Psicópatas, asesinos, perversos: siete mitos y mentiras sobre los emperadores de Roma que siguen vigentes
Cada emperador ha tenido que lidiar con su propia leyenda negra, de modo que hoy es difícil separar la realidad de la mentira
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Iniciar sesiónDe Tiberio se rumorearon un montón de perversiones en su villa de Capri; de Calígula, que era un monstruo; de Claudio, cierta discapacidad ; de Cómodo, una actitud muy agresiva; de Heliogábalo, despotismo oriental... Rumores, sospechas, difamaciones, a veces verdades, de un Senado apartado ... del poder, pero con la propaganda y la escritura en sus manos. Cada emperador tuvo que lidiar con su propia leyenda negra, de modo que hoy es difícil separar la realidad de la mentira.
1.º Julio César no fue el primer emperador
Es una de esas preguntas del trivial que más falla la gente que no está familiarizada con la Antigüedad. Julio César no fue el primer emperador de Roma . El político romano tuvo una carrera pública bastante convencional. Tras la muerte del dictador Sila, que recelaba de Julio César por sus lazos familiares con Cayo Mario, el joven patricio ejerció por un tiempo la abogacía y fue pasando por distintos cargos políticos.
Valiéndose de su amistad con Marco Licinio Craso y su creciente popularidad, formó parte en el 60 a. C. del Primer Triunvirato y ejerció como cónsul. Durante siete años, el carismático Julio César, el millonario Craso y el prestigioso Pompeyo se alternaron en los principales puestos de poder de la República romana. El pacto funcionó razonablemente bien hasta que las ambiciones de César y la muerte de Craso en una demencial incursión contra los partos rompió el equilibrio.
Los partidarios de Julio César, convertido en un héroe de la República tras la conquista de las Galias, y los de Pompeyo El Grande se enfrentaron en la segunda de las tres guerras civiles que sellaron el periodo republicano Con su victoria sobre Pompeyo, Julio César se convirtió en dictador rei publicae constituendae («dictador para el restablecimiento de la República»), un cargo que se ejercía tradicionalmente por tiempo limitado en situaciones en las que Roma debía enfrentarse a una situación extrema. César, sin embargo, no estaba dispuesto a soltar el poder tan fácilmente .
La benevolencia mostrada por el dictador, que no solo perdonó la vida a la mayoría de los senadores que se habían enfrentado contra él durante la guerra, sino que incluso les otorgó puestos políticos, se reveló con el tiempo como un error político de bulto . La mayoría de los 60 senadores implicados en su asesinato en el año 44 a.C. habían sido amnistiados previamente por el dictador. Ni la gratitud ni la amistad disuadieron a los conspiradores de sus intenciones en los Idus de Marzo , que afirmaron haber matado al tirano por salvaguardar la República y evitar que César la convirtiera en una monarquía. Y, sin embargo, solo consiguieron acelerar la caída de una institución que llevaba un siglo tambaleándose.
2.º El primero hombre de la República
El sobrino nieto de Julio César, Octavio, de 18 años, asumió el papel de hijo adoptivo del dictador y cambió su nombre por el de Cayo Julio César Octaviano tras la muerte de su tío. Al principio, combatió junto al Senado y varios de los conspiradores contra Marco Antonio , que no tardó en atraer a su bando a las legiones que todavía eran fieles a la memoria de Julio César. No en vano, Cayo Julio César Octaviano terminó uniéndose a Antonio y a Lépido, otro de los fieles de Julio César, para formar el segundo Triunvirato y dar caza a los asesinos de los Idus de Marzo. En el plazo de tres años, prácticamente todos los conspiradores fueron ajusticiados sin que observaran ni la más leve sombra de la famosa clemencia del tirano al que tanto se habían afanado en eliminar.
Octaviano pasó a titularse con el paso de los años Augusto (traducido en algo aproximado a ‘consagrado’), que sin llevar aparejada ninguna magistratura concreta se refería al carácter sagrado del hijo del divino César, adquiriendo ambos una consideración que iba más allá de lo mortal. En ningún momento se nombró Emperador ( Imperator era un título dado a un general victorioso ), ni tampoco lo necesitó, Augusto creó un sistema que cambió profundamente la historia de Europa a través de un programa de obras públicas, plasmado en su mítica de frase de «encontré una ciudad de ladrillo y dejé una de mármol». El princeps estabilizó la política local, financió el arte y la literatura y estableció una estrategia defensiva en las fronteras del imperio que permitieron casi dos siglos de calma. Con buena parte del ejército bajo su control directo, con una gran fortuna y hasta consideración sagrada, Augusto legó a sus descendientes la cabeza del Imperio romano.
