Operación Barbarroja », se inició un 22 de junio de 1941. Ese mismo día, los alemanes decidieron que era hora de cobrarse el favor que habían prestado a Francisco Franco en la Guerra Civil .

Así lo explica el doctor en Historia Contemporánea Xavier Moreno Juliá (autor de varios libros cómo «Hitler y Franco. Diplomacia en tiempos de guerra -1936-1945-»), en su trabajo «La División Azul. Sangre española en Rusia. 1941-1945» : «Franco ofreció a Alemania el envió de algunas unidades de voluntarios en reconocimiento a la ayuda recibida durante la Guerra Civil. Un ofrecimiento que tenía que ser interpretado como un gesto de solidaridad».

20.000 voluntarios

Sólo dos días después de que Hitler decidiera marchar sobre la estepa rusa, España se preparaba para dar la noticia a sus ciudadanos de la existencia de la División Azul y de la necesidad de voluntarios. El encargado de dar la exclusiva fue el ministro de Asuntos Exteriores Ramón Serrano Súñer .

«Un Serrano exultante, con uniforme blanco y gafas de sol, ante la expectativa de la gente y sin micrófonos, exclamó desde el centro de Madrid: “Camaradas: No es hora de discursos, pero sí de que la Falange dicte en estos momentos su sentencia condenatoria: ¡Rusia es culpable! ¡Culpable de nuestra Guerra Civil! (…) ¡El exterminio de Rusia es exigencia de la Historia y del porvenir de Europa!”», determina Juliá.

Ferrer-Dalmau

Con estas palabras, Súñer dio el pistoletazo de salida para la entrada de voluntarios en la División Azul , noticia que sería dada a conocer por los diarios tres días después. Al instante, miles de jóvenes de lanzaron a las calles para alistarse. Entre ellos, se encontraba el joven Juan José Sanz , entonces de 17 años, que, en declaraciones a ABC en 2015, explicaba como vivió la situación.

«Tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial , escuché el discurso que hizo el ministro Serrano Suñer en el que dijo la famosa frase “Rusia es culpable”. Después de eso, nos apuntamos de golpe a la División Azul. Tras el mensaje, yo fui a Zaragoza y me presenté voluntario para luchar, pero no contra el pueblo ruso, sino contra el comunismo. Igual que yo, en pocos días salieron a las calles casi 20.000 jóvenes», determinaba el antiguo miembro de la División Azul.

«Escuché el discurso que hizo el ministro Serrano Suñer en el que dijo la famosa frase “Rusia es culpable”. Después de eso, nos apuntamos de golpe a la División Azul»

La llegada de voluntarios fue masiva. «Se dieron casos familiares extremos, como el ofrecimiento conjunto de hasta tres y cuatro hermanos, o el de un padre con todos sus hijos», determina Juliá en «División Azul». Sin embargo, la mayor afluencia fue sin duda de universitarios.

Así, tras aproximadamente una semana de inscripciones, el 2 de julio finalizó la fecha para alistarse en la División Azul, conocida por los alemanes como « Blau división » o « 250. Einheit spanischer Freiwilliger » (250 Unidad de voluntarios españoles). Ansiosos, sus 18.000 integrantes, al mando de Agustín Muñoz Grandes , esperaban la orden de partir.

Adiós a España

Unos 10 días después, la orden se hizo realidad, pues Franco hizo marchar a la División Azul hacia Baviera (Alemania), donde tendrían su primer contacto con los nazis y llevarían a cabo su instrucción. «El domingo 13 de julio, la División Azul comenzó el transporte escalonado de sus hombres hacia Alemania, en 19 expediciones, y a lo largo de diez días», determina Juliá en su libro.

Sanz, ya divisionario, partió más tarde. «A mi me asignaron al 3º Batallón del Regimiento 263, que se formó entero en Zaragoza. De hecho, uno de los curas más destacados, el padre Indalecio , vino a Zaragoza desde Madrid para incluirse en esta unidad. Éramos casi todos universitarios, además de médicos, abogados…. También es curioso que nosotros no salimos de España el 13 de junio, como el resto, sino que lo hicimos dos días después», determina antes de aclarar lo emotiva que fue para él la partida.

«Un campamento militar instalado al lado del pueblecito bávaro de Grafenwöhr, a pocos kilómetros de Nuremberg, fue el centro asignado por el alto mando alemán para la instrucción de la División Azul», explica el experto. En este campo sería donde los divisionarios españoles conocerían al ejército germano.

«Hicimos el adiestramiento en sólo dos meses cuando lo normal era en tres. Los alemanes quedaron sorprendidos de nuestra preparación porque todos teníamos una vocación clara y todos estábamos ilusionados en ir y aprender», señala Sanz, uno de los últimos en llegar al campo.

