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La batalla contra el cielo de Rein Loring

El 20 de junio de 1932, ABC recibía una carta de Hong Kong, informando de los problemas del joven piloto español para llegar a Manila desde Madrid en una avioneta de aluminio

Rein Loring, el halcón solitario ABC

ISRAEL VIANA

¡Ay, esos vuelos de antes! Eso sí que eran aventuras. Prueba de ello es la carta que la redacción de ABC recibió del Consulado de España en Hong Kong, el 20 de junio de 1932, informando de los mil y un problemas que el joven Fernando Rein Loring estaba sufriendo para completar la que fue una de las grandes hazañas de la historia de la aviación española : recorrer en solitario, con una avioneta de aluminio de apenas 500 kilogramos y una velocidad de crucero de 150 km/h, el trayecto entre Madrid y Manila .

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En aquella carta, que llegaba a esta redacción junto con la fotografía del aviador y su «pájaro», se podían leer percances de todo tipo: «Al poco de salir de Taiping, un escape de gasolina le obligó a aterrizar en Fort Bayard », «el Observatorio de Hong Kong anunció dos tifones», «tuvo que esperar el aluminio que había pedido para soldar el tanque», «ha experimentado por más de una semana tronadas y lluvias tropicales» o «al inspeccionar más detenidamente el aparato, encontró que el depósito goteaba».

Loring, que había nacido en Málaga 30 años antes, estaba decidió a seguir las huellas del vuelo que los pilotos Esteve , Gallarza y Loriga habían realizaron juntos en 1926 entre España y Filipinas, pero él quería hacerlo absolutamente solo, con un Loring E-II (modelo de la propia fábrica de aviones que había fundado un pariente suyo en 1923) modificado por él mismo. Aquel aparato, que ya forma parte de la historia de la aviación en España, fue bautizado como « La Pepa ».

2.500 horas de vuelo

A pesar de su edad, Rein Loring no era un novato. Había obtenido el título de piloto en 1924, con 22 años, y ocho después ya acumulaba cerca de 2.500 horas de vuelo en su cartilla, gracias a su actividad en la escuadrilla militar de África y en la Compañía de Fotometría Aérea .

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Contaba ABC el 24 de abril de 1932 , el día de su partida, que la intención del joven era «realizar el recorrido de 17.000 kilómetros en 12 días, aspirando a efectuarlo dentro de la mayor regularidad posible». Su objetivo era reducir casí a la mitad las 20 etapas y 39 días que habían tardado en realizar aquel trayecto Esteve, Gallarza y Loriga.

Por si fuera poco, el aviador intentó conseguir, sin éxito, alguna ayuda para los gastos del viaje, pero las menguadas asignaciones del presupuesto de la Aeronáutica Civil y de los aeroclubes no contaban con este tipo gastos. Cuando acabó el viaje, tan sólo recibió un auxilio oficial con el que no cubrió ni la mitad de los gastos.

Loring, «en paradero desconocido»

Loring tuvo que luchar contra cielo y tierra, pero lo plazos pronto se antojaron demasiado optimistas. Dadas las condiciones, llegar con vida ya podía considerarse un éxito. Poco después de partir, la avioneta se veía azotada por el primer temporal y se retrasaba una cuantas horas en llegar a Málaga.

A partir de ahí, ABC cubrió cada una de las etapas con gran interés . El 17 de mayo contaba que « Loring se encontraba en paradero desconocido . Había salido de Bankok el sábado, descendiendo en Lanpok, cerca de la frontera, y proponiéndose llegar a Hanoi el domingo, pero no se han tenido noticias hasta el momento».

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Cuando dio por fin señales de vida desde Hong Kong, este diario informó de que el piloto había tenido que «retrasar varias veces el vuelo a causa de que se salían los depósitos». Un mes después, se relataban los problemas del piloto con el Gobierno japonés , que «no le concedía aún autorización para aterrizar en la Isla Formosa». Una tras otra, los percances no tenían fin.

Conseguidos finalmente todos los permisos, Rein Loring pudo lanzarse a por las últimas etapas de su odisea. Entre ellas, la más peligrosa: el salto sobre el mar de China con un recorrido de 900 kilómetros sobre el océano hasta Aparri, ya en Filipinas, para acabar finalmente en Aparri-Manila.

Loring, el héroe

El recibimiento fue apoteósico «a pesar de la lluvia». Le declararon huésped de honor de la isla y la entonces colonia española le agasajó como un héroe. Después de tantos esfuerzos y dificultades, el joven piloto debía haberse sentido satisfecho con el reconocimiento del triunfo y con el simple hecho de no haber sido destrozado por cualquiera de los tifones con los que se topó, pero él no era así.

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Según explico él mismo, se había quedado con la espina clavada de no haber cumplido los plazos prometidos, por lo que un año después lo volvió a intentar . Lo consiguió, llegó en menos tiempo y con muchos menos problemas.

Poco antes de morir, el gran Fernando Rein Loring, al que todo el mundo definía como un hombre humilde y tranquilo, reconocía que después de las miles de aventuras vividas sobrevolando desiertos y océanos de medio mundo, así como su participación en la misma Guerra Civil, lo que más le gustaba eran los vuelos tranquilos y sin incidentes. Quién lo iba a decir.

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