3.º Tiberio y su tardía mala prensa
En ‘Las Vidas de los doce césares’, el historiador Suetonio presenta un retrato perturbador del Emperador Tiberio –sucesor de César Augusto–, al que se le achaca toda clase de monstruosidades en su villa. Unos excesos, probablemente inventados, derivados de su fama de implicable a la hora de eliminar a sus rivales. Como explica David Potter en su libro ‘Los Emperadores de Roma’ (Pasado y Presente), «para silenciar a sus numerosos enemigos, reales e imaginarios, el Emperador invocó con demasiada frecuencia la lex maiestatis, es decir, la ley que regulaba el control de las acciones susceptibles de “menguar la soberanía del pueblo”». El equivalente al delito de alta traición, que además permitía al Estado recibir parte del patrimonio del reo, una vez ejecutado.
A diferencia de su padre político , Tiberio carecía de mano izquierda y de la capacidad para persuadir a los amigos y a los enemigos. Su impaciencia con las sutilezas políticas le hacía preferir métodos más agresivos para convencer a sus colaboradores. De ahí que los lazos de Tiberio con el Senado fueran tibios e incluso se mofara abiertamente de los senadores: «¡Qué hombres más propensos a la esclavitud!», afirmó en cierta ocasión, según Tácito.
En el año 28 d.C, Tiberio se retiró a su villa de Capri y dejó las tareas de gobierno en manos de Sejano, jefe de la guardia pretoriana y su confidente. La traición y posterior ejecución de este agrió el humor del Emperador y le sumió en periodos melancólicos, que le ganarían la fama del «tristissimus hominum» (el más apesadumbrado de los hombres). Los propagandistas del Senado, y los de su propio sucesor, Calígula, extendieron una serie de bulos escabrosos sobre lo que ocurría en aquella villa. La imagen del adusto y erudito general fue sustituida por la de un anciano pedófilo, que, propagaron, se deleitaba con la contemplación del acto sexual entre parejas de adolescentes. Suetonio describe:
«Tenía una habitación destinada a sus desórdenes más secretos, guarnecida toda de lechos en derredor. Un grupo elegido de muchachas, de jóvenes y de disolutos, inventores de placeres monstruosos, y a los que llamaba sus maestros de voluptuosidad, formaban allí entre sí una triple cadena, y entrelazados de este modo se prostituían en su presencia para despertar, por medio de este espectáculo, sus estragados deseos».
La traición y posterior ejecución de este agrió el humor del Emperador y le sumió en periodos melancólicos, que le ganarían la fama del «tristissimus hominum» (el más apesadumbrado de los hombres)
No obstante, se sabe que Tiberio, interesado en la filosofía y el estudio, se rodeó en su villa de una camarilla de académicos y astrólogos. Su evasión era la ciencia, más que la tortura o la perversión. Precisamente por la contemplación de las estrellas –se dice– comprendió que la sucesión iba a caer sobre su sobrino Cayo Calígula, hijo de Germánico, hiciera lo que hiciera. De ahí que se despreocupara de su propia sucesión y solo regresara dos veces a Roma.
4.º Calígula, un psicópata al frente de Roma
El nombre de Calígula era, en verdad, un apodo que le pusieron los soldados cuando acompañó siendo un niño a su padre Germánico en las campañas militares. Le apodaron «Calígula» («Botita») , lo que años después le irritaría enormemente, porque iba vestido con una versión en miniatura del traje de legionario.
Como explica David Potter en su libro, el primer problema de Calígula es que «nunca había tenido que demostrar su virtus en un entorno de carácter colectivo». Educado en la villa de Capri , los principales compañeros de formación del romano habían sido hijos de reyes extranjeros enviados a la capital del imperio a modo de garantía. En definitiva, Calígula vivió su infancia y adolescencia en una burbuja, rodeado de príncipes orientales con una forma distinta de comprender el poder y con sus hermanas como mejores amigas.
A los pocos meses de haber accedido al trono, en el otoño del año 37 d.C., Calígula sufrió lo que probablemente fue una crisis nerviosa o una encefalitis (una inflamación del cerebro causada por algún tipo de infección). Suetonio menciona que durante su infancia ya había registrado graves problemas médicos, con ataques de epilepsia periódicos que en la edad adulta se convirtieron en desvanecimientos . Apenas dormía más de tres horas al día y pasaba las noches deambulando por las galerías del palacio, «esperando e invocando la luz». Tras su crisis nerviosa, todo se acrecentó.
