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El relato inédito del 'taquígrafo' de Franco en Hendaya: el protocolo secreto de España para entrar en la IIGM

ABC ha tenido acceso al relato de Enrique Giménez-Arnau, director general de Prensa del régimen franquista, que escribió para sus hijos sobre aquel episodio histórico, porque fue «un testigo importante de lo que pasó allí». Viajó junto al Caudillo en el mismo tren y se reunió a solas con él, hasta las cinco de la madrugada, para redactar el documento que iban a entregar al «Führer» con las condiciones de España para entrar en la Segunda Guerra Mundial

Enrique Giménez-Arnau, cuando fue nombrado director general de Presa en 1939, sobre una imagen de Franco (izquierda) y Hitler, durante la reunión de Hendaya un año después ABC
Israel Viana

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«Por fin me decido a contar lo que yo sé de lo que pasó en Hendaya , porque fui testigo de una parte relativamente importante de lo que allí pasó, aunque fuera solo en calidad de mecanógrafo». Así empiezan los 23 folios escritos por Enrique Giménez-Arnau (Madrid, 1909) a los que ha tenido acceso ABC, cedidos directamente por su familia, donde cuenta su viaje junto a Franco para entrevistarse con Hitler . Y, además, la reunión que mantuvo a solas con el Caudillo, hasta las cinco de la madrugada, para pasar a máquina el protocolo secreto que iban a entregar al día siguiente al «Führer», con las condiciones de España para entrar en la Segunda Guerra Mundial.

Giménez-Arnau era en esos momentos director general de Prensa. Su nombramiento lo recogió ABC el 10 de octubre de 1939 , justo un año antes del viaje y después de haber trabajado, durante la Guerra Civil, a las órdenes directas de su gran amigo Ramón Serrano Suñer en su época de ministro del Interior. «Ha influido en que lo escriba la desfachatez y la falta de sentido histórico y lógico de gente que tiene poco más de treinta años y habla de cosas ocurridas el 23 de octubre de 1940, cuando ni siquiera habían nacido y eran solo una idea en la mente de Dios», justifica.

El documento está fechado en enero de 1995 y nunca ha sido reproducido por ningún medio de comunicación. Una versión más breve redactada por nuestro protagonista a partir de este original fue publicada por la revista bimestral 'Razón Española' en 1998. Y esta, a su vez, fue incluida a modo de apéndice en la reciente biografía de Jimmy Giménez-Arnau, que es su sobrino. En el momento en que fue redactado, por lo tanto, Enrique Giménez-Arnau era el último superviviente de la famosa entrevista de Hendaya, si exceptuamos a Serrano Suñer, fallecido en 2003, un año después que el antiguo director general de Prensa de Franco.

El distanciamiento con Serrano Suñer

Recuerda Enrique Giménez-Arnau, de hecho, que su relación con el exministro de Exteriores «se había perturbado por un exaltado falangista que había ofendido gravemente» a él y a sus hermanos. A raíz de ello, ambos se dejaron de hablar en 1941 y no volvieron a hacerlo hasta la muerte de Franco, cuando Serrano Suñer le llamó un día «por una polémica que se había suscitado entorno al contenido de las conversaciones de Hendaya». No explica cuáles, pero sí que, nada más aparecer en la cita, le preguntó: «¿Puedes explicarme por qué estabas tú allí?».

Portada de la entrevista de Hendaya ABC

«Oye, Ramón, eso deberías saberlo tú muy bien —le respondió—. Yo estaba allí porque tú me habías llamado. Yo era director general de Prensa y, aunque la prensa ya no dependía de tu Ministerio [de Asuntos Exteriores], prácticamente tú mandabas en ella y me llamaste para que te acompañara». Sin embargo, el mismo Giménez-Arnau refleja a lo largo del texto que él también se preguntó siempre por qué fue el elegido para acompañar a Franco en tan histórico encuentro y no otro militar más cercano a la nueva cartera de Serrano Suñer. Nunca encontró una respuesta, pero el caso es que allí estaba.

«Recibí indicaciones de que preparara un ligero y corto equipaje, porque teníamos que realizar un pequeño viaje. No recuerdo si hablé directamente con el ministro o me llegó la orden por parte de alguien del Ministerio de Asuntos Exteriores. Yo no sabía a dónde íbamos, lo único que sabía es que tenía que llevar el uniforme militar», relata Giménez-Arnau, que cuenta después el trayecto: «Dormimos en San Sebastián y, al día siguiente, fue la famosa reunión. Llegamos a Hendaya en un tren que conducía el teniente coronel Martínez Maza [...]. No sé a qué se debió el retraso. Se dice que fue intencionado y también que había temor a un atentado en la línea férrea. No sé lo que pasó. Yo sé que iba en el mismo vagón que Franco, el 'brake' de Obras Públicas».

Franco, ¿contento o preocupado?

Narra el exdirector general de Prensa que, «al llegar a Hendaya con un sol radiante el 23 de octubre de 1940, y después del desfile y de pasar revista a las tropas que rendían honores, se encerraron en el vagón del 'Führer' los principales personajes de la función: Hitler, por supuesto, el Caudillo, Serrano Suñer, el ministro alemán de Asuntos Exteriores , el general Espinosa de los Monteros , que era embajador de España en Berlín y hablaba muy bien el alemán, y el intérprete del 'Führer', Paul Schmidt , que fue quien contó aquello que dijo Hitler: 'Preferiría que me sacaran unos cuantos dientes antes de volver a tener una entrevista con Franco'».

Un recuerdo el de Giménez-Arnau opuesto al de la documentación extraída del Archivo personal del general Eugenio Espinosa de los Monteros, así como de, entre otras, las publicaciones de los historiadores Paul Preston ('Franco'), Fernando Paz ('La neutralidad de Franco') y de Luis E. Togores ('Franco frente a Hitler'), quienes testimonian que ni el embajador español en Berlín ni el alemán en Madrid estuvieron presentes en el vagón donde se desarrolló la Conferencia de Hendaya. Además, según escribió Serrano Suñer su libro 'Entre Hendaya y Gibraltar' (1973), «tomamos asiento en el salón: Hitler, Franco, Ribbentrop, yo y "dos" intérpretes. Por parte alemana actuó como tal, una vez más, el intérprete oficial para español del Führer llamado Gross» y por parte española, el barón de las Torres. El exministro puntualizó este extremo, asegurando que aunque el profesor Tovar fue con ellos a Hendaya, no estuvo en la conferencia. Ni tampoco el Paul Schmidt, intérprete personal del Führer. Ambos permanecieron fuera de la sala.

Giménez-Arnau cuenta se quedó en el andén de la estación y, a ratos, en el vagón adyacente a la espera de órdenes, junto a otros mandos alemanes, como uno de los colaboradores del ministro de Propaganda, Joseph Goebbles . «Las conversaciones fueron muy largas [...] y la espera interminable. Aquello parecía que no iba a acabar nunca», asegura. Pero, entonces, fue llamado para unirse a la cena con los dos mandatarios en uno de los descansos. Se sentó casi en frente de Hitler, en el vagón donde se estaba produciendo la entrevista. Eran unas diez personas y la charla no fluyó mucho, puesto que «ni Franco ni Serrano Suñer conocían el alemán y estos tampoco eran muy duchos en idiomas. Espinosa de los Monteros y Schmidt fueron los que llevaron el peso de los difíciles diálogos».

Terminados los postres, siguieron las conversaciones hasta las diez y media de la noche. «Después nos metimos en el vagón del tren español, donde Franco estuvo a punto de caerse en la escalinata, para volver a San Sebastián», continúa el exdirector general, que vuelve de nuevo a la conversación que Serrano Suñer y él tuvieron ya en la democracia, en la que discutiendo largo y tendido sobre el estado de ánimo del dictador durante aquel viaje de regreso, pues todos compartieron vagón. «Yo le dije que había encontrado al Caudillo con muy buen ánimo, hasta sonriente, y que, incluso, había contado un chiste. Algo que él no recordaba y que negó. Serrano Suñer pensaba que el Caudillo estaba muy preocupado, apesadumbrado, y yo rotundamente le dije que nada de eso. A Serrano le fallaba la memoria».

El memorándum de Ayete

Cuando llegaron a San Sebastián, Giménez-Arnau y el resto de la comitiva se fueron a la residencia del Caudillo, el Palacio de Ayete. «Allí me encerraron en un despacho en el que, al cabo de una espera bastante larga, apareció Franco. Creo que antes le había preguntado a Serrano Suñer si yo era una persona de confianza. No dudo que sea cierto, pero me extrañaba mucho, porque yo ya le conocía desde 1925, ya que incluso había ido varias veces al despacho de mi padre, que era notario en Zaragoza [...], y, además, era el que había refrendado mi nombramiento como director general de Prensa. Sabía perfectamente quién era yo y cuál era mi forma de pensar», explica.

Enrique Giménez-Arnau, en 1976 ABC

Durante un rato el Caudillo y el periodista hablaron de nimiedades y de los tiempos de la Segunda República , hasta que un ayudante entró en la habitación y le entregó unos papeles al Caudillo. En ese momento, Giménez-Arnau, «frente a frente con el Generalísimo», comienza a mecanografiar lo que este le dicta: un protocolo secreto con Alemania que técnicamente aseguraba el compromiso español de entrar en guerra. O como lo describe el exdirector general de Prensa, el documento original que «contenía los requisitos o condiciones que el Caudillo ponía para entrar en el conflicto y en el que hacía una relación de todas las cosas que España necesitaba reconstruir para poder estar en situación de tomar una actitud bélica. Teníamos la economía totalmente maltrecha. Y esa nota que yo redacté y que se tradujo al alemán, fue la que se llevó a Hendaya en la madrugada de ese mismo día. La misma que provocó la ira del equipo del 'Führer', que sostenía que estas condiciones no eran las que se habían impuesto en las conversaciones».

Según explica Luis E. Togores en 'Franco frente a Hitler: La historia no contada de España durante la Segunda Guerra Mundial' (La Esfera de los Libros, 2020), antes de la entrevista, el Caudillo había recibido un informe devastador de su asesor económico, Higinio Paris Eguilaz, en el que analizaba con total crudeza las grandes carencias de cereales, azúcar y abonos, además del enorme desempleo obrero y la paralización de la agricultura y de la industria que se había producido en España tras la Guerra Civil. «Cuando Franco argumentó esta situación ante Hitler, no hacía más que decir la verdad», apunta el historiador.

Las peticiones de Franco

Durante aquella noche, el embajador de España en Berlín, el general Eugenio Espinosa de los Monteros, se mostró muy preocupado por el enfado de los alemanes y defendía la necesidad de aceptar la petición de Hitler. Serrano Suñer fue a hablar de ello con Franco, pero este le ordenó igualmente que enviase los tres folios del borrador que Giménez-Arnau había mecanografiado junto a él en su despacho.

Este documento ha aparecido entre los recientemente encontrados papeles privados de Franco y, según recoge textualmente el libro de Togores, no solo pide la reincorporación de Gibraltar a España, sino ayuda para reconstruir la España en ruinas que había quedado en 1939. Y dice así:

« Protocolo Secreto

Entre los Gobiernos de España, de Alemania y de Italia se conviene lo siguiente:

(...) 2.- España se declara dispuesta a adherirse al Pacto Tripartito entre Alemania, Italia y el Japón suscrito el veinte de septiembre de mil novecientos cuarenta y a formar, a este efecto, el oportuno Protocolo estableciendo la efectividad de su adhesión en la fecha que se fijará de común acuerdo entre las cuatro potencias.

3.- España declara por el presente Protocolo su adhesión al pacto de amistad y de alianza entre Alemania e Italia y al Protocolo secreto suplementario del veintidós de mayo de mil novecientos treinta y nueve.

4.- En cumplimiento de sus deberes de aliada, España entrará en la guerra actual de las Potencias del Eje contra Inglaterra después de que le hayan estas prestado la necesaria ayuda militar para su debida preparación, en la fecha que será fijada de conformidad y acuerdo unánime por la tres Potencias. Alemania le prestará a España además ayuda económica mediante la entrega de víveres y materias primas para atender a las necesidades del pueblo español y las de la guerra.

5.- Además de la reintegración de Gibraltar a España y conforme al nuevo orden general que se intenta implantar en África, una vez vencida Inglaterra, por los tratados de paz, las Potencias del Eje se declaran en principio dispuestas a encargarse de que España reciba ciertos territorios de África en igual medida en que Francia podrá ser compensada, asignándole territorios equivalentes en África. Las reivindicaciones de Alemania (y escrito a pluma, y de Stalin) no serán afectadas por lo precedente. (Existe una rúbrica junto a este artículo).

6.- Este Protocolo tendrá carácter absolutamente reservado, y las partes se comprometen a guardar la mayor discreción en cuanto a él se refiera, hasta que de común acuerdo convenga hacerlo público.

Este Protocolo va extendido en tres ejemplares originales en las lenguas española, alemana e italiana. Hendaya, veintitrés de octubre de mil novecientos cuarenta ».

Es cierto que el protocolo es vago y que finalmente España se declaró neutral, aunque según llegó a decir el propio Serrano Suñer en sus memorias, constituía un compromiso firme con el Eje. El documento ha permanecido oculto durante décadas y las copias, de las que Giménez-Arnau no conservó ninguna, fueron probablemente destruidas.

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