‘Libro negro del comunismo’: el sobrecogedor balance que cuadruplicó los asesinatos del nazismo
En 1997, el historiador Stéphane Courtouis realizó un cómputo de los muertos provocados por los gobiernos comunistas, basándose en la información desclasificada de los archivos de Moscú, que causó una gran controversia por su resultado final: cien millones
Israel Viana
La histórica votación realizada por la Unión Europea en septiembre de 2019 no hacía sino confirmar una obviedad que muchos historiadores ya habían subrayado en la segunda mitad del siglo XX y lo que llevamos del XXI: que el comunismo fue tan devastador o más que el nazismo ... en lo que a muertos provocados se refiere. El resultado de aquella resolución, que pasó desapercibida para la mayoría de los medios de comunicación, fue aplastante: 535 votos a favor, 66 en contra y 52 abstenciones.
La UE situaba así oficialmente al comunismo al mismo nivel que el nazismo, al condenar que «ambos regímenes cometieron asesinatos en masa, genocidios y deportaciones, y fueron los causantes de una pérdida de vidas humanas y de libertad a una escala hasta entonces nunca vista en la historia de la humanidad». Los europarlamentarios pidieron, además, que todos los Estados miembros hicieran «una evaluación clara y basada en los crímenes y actos de agresión perpetrados por los regímenes comunistas totalitarios y el régimen nazi». Era el último capítulo, y quizá el más relevante, de un debate que los investigadores más prestigiosos del mundo han mantenido desde la caída de la URSS hace tres décadas.
Su punto álgido lo alcanzó Stéphane Courtouis con la publicación en 1997 de ‘El libro negro del comunismo’ , con motivo del 80 aniversario de la Revolución de Octubre. Fue redactado por un grupo de historiadores bajo la dirección de este célebre investigador francés, que se esforzó por hacer un balance preciso y documentado del verdadero coste humano de los gobierno regidos bajo esta ideología. Para ello, se apoyó en la información desclasificada de los archivos de Moscú y estableció un cómputo final sobrecogedor: cien millones de muertos, cuatro veces más que la cifra atribuida por estos mismos autores al nacionalsocialismo de Hitler.
De 50 a 100 millones
El balance fue demoledor y generó una gran controversia, pues tan solo habían pasado seis años desde la desintegración de la Unión Soviética y ocho desde la caída del Muro de Berlín . A pesar de ello, no fue una revelación demoledora para muchos historiadores que ya se habían interesado desde la década de los 70 por las consecuencias de los famosos gulag —los campos de concentración que operaron en la URSS de 1930 a 1960—, las hambrunas provocadas por Stalin en Ucrania y las deportaciones masivas de los disidentes del régimen soviético.
En 1989, por ejemplo, el politólogo Zbigniew Brzezinski ya había establecido los muertos del régimen soviético en 50 millones en ‘El gran fracaso: nacimiento y muerte del comunismo en el siglo XX’. Robert Conquest , cuyos trabajos sobre la Unión Soviética le convirtieron en una autoridad, estimó 40 millones de víctimas, sin contar a los fallecidos en la Segunda Guerra Mundial. En 1987, Rudolph Rummel , de la Universidad de Hawái, dijo que la URSS había matado a 61,9 millones de personas entre 1917 y 1987. Mientras que el historiador ruso y premio Nobel de Literatura Aleksandr Solzhenitsyn , en el segundo volumen de su ‘Archipiélago Gulag’ (1973), cifró el número de víctimas de la represión en 88 millones. Entre estas habría que incluir los tres millones de muertos responsabilidad de Lenin , desde que subió al poder en 1917 hasta su salida en 1924.
Dos años antes de la publicación de ‘El libro negro del comunismo’, Ryszard Kapuscinski ya llegó a la siguiente conclusión en su libro ‘El imperio’ (Anagrama, 1995): «Si podemos establecer la comparación, el poder destructor de Stalin fue mucho mayor. La destrucción realizada por Hitler no duró más de seis años, mientras que Stalin empezó su terror en los años veinte y llegó hasta 1953 . Su poder se mantuvo 30 años y la maquinaria de terror se prolongó mucho más. No es que Hitler fuese mejor, pero no tuvo tanto tiempo».
Gulags contra campos de concentración
Como apuntaba el periodista polaco, a pesar de llevar ambos regímenes millones de cadáveres sobre sus espaldas, entre ellos se pueden establecer, obviamente, diferencias. Una de las más notables es que los gulag soviéticos se emplearon para castigar y eliminar a los disidentes políticos, con el objetivo de transformar lo más rápido posible las estructuras socioeconómicas del país e impulsar la colectivización y la industrialización, los nazis emplearon sus campos de concentración para el exterminio de la raza judía, básica y llanamente. En palabras también de Courtois en su mencionada obra: «La sociedad nazi futura debía ser construida alrededor de la ‘raza pura’, mientras que la sociedad comunista futura, alrededor de un pueblo proletario purificado de toda la escoria burguesa. La remodelación de estas dos sociedades fue contemplada de la misma manera, incluso aunque los criterios de exclusión no fueran los mismos».
Lo que no se puede obviar es que el balance del nazismo liderado por Hitler fue igual de desolador. En 2017, de hecho, el Holocausto Memorial Museum de Washington , a través del proyecto ‘Enciclopedia de campos y guetos’, realizó un mapa con 42.500 campos de concentración, guetos y factorías de trabajos forzados que provocaron entre 15 y 20 millones de muertos o internados. En su mayoría, judíos, pero también integrantes de otros grupos perseguidos como los gitanos y los homosexuales.
El director del German Historical Institute de Washington, Hartmut Berghoff, advirtió que «las cifras son más altas de lo que originalmente pensamos». Y no se equivocaba, porque el cómputo de la mayoría de estudios hechos desde 1945 era de seis millones. Ese mismo año que acabó la Segunda Guerra Mundial, el Instituto de Asuntos Judíos de Nueva York ya situó los muertos entre 5.659.600 y 5.673.100, una cifra similar a la que fue revelada en 1944 por Adolf Eichmann, el arquitecto de la solución final.
En la actualidad
La idea de que se comparen ambas ideologías ha sido siempre rechazada por los comunistas. De hecho, incluso el grupo socialista europeo –en el que se encuadra el PSOE– presentó una propuesta distinta a la resolución finalmente aprobada de hace dos años, en la que se evitaba mencionar al comunismo y los crímenes cometidos en su nombre en dicha condena. Es probable que los nazis también hubieran rechazado con igual indignación esta declaración pública, pero no hay que olvidar que esta equiparación ya fue establecida en la primera mitad del siglo XX por autores tan importantes y dispares como George Orwell , Simone Weil, Marcel Mauss, Bernard Shaw , el Nobel de Literatura André Gide y socialistas rusos convencidos como Victor Serge.
A la luz de todas estas cifras, Stéphane Courtouis quiso establecer otra diferencia importante en su ‘Libro negro del comunismo’, que parece haber sido resarcida con la presente resolución. «Habría que reflexionar sobre el régimen que, a partir de 1945, fue considerado como el más criminal del siglo y un régimen comunista que, hasta 1991, ha conservado toda su legitimidad internacional y que hoy está en el poder en varios países y mantiene adeptos en el mundo entero».
En este sentido, el historiador francés se hacía una serie de preguntas todavía hoy válidas: «Los crímenes leninistas, