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Florida, el hotel desde el que se contó al mundo la Guerra Civil con las bombas «condenadamente cerca»

En sus 200 habitaciones se alojaron los corresponsales extranjeros y escribieron las crónicas del conflicto que ocuparía las portadas de los periódicos más importantes

Destrozos y animales muertos, producidos por un obús que cayó sobre la calle Conde de Peñalver, en 1936 ALBERO Y SEGOVIA
Israel Viana

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En enero de 1938. La revista estadounidense « Esquire » publicaba una de las crónicas de su corresponsal en España, John Dos Passos : «Me despierto de repente con la garganta seca. Aún no es de día. Estoy acostado en una cama cómoda, en una habitación de hotel limpia y bien dispuesta, viendo el rectángulo color añil claro de la ventana. Me siento en la cama. De nuevo, el silbido agudo y creciente, el impacto estruendoso, el golpeteo de las tejas, el tintineo con el que caen los cristales rotos y los fragmentos de granito. Debe de haber caído cerca porque el hotel ha temblado [...]. De nuevo el chirrido, el estruendo, el crujido, las vibraciones del bombardeo sobre algún lugar. Después, otra vez el silencio, cortado solo por los débiles quejidos de un perro herido».

John Dos Passos, en una imagen posterior a la Guerra Civil

El escritor norteamericano tituló aquel reportaje « Habitación con baño en el Hotel Florida ». Hacía honor al destartalado establecimiento en el que se encontraba en el momento de escribirlo. El mismo de la esquina de la plaza de Callao que acogió a la mayoría de los corresponsales extranjeros de aquel Madrid republicano asediado por las tropas de Franco. En aquellos días, el general acababa de cancelar su gran ofensiva final sobre la capital por tener que concentrar sus fuerzas en el Frente de Teruel , pero las bombas siguen cayendo. Hablamos de la ciudad más bombardeada de la Guerra Civil , tanto por la artillería como por la aviación, en cuyos los bordes estuvo fijado el frente la práctica totalidad de los tres años de enfrentamientos. «Es muy temprano para levantarse. Trato de volver a la cama, me duermo y me despierto casi de inmediato con la garganta igual de seca, con la misma sensación de opresión en el pecho. Los bombas continúan. No son muy intensas, pero caen condenadamente cerca», continuaba el autor de «Manhattan Transfer» (1925).

En el interior de sus 200 habitaciones se escribieron muchas de las crónicas del conflicto que ocuparían las portadas de los periódicos más importantes del mundo. En ellas se alojaron, además de Dos Passos, fotógrafos de la talla de Robert Capa y Gerda Taro . Y reporteros históricos como Henry Buckley , de «The Daily Telegraph»; Martha Gellhorn , enviada de la revista «Collier’s»; Herbert Matthews , del «New York Times»; Mijaíl Koltsov , del diario «Pravda» y supuesto espía de Stalin, y O.D. Gallagher , del «Daily Express», único extranjero que esperó a las tropas franquistas y que estuvo, según como él mismo contó, a punto de ser fusilado. El mismo que afirmó que la famosa fotografía de Capa, « Muerte de un republicano español », publicada en la revista «Life» en julio de 1937, había sido escenificada en un periodo de calma de la contienda.

Hotel Florida, antes de estallar la Guerra Civil, en la plaza de Callao

Todos estos periodistas vivieron el trasiego diario del hotel y compartieron penurias con aquella población sitiada en la ciudad a la que más personas llegaban en busca de refugio y en la que más asesinatos y checas se registraron de toda España. Pero también la que consiguió mantener abiertos sus cines, teatros, comercios y cafés, intentando llevar una vida lo más normal posible dentro de aquel infierno, mientras el Ejército de Franco se aproximaba.

Hemingway fue una de los corresponsales más famosos de la Guerra Civil

Entre los corresponsales más famosos que se alojaron en el Florida se encontraba Ernest Hemingway , que ya había publicado «Fiesta» y «Adiós a las armas». «La puerta de mi cuarto está abierta, se escucha el tiroteo del frente a unas cuantas manzanas del hotel. Tiros de fusil toda la noche. Tabletea la ametralladora. Es una suerte estar tumbado en la cama en lugar de Carabanchel o la ciudad universitaria», escribía desde su habitación 109, en plena noche de bombardeos de 1937.

Contaban sus compañeros que era habitual escuchar el sonido de su máquina de escribir de su cuerto, que se mezclaba con el olor de los guisos que le hacía su amigo, el torero estadounidense Franklin. Según cuenta la biografa de Martha Gellhorn, Caroline Moorehead, fue allí donde la periodista estadounidense consumó su relación con Hemingway. Tanto es así que este la convirtió en la coprotagonista de la única obra de teatro que el Nobel de Literatura de 1954 escribió en su vida: « La quinta columna ». Lo hizo precisamente en el mismo Florida y en ella recreaba precisamente la vida del hotel. Setenta años tardó en ser estrenada en Nueva York.

El proyecto del hotel

El edificio fue proyectado y construido en mármol blanco por el arquitecto Antonio Palacios entre 1922 y 1924. Se encontraba en la línea de fuego de los franquistas y con frecuencia recibía el impacto de los proyectiles del ejército sublevado, que se encontraba ubicado en el cerro Garabitas, el punto más alto de la Casa de Campo. Otro de los enviados a Madrid, el corresponsal inglés del «News Chronicle», Geoffrey Cox , prefirió alojarse en el Hotel Gran Vía en octubre de 1936. Según declaró tiempo después, «el Florida era entonces muy peligroso por estar muy expuesto».

Robert Capa, durante la Guerra Civil ABC

Ante la imposibilidad de dormir –en aquella época a la Gran Vía se la conocía como «avenida de los obuses» o «avenida del 15 y medio», por el calibre de las bombas que la asolaban a diario–, los corresponsales se reunían cada noche en el patio del hotel para compartir con alcohol las escenas que habían visto por la mañana en las trincheras. «Era el lugar donde había que estar», aseguró Herbert Matthews en «Two Wars and More to Come» (Nueva York, 1938). El corresponsal del «New York Times» había llegado al Hotel Florida en diciembre de 1937, que él mismo describió como el lugar que «se había convertido en el centro del universo, aunque en aquel momento no era consciente de ello. Lo que sí sabía es que la gran noticia era Madrid».

Durante esos años, los periodistas, como el resto de los madrileños, se veían obligados a gorronear para conseguir todo tipo de alimentos. Era famosa la enorme reserva de comida y whisky que Hemingway almacenaba en su habitación, así como la bronca que montó cuando le desapareció la mermelada de su armario. O el cuarto de baño de Sefton Delmer , del «Daily Express», repleto de botellas de vino que había comprado a los anarquistas, los cuales habían robado a su vez del Palacio Real.

Según el también corresponsal de aquella España desangrada, Frank Hanighen, «la Guerra Civil supuso el inicio de una nueva etapa, con mucho la más peligrosa, de la historia del reportaje periodístico». Y muchas de sus páginas se escribieron en un hotel que resistió los impactos de las bombas , pero no el desaforado desarrollo de los años 60 ni la oferta de Galerías Preciados, que compró el edificio y lo derribó para construir su centro comercial.

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