El plan secreto de la CNT y los sargentos bolcheviques para secuestrar a los Borbones en 1917
El historiador Roberto Villa, autor de '1917. El Estado catalán y el soviet español', responde a ABC: ¿provocó la revolución de 1917 un desastre que derivó la llegada de dos dictaduras y una guerra?
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Iniciar sesiónNo es ciencia ficción, aunque lo parezca. En los primeros años del siglo pasado, en plena ola revolucionaria nacida al calor de los soviets rusos, un grupo de sargentos cercanos a sindicatos como la CNT y la UGT planearon raptar a la familia real. Aunque, ... por suerte, fueron cazados antes de perpetrar sus intenciones. El episodio, inédito hasta ahora, ha sido desvelado por el historiador y profesor Roberto Villa García en '1917. El Estado catalán y el soviet español'. Un libro que, a golpe de documentos desconocidos e información poco tratada, se zambulle de lleno en una época llena –según él mismo narra a este diario– de mitos, falsedades y tópicos. Hoy, desentrañamos de su mano algunas de ellas.
¿Cuál es la mayor mentira que se ha generalizado sobre las revueltas de 1917?
La fundamental es que, tradicionalmente, se ha interpretado el proceso revolucionario de 1917 como la ruptura con un régimen antidemocrático caricaturizado con el famoso lema de Joaquín Costa («oligarquía y caciquismo»). La revolución de 1917 sería así un movimiento que trata de establecer una democracia. El libro demuestra que, en realidad, las fuerzas del frente revolucionario tenían proyectos exclusivistas muy alejados de cualquier constitucionalismo democrático, y que se levantaban en armas con una Monarquía constitucional parlamentaria y prácticamente ya democrática.
Hasta ahora se consideraba que la Lliga, los sindicatos revolucionarios UGT y CNT y las Juntas Militares habían protagonizado movimientos subversivos independientes…
Siempre se había interpretado que hubo tres procesos revolucionarios distintos y aislados, que habían fracasado precisamente por esa división. En realidad, hubo un frente único, compuesto de distintos protagonistas, pero con bastante coordinación. Incluso las Juntas Militares tampoco eran solo un sindicato de oficiales, sino que se convirtieron, a partir de junio de 1917, en un poderoso movimiento político que quería derribar la monarquía constitucional. El cerebro de toda la operación fue Francisco Cambó, de la Lliga, Fue el inspirador intelectual de las acciones del coronel Benito Márquez, líder de las Juntas Militares y, a su vez, el nexo de unión con el frente republicano-socialista llamado Alianza de Izquierdas, y con determinados mauristas, políticos que se habían escindido del Partido Liberal-Conservador, que empezaban a adquirir ribetes autoritarios y que propugnaban un gobierno de autoridad liderado por Antonio Maura (que siempre se negó) y tutelado por los militares rebeldes.
Entre los muchos episodios inéditos, narra una curiosa revuelta orquestada por sargentos de las Juntas.
De forma paralela a los oficiales, hubo un núcleo de sargentos revolucionarios captados por la UGT y, sobre todo por la CNT. Crearon en diciembre de 1917 un comité de acción secreta pensando que, cuando su organización juntera saliera a la luz y el gobierno tratara de disolverla, darían un golpe violento y ocuparían los centros neurálgicos de Madrid y las Capitanías de otras regiones, además de asaltar Palacio y secuestrar a la familia real. Inspirándose en el proceso revolucionario ruso, buscaban instaurar un sistema similar en España, de 'doble poder'. Contactaron con Melquíades Álvarez para entregarle la presidencia de la República, al tiempo que fomentaban un sóviet como el de Petrogrado, un consejo de obreros y soldados, dirigido por la UGT y la CNT. El gobierno de García Prieto, con Juan de la Cierva en Guerra, se anticipó y detuvo a estos sargentos revolucionarios pocas horas antes de que iniciaran la sublevación.
¿Cuál era el objetivo común de todos estos actores?
A pesar de que los componentes del frente revolucionario eran heterogéneos, confluían en un objetivo común: acabar con un sistema político que consideraban un estorbo para sus respectivos proyectos. La Monarquía constitucional era un obstáculo tanto para una república de izquierdas abierta a la apropiación sindical de la economía, como para el Estado catalán. Además, aquel sistema impedía cualquier tipo de tutela militar como la que querían imponer los oficiales rebeldes de las Juntas.
Las tesis tradicionales nos hablan de que había una monarquía anticuada ¿Era así?
En absoluto. Aquella monarquía constitucional no sólo estaba lejos del modelo del Antiguo Régimen, sino que estaba ya en las lindes de una democracia moderna. Nunca estuvimos más cerca de la democracia hasta 1977. Había una serie de aspectos relacionados con la movilización y la competencia electoral o con algunas reformas parlamentarias y electorales que había que abordar. Pero la mayoría de las estructuras políticas eran liberales y la constitución de 1876 era compatible con una democracia. El nuestro era un régimen homologable a cualquiera de los de la Europa occidental de entonces. Nada había en las leyes o las instituciones que nos separara, por ejemplo, de los modelos británico o belga, los más reputados entonces.
¿Fue Alfonso XIII un obstáculo para la democracia?
Suele insistirse en que Alfonso XIII fue el factor fundamental que impidió a España llegar a la democracia liberal. Pero no es cierto. La ejecutoria del rey no está exenta de errores; pero no fue desleal con el sistema político, no se salió de sus facultades constitucionales y fue un punto de apoyo leal a sus gobiernos en los momentos más difíciles de este proceso revolucionario. Incluso evitó una dictadura militar en marzo de 1918. Los junteros, instigados por Melquíades Álvarez y Francisco Cambó, le ofrecieron varias veces continuar en el trono a cambio de que desplazara a los partidos constitucionales. El rey siempre se negó, y hasta se planteó abdicar tres veces.
Otro argumento esgrimido por el frente revolucionario fue que, durante este período, España era un país atrasado a nivel económico y social
Se suele presentar la España de la Restauración como un cuadro de los horrores. Es falso. Nuestro retraso relativo se explica en el medio siglo (1793-1840) de guerras internas y externas que estorbaron el despliegue de la Primera Revolución Industrial. Pero a partir de entonces el crecimiento fue constante, y los veinte años anteriores a la Primera Guerra Mundial fueron bastante buenos. Un dato significativo es que España registró entonces la tasa de crecimiento industrial más alta de todo el continente europeo después de Suecia. El nivel de vida aumentaba y hasta las condiciones laborales mejoraron, en la ciudad y en el campo. No sólo son los años en que se pusieron las bases de la legislación social y los servicios sociales. Hasta un sindicalista de la CNT, Adolfo Bueso, reconocía que la jornada de 8 horas no era ya una quimera, y que se habría alcanzado de no mediar la estanflación de 1917-1918.
¿Se levantaron los obreros por causas económicas?
No. Ni la UGT o la CNT representaban a la mayoría abrumadora de los obreros, ni su revolución tenía que ver con causas laborales. La confusión estriba en que estos revolucionarios llamaban a sus levantamientos 'huelga general revolucionaria', porque comenzaban con un intento, obviamente violento, de paralizar la actividad económica para colapsar el país y le seguía, de inmediato, una acción armada para conquistar el Estado.
La revolución llegó antes incluso de que se abatiera sobre España la recesión económica. Existía algún descontento por la inflación provocada por la guerra, pero pocos españoles de a pie se planteaban que eso se resolviera con el derrocamiento violento de la monarquía constitucional. De hecho, la UGT y la CNT, junto con los republicanos y la Lliga, fracasaron en su intento de transformar el descontento económico en una desafección política que les procurara aquellas masas que necesitaban para destruir la democracia española.
¿Por qué se disolvió este frente revolucionario?
Una vez que el gobierno Dato fue derrocado en octubre de 1917, se exteriorizaron su enorme disparidad de intereses. Los junteros mauristas desconfiaban de Cambó. Éste prefirió abandonar a sus compañeros de viaje republicanos y socialistas a cambio de que el gobierno salido del golpe juntero de octubre de 1917 asumiera la constitución de un Estado catalán. Y la UGT y la CNT no esperaron a que Cambó sumara a los militares junteros y precipitaron los acontecimientos levantándose en armas en agosto de 1917, pensando que el gobierno Dato no contaría con la fuerza pública. La revolución no triunfó por completo, pero sí parcialmente. Sus efectos fueron tan profundos que destruyeron cualquier posibilidad de que el régimen constitucional pudiera volver a funcionar con normalidad. En marzo de 1918, España estaba al borde una dictadura militar apoyada por Cambó, que evita Alfonso XIII.
El colofón a todo este proceso es que, en las elecciones posteriores, la sociedad votó por la monarquía…
Se repite hasta la saciedad que aquel supuesto régimen de oligarquía y caciquismo no tenía apoyo social. A su vez, se afirma que aquellos que se sublevaron encarnaban las ansias de cambio de la mayoría de la población española. En 1918 se celebraron las elecciones más competitivas de la historia de España hasta entonces. En ella los monárquicos obtuvieron una enorme mayoría, las fuerzas que se habían implicado en la revolución fueron derrotadas rotundamente y el electorado, como en otras partes de Europa, giró a la derecha. El liberal-conservador Eduardo Dato, precisamente el presidente derribado por los revolucionarios en octubre de 1917, fue el gran vencedor.
¿Qué le debe nuestro sistema actual a este período?
Aunque los contextos son distintos, aquella monarquía constitucional es lo más parecido que tuvimos en el siglo XX a la democracia actual. Hasta incluso puede afirmarse que fue su precedente más directo, porque sus experiencias positivas fueron materiales valiosos para diseñar la monarquía democrática de 1978. Como es obvio, ésta nada tiene que ver con las dictaduras de Primo de Rivera o de Franco, ni con aquella “democracia poco democrática” que fue la Segunda República y que sirvió, más bien, como modelo de lo que no se debía hacer. Indudablemente, y como ya anotó Gregorio Marañón y otros muchos más, los españoles fueron más libres antes de 1923, que entre 1923 y 1975.
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