Con la convivencia, se pudieron observar las grandes diferencias que aporta la sangre latina . «Existían muchos contrastes de mentalidad entre nosotros y los alemanes. Nosotros cantábamos , hacíamos fiestas y ellos eran inflexibles . Por ejemplo, fue muy jocosa cuando, el primer día de entrenamiento, recibimos material. Nos dieron un equipo completo con hojas de afeitar, cepillo de dientes, cepillo para el pelo… Nos hizo mucha gracia porque nos parecía todo un lujo», explicaba el antiguo miembro de la División Azul , que entonces rozaba los 90 años.

«Otra anécdota sucedió con la ropa. Cuando nos dieron las camisas, como éramos más pequeños que los alemanes, nos quedaban muy grandes. Más de uno parecía que llevaba puesto un camisón. Lo mismo pasaba con los pantalones, a los que teníamos que dar un par de vueltas. No obstante, y a pesar de todo, no tuvimos ningún problema con ellos porque siempre cumplíamos nuestras misiones», recuerda Sanz.

«En principio, durante las primeras marchas, decían que éramos unos “ desarrapaos ”. La verdad es que, por ejemplo, nunca tuvimos mucho interés en llevar pulcro el uniforme mientras que ellos lo llevaban impoluto. Sin embargo, cuando llegamos al frente fue otra cosa, porque la División Azul se mantuvo en su sitio durante importantes combates singulares», finaliza el divisionario.

Camino al infierno

Tras dar por finalizado el entrenamiento, los divisionarios recibieron sus primeras órdenes: partir hacia Rusia para reforzar a las fuerzas alemanas. Sin embargo, se planteó un problema para la División Azul debido a que, aunque podían ser trasladados hasta Polonia en tren, se les informó de que deberían hacer a pie una distancia de casi 900 kilómetros (un espacio similar al que separa el sur de Andalucía del norte del País Vasco) para llegar a Smolensko , cerca de Moscú .

«Llegadas todas las expediciones, comenzó la parte más dura del viaje hasta el frente, por la falta de transporte motorizado, los españoles deberían cubrir casi 900 kilómetros a pie (…). Los cálculos estimaban que en unos 40 los días necesarios para llegar hasta allí, donde los divisionarios embarcarían nuevamente en ferrocarril hasta Dno », determina el historiador Xavier Moreno Juliá.

Serrano Súñer

La dureza del calzado, acompañada por las nubes de polvo que se provocaban por la marcha y la falta de alimento, hacían el camino insoportable. Además, la hilera que los soldados españoles formaban era tan larga que había aproximadamente entre dos y tres días de camino entre el grupo de cabeza y el del final.

«En esa marcha se nos rompieron los zapatos y llegamos a acabar casi medio desnudos . Además, el problema también fue el frío que sufrimos que, aunque no era tan intenso como el que sufrimos luego, nos afectó mucho más porque nos cogió medio desnudos tras la caminata, sin apenas zapatos , que se habían roto. Fue muy duro», recordaba el divisionario Juan José Sanz.

«Aquella salvaje marcha se cobró 11 vidas humanas (sólo la explosión de una mina mató a 4 soldados e hirió a otros 34), y dejó fuera de juego a 3.013 hombres más, mayoritariamente en la condición de aspeados. Mató también a 44 caballos e inutilizó a otros 957, así como 77 vehículos, algunos perdidos para siempre», explica Juliá. A pesar de todo, tras varias semanas se encontraron por fin cerca de su objetivo.

«Aquella salvaje marcha se cobró 11 vidas humanas (sólo la explosión de una mina mató a 4 soldados e hirió a otros 34), y dejó fuera de juego a 3.013 hombres más»

No obstante, el destino todavía guardaba una agria sorpresa para los soldados. Justo antes de llegar a Moscú, fueron informados de que debían volver sobre sus pasos. «La División Azul recibió la orden de girar y desandar unos cien kilómetros hasta Orsha , y dirigirse, en dirección norte, hasta Vitebsk , donde tomaría el tren hasta Novgorod .

En pocas palabras: las necesidades de Hitler en el sector norte del frente ruso y los malos informes que la Plana de Enlace alemana en la División Azul envió al mando alemán (españoles mal uniformados y con comportamientos mediterráneos, alejados de los parámetros germánicos), decidieron a aquel a enviar a los españoles al sector norte del frente», finalizada el historiador. Tras llegar definitivamente a su posición, la División Azul entraría finalmente en batalla. Aunque eso, como suele decirse, es otra historia.

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