La historia del padre Toufar y el inexplicable «milagro de Cíhost» que asustó a los comunistas checos

Este cura y 19 de sus feligreses fueron testigos del supuesto movimiento «divino» de la cruz de su pequeña iglesia de Chacoslovaquia, por la que el párroco fue torturado hasta la muerte

El padre Toufar, a las puertas de la iglesia de Cihost

Israel Viana

En junio de 1968, el escritor y periodista Luis Calvo era enviado por ABC a la capital checoslovaca para cubrir la liberalización del país, tras más de dos décadas asfixiada bajo el férreo control de la dictadura comunista. Fue bautizada como la Primavera de Praga , en la que un pequeño grupo de políticos e intelectuales modificó y suavizó durante unos meses los aspectos más totalitarios de aquel régimen estalinista: legalizaron los sindicatos y los partidos políticos, terminaron con el monopolio del Partido Comunista y restablecieron la libertad de expresión, prensa, manifestación y huelga. Era –o eso debió pensar la ciudadanía en aquel momento de entusiasmo– la luz al final del túnel.

Toufar, en la puerta de la igleasia de Cihost

Sin embargo, aún faltaban muchos asuntos por esclarecer. «Desde que llegué a Praga – contaba Calvo en la edición del 11 de junio –, todos los días me encuentro con alguien que, de refilón, alude al padre Toufar. “¿Y quién es el padre Toufar?”, pregunto yo. “De eso no hable usted con nadie. Asunto peligroso. El padre Toufar desapareció. Eso es todo lo que puede saberse”, dicen los más viejos, asustadizos anacrónicos. Los menos viejos, entregados de buenas en los brazos magnánimos de la esperanza, contestan: “Es un misterio del régimen caído. Muchas versiones, pero nunca se sabrá la verdad”. Mientras que los jóvenes añaden: “Es un crimen que tendrán que esclarecer cuanto antes. El padre Toufar fue un mártir”».

El cura al que se refería el enviado especial de ABC era Josef Toufar, un religioso actualmente en proceso de beatificación que, 18 años antes, había sido torturado hasta la muerte por los estalinistas checos, por el simple hecho de no renegar de un supuesto milagro acaecido en su iglesia de Cihost , un pequeño pueblo de 300 habitantes a menos de cien kilómetros de Praga . Los hechos tuvieron lugar entre finales de 1949 y principios de 1950, y fueron la razón de que el recién instaurado régimen comunista iniciara e intensificara la persecución masiva contra los religiosos. Y lo hicieron a un nivel mucho más perverso que en los otros países del Bloque del Este.

Un 72% de ateos

Más de 6.000 sacerdotes pasaron al menos cinco años en prisiones y campos de trabajo. El gobierno checo títere de Stalin creó un sector eclesial colaboracionista y perfectamente infiltrado en la Iglesia, llamado «Pacem in terris», que estaba formado por clérigos al servicio del régimen que delataban a sus compañeros. Además, el país rompió sus relaciones con el Vaticano. Las misas comenzaron a celebrarse bajo la estricta supervisión y control del Estado. Los bienes eclesiásticos fueron confiscados y las escuelas iniciaron el adoctrinamiento de los niños en contra de la religión, lo que duró décadas. Esa es la razón de que, actualmente, un 72% de la población de la Republica Checa se declare atea, según el informe « Pew Forum » de 2017 sobre las creencias religiosas en Europa Central y Oriental. El mayor porcentaje de laicos de toda Europa, que deja a los católicos en un escaso 21%.

Luis Calvo, exdirector de ABC, en la década de los 60 ABC

El primer episodio de aquel «milagro de Cihost», que causó el comienzo del martirio del padre Toufar, se produjo el 11 de diciembre de 1949. El cura se encontraba predicando en el púlpito de su pequeña iglesia cuando la cruz del altar empezó a moverse, primero a la izquierda y después a la derecha. Según contaba el párroco, él no se percató porque esta se encontraba a su espalda, aunque dijo que sí percibió los gestos de sorpresa de sus feligreses. Estaban todos atónitos. Los testimonio recabados en Praga por Calvo –«ese maestro periodista de las taimadas alusiones contra Franco durante su época gloriosa de director de ABC», en palabras de Manuel Vicent para «El País»– aseguraban que los parroquianos vieron como «el crucifijo oscilaba con movimientos isócronos [que tienen la misma duración]. El hecho fue real, indubitable, visto con pasmo y terror desde todos los rincones de la iglesia. Los fieles, abatidos por el milagro y enervados por la razón y el albedrío, vislumbraron la mano de Dios conminatoria. La noticia voló por toda la comarca, irradiando simultáneamente sensaciones de espanto y de consuelo, según la interpretación de cada familia».

El mismo suceso se repitió durante la Santa Eucaristía del 25 de diciembre . El padre Toufar le escribió una carta a otro sacerdote, Jon Dvorak Kresini, fechada el 12 de enero de 1950, para explicarle lo sucedido. Incluía un esquema de cómo supuestamente se movió el crucifijo. «Lo vieron 19 testigos de entre 10 y 45 años de edad, entre los que había varios hombres. Dos eran muy moderados en lo religioso, y uno, de Zdislavice, casi no era creyente. Todos estaban sanos y eran normales. Había también un estudiante. Los testigos me explicaron lo que vieron. No hubo ningún tipo de sugestión ni ilusión óptica. [...] Yo no lo vi ni oí hasta el día siguiente, cuando lo sabía toda la parroquia y las aldeas de alrededor. Si no lo vieron todos fue porque los feligreses me estaban mirando a mí, que predico bastante rápido», podía leerse en la misiva.