Para los psiquiatras actuales, Calígula presenta el perfil de un psicópata, alguien carente de remordimientos o empatía que se cree por encima del bien y del mal. En ‘Los doce Césares’ , Suetonio pone en boca del Emperador una frase que le anuncia como por encima del resto: «Recuerda que todo me está permitido, y con todas las personas». En contraste con sus «humildes» antecesores, Calígula se reveló como un monarca asiático en su forma de vida desmedida. En las bacanales de Calígula eran frecuentes las agresiones y perversiones contra las invitadas. Se le acusó de acostarse con las esposas de sus súbditos, de relacionar el sexo con el dolor físico y de tratar de convertir su palacio en un burdel.
Pero, ¿son ciertas todas las perversiones que se relatan de Calígula? Para Suetonio y Dión Casio, no cabe duda de que fue un monstruo cruel. Pero siempre es importante desconfiar de las intenciones de los que escriben la Historia . Lo único comprobable del caso de Calígula es que, en efecto, se comportó de forma despótica, despreció al Senado y descuidó sus responsabilidades como gestor. Eso convirtió sus extravagancias, fueran exageradas o completamente ciertas, en el lugar de trabajo predilecto para los propagandistas, casi siempre miembros de la casa ecuestre, que querían advertir a futuros dirigentes de lo inadecuado de apartar a los senadores del poder. Escribir sobre los vicios sexuales en una sociedad que felicitaba la moderación era la mejor forma de despreciar a los gobernantes a ojos del pueblo.
5.º El muy astuto Claudio
Un gran número de senadores y miembros del ejército romano planearon el 24 de enero del año 41 d.C castigar con la muerte las extravagancias y la violencia crecientes de Calígula. Ese día, un tribuno de la guardia de corp imperial apuñaló a Calígula cuando estaba absorto en la contemplación de un espectáculo teatral. Según el mito popular, la guardia pretoriana descubrió a Claudio, tío de Calígula, escondido tras unos cortinajes y decidió nombrarle Emperador a la vista de lo fácil que iba a resultar manejarlo.
Claudio, que es conocido por el gran público gracias a la novela 'Yo Claudio', aparentó durante toda su vida una debilidad física y psicológica que, llegada su oportunidad de acceder al poder, jugó en su favor. Se vio pronto que no era ni remotamente tan tonto como había imaginado su familia. Nacido con un pie deforme y, como apunta David Potter , con cierto grado de discapacidad intelectual (una parálisis cerebral le afectaba desde niño), Claudio permaneció en segundo plano durante los reinados de Tiberio y Calígula.
El nuevo Emperador, que había pasado su vida entregado a la lectura y a la escritura, era un inexperto en el terreno político, como antes que él lo había sido Calígula. Tenía graves problemas para tratar con los senadores y tendencia a tartamudear en cuanto le alejaban de sus libros, los cuales versaban en su mayoría sobre la Antigüedad más arcaica . Su aislamiento respecto a las clases senatoriales, que nunca se habían molestado en tratar con él, sentó las bases de un reinado sorprendentemente fructífero. A los senadores les reemplazó en sus tareas de gobierno esclavos libertos, bien formados y con menos intereses creados; una forma de gobierno que, en términos modernos, podría ser calificada de tecnocracia.
Tras el terremoto de la vida privada de Calígula, la de Claudio y sus libertos no le fue a la zaga. A finales de la década del 40 a.C., el Emperador se distanció de su tercera esposa, la joven Mesalina, y se lanzó a buscar amantes entre el gran caladero de esclavas. Mesalina respondió al fuego con más fuego… En su particular guerra por mostrar a Roma que podía tener más amantes que su marido, se dice que pasó una noche en un burdel practicando el sexo con todos los que pagaron por sus servicios, para demostrar que podía superar a una prostituta experimentada.
En su particular guerra por mostrar a Roma que podía tener más amantes que su marido, se dice que pasó una noche en un burdel practicando el sexo con todos los que pagaron por sus servicios
6.º El emperador gladiador
A la muerte de Marco Aurelio, al llamado Emperador filósofo le sustituyó su hijo Cómodo, lo que le convirtió en el primer máximo gobernante de Roma en ochenta y dos años que era sucesor natural, y no adoptivo, del anterior princeps. El hecho de que el nuevo Emperador supiera desde la adolescencia que iba él a tomar el poder explica, en parte, su tendencia al autoritarismo. Frente al respeto reverencial mostrado por Marco Aurelio hacia el Senado, Cómodo, archiconocido en su maldad por la película de ‘Gladiator’, pasó por encima de esta institución y llevó a Roma de «un reinado de oro a uno de hierro y óxido», como definió un contemporáneo suyo.