Revista «Time»

La noticia pasó pronto de los testigos a los vecinos y rápidamente se extendió dentro y fuera del país, hasta el punto de que el supuesto milagro fue contado en la revista «Time». Como era de esperar, la historia no pasó desapercibida para las autoridades comunistas y llegó hasta el despacho del presidente Klement Gottwald , justo en el momento en el que este preparaba su campaña para acabar con la influencia de la Iglesia en el país.

Pocos días después, Toufar recibió la primera visita de la policía política comunista (STB) . Milos Hrabina, uno de los agentes encargados del caso, admitiría en 1962 que la misión que le habían encargado en Cíhost era conseguir pruebas incriminatorias contra el cura, incluyendo la confesión de que había falsificado el «milagro» mediante la creación de un mecanismo de cuerdas y poleas ocultas en la cruz. El nuevo régimen no podía permitir que una manifestación de fe, y mucho menos un milagro, eclipsara al culto que quería que se profesase hacia el partido y su líder. Pero el párroco se negó rotundamente a declarar aquella mentira, por lo que, el 28 de enero, otros dos agentes se presentaron en la iglesia y se lo llevaron. Aquella fue la última vez que se le vio con vida.

Durante su arresto en el mes de febrero fue torturado y golpeado sin piedad por su interrogador, Ladislav Mácha . Aunque solo mediante sus iniciales, a él se refería Luis Calvo en ABC cuando informó de su detención, asegurando incluso que el supuesto artilugio que había movido la cruz había sido ideado y construido por la misma Policía para desacreditar a la Iglesia. Las palizas no se detuvieron aunque el sacerdote tenía ya las piernas destrozadas y no dejaba de sangrar por la boca sin que pudiera articular palabra alguna. Y aún así, siguió negándose a declarar lo que las autoridades querían que declarase. Sus feligreses habían visto lo que habían visto y él solo quiso informar al Vaticano, decía.

Los testigos de la paliza a Toufar

Aunque estaba ya agonizando, el Gobierno de Gottwald tuvo tiempo para una tropelía más. Trasladaron al moribundo sacerdote hasta Cíhost para grabar una película en su parroquia , en la que se recrease el supuesto truco de las poleas. El resultado fue lamentable. Las heridas eran tan graves que apenas pudo participar y utilizaron a un doble. El objetivo era mostrar al pueblo checo la supuesta estafa de aquel milagro.

En 1968, el periódico checo « Lidova Demokracie » defendió la tesis de que Toufar había sido ilegalmente detenido en febrero de 1950 para ser acusado de la fabricación del «milagro de Cihost». Y añadía: «Mácha torturó al sacerdote para obligarle a que se confesase culpable y le dio a beber una pócima que aún no ha sido identificada. La úlcera que padecía el párraco en el estómago se perforó y ocasionó su muerte el 25 de febrero de 1950. Aunque los organismos superiores habían ordenado que se operara al paciente, nada pudo evitar el trágico final».

Según se cuenta en « Como si fuéramos a morir hoy. La vida, el sacerdocio y el martirio de Josef Toufar » (Itaca, 2015), de Miloš Doležal, el personal de la clínica de Praga donde fue llevado denunció posteriormente las horribles tácticas de interrogación utilizadas por los agentes comunistas. «Estuve presente en la operación de Toufar. Hicimos todo lo humanamente posible para salvar su vida, pero no lo conseguimos. Fue golpeado hasta la muerte de una manera increíblemente cruel. Yo digo que se trató de un claro asesinato», declaró el médico František Maurer. Y una de las enfermeras añadió en 1968: «Estuve en un campo de concentración, vi muchas cosas en mi vida, pero nunca he visto un caso de violencia tan horrible. En su cuerpo no quedaba ni un sitio que no sangrase y de su boca continuamente salía saliva y sangre».

El torturador, muerto en libertad en septiembre

El ministro de Interior, Vaclav Nosek , dio una rueda de prensa sin la presencia de los corresponsales extranjeros, según detalló en 1950 el « Catholic Herald ». En político aseguró que el cura había confesado que el milagro era una estafa suya, puesto que había diseñado el juego de poleas para engañar a sus feligreses. «Él sabe que va a ser juzgado y castigado, al igual que los sirvientes a sueldo del alto clero católico que han actuado como cómplices», dijo. Y presentó después el supuesto juego de poleas y la película propagandística que habían rodado. Lo que no confesó Nosek es que Josef Toufar estaba ya muerto y enterrado en una fosa común.

Este suceso fue el pistoletazo de salida para la represión de la Iglesia católica en Checoslovaquia. La opinión pública tardó cuatro años en enterarse de que Toufar había sido asesinado, cuando el aparato represor ya estaba totalmente desplegado y en funcionamiento. Casi setenta años después, con la libertad de culto ya restablecida tras la caída del Muro de Berlín en 1989, la iglesia de Cíhost se ha convertido en un lugar de peregrinación al que los pocos católicos que quedan en la República Checa acuden para ver donde se produjo el supuesto milagro de la cruz. Su torturador y asesino fue juzgado en 1998, pero nunca entró en la cárcel debido a su avanzada edad. Falleció en su casa el pasado 30 de septiembre a los 95 años, rodeado de su familia y en paz.

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