«Dejó las riendas de la gobernación en manos de terceros y se lanzó de lleno a actividades opuestas a las filosóficas: los deportes de sangre. Siendo un joven de buena forma física, atractivo y vanidoso, Cómodo se identificó inmediatamente con el semidiós Hércules. Le enorgullecía sus dotes de gladiador, y lo cierto es que llegó a luchar en el coso», explica Barry Strauss en su libro ‘Diez Césares: los emperadores romanos de Augusto a Constantino’ (Edhasa).
En contra del mito cinematográfico del odiado Cómodo, la realidad es que el nuevo Emperador gozó durante mucho tiempo de la simpatía en el ejército y en el pueblo, encantado con los numerosos juegos organizados en su reinado. En su oposición estaban las élites romanas, quienes pagaban las fiestas y aborrecían sus embrutecidos gustos. Varias conspiraciones de aroma senatorial intentaron quitarle de en medio, tras cuyo fracaso se enfrentaron a una atroz represión. No fue hasta la víspera de Año Nuevo de 192 cuando triunfó una de estas conjuras, capitaneada por su amante y los oficiales más próximos a Cómodo. A requerimiento de los conspiradores, uno de sus compañeros gladiadores lo estranguló mientras tomaba un baño.
7.º Más odiado por oriental que por perverso
Las extravagancias del Emperador Heliogábalo le ganaron en solo cuatro años la fama del peor Emperador romano, según ‘La Historia Augusta’, un compendio anónimo poco preciso de biografías de césares publicado en el siglo IV. Porque, en el caso de este adolescente empleado como marioneta de sus parientes resulta prácticamente imposible separar la difamación de lo que fue real en su biografía. Lo hoy se llama en el mundo anglosajón «fake news», falsas noticias o paparruchas para los españoles, se ensañaron con Heliogábalo hasta los huesos.
Nacido cuando el Imperio romano había pasado sus años más dorados, Vario Avito Basiano tomó el nombre de Marco Aurelio Antonino al acceder al trono en el año 218 en un vano intento por destacar su supuesto parentesco con el Emperador Caracalla. Lo cual no evitó que fuera conocido como Elagabalus o Heliogábalo, forma latinizada de una deidad siria, El-Gabal , a la que sirvió como sacerdote en su ciudad natal, la actual Homs (Siria). La tía materna de Caracalla, Julia Mesa , organizó desde Emesa (Siria), patria chica de esta familia, una conjura para recuperar el poder perdido, colocando en el trono a Heliogábalo, sin preguntarse siquiera si el adolescente era apto para reinar o si, al menos, conocía las tradiciones latinas. El resultado fue el periodo más estrambótico en la historia del Imperio romano, o al menos así lo presentan los historiadores de su tiempo.
El adolescentec concedió a El-Gabal el título honorífico de Deus Sol Invictus ( «El invicto Dios Sol» ) y, con la oposición de la ciudadanía, situó las ceremonias en su honor en el epicentro de la vida religiosa del imperio. El propio Emperador, con «atuendo afeminado y las tetillas al aire», encabezaba las danzas rituales alrededor de su altar. La tolerancia de los senadores hacia las expresiones culturales diferentes era muy limitada. El colmo se alcanzó cuando Heliogábalo se casó, vestido de mujer, con la virgen vestal Aquilia Severa, lo que iba en contra del sagrado principio de la «tradicional observancia religiosa romana».
Los comentarios de la época aseguran que estiró al límite los convencionalismos sexuales, rodeándose de amantes femeninos y masculinos, donde primaba la belleza por encima de todo. Incluso se decía que para los puestos en provincias nombraba a aquellos amantes que tuvieran el pene más grande. No obstante, lo disparatado de algunas de las perversiones narradas sobre este Emperador adolescente hacen necesario que sean tomadas con precaución, entre otras cosas porque todo lo procedente del mundo oriental era visto por los griegos y los romanos como un constante foco de decadencia y «afeminamiento». Puede ser así que el primer y principal escándalo de Heliogábalo no fuera su homosexualidad, sus excesos sexuales o sus amantes, sino su condición de ciudadano romano de una provincia oriental y el hecho de que quisiera imponer costumbres y deidades foráneas en Roma.
A esta difamación contribuyeron de forma decisiva los textos de Dión Casio . Por ser contemporáneo de Heliogábalo, el relato de Dión Casio sobre el reinado se considera fiable y de primera mano, pero lo cierto es que este político romano pasó la mayor parte de este período fuera de la ciudad y empleó para su crónica relatos de segunda mano. Aparte de que era buen amigo del Emperador Alejandro Severo , quien renovó en esos años su cargo de cónsul y le regó con nuevas prebendas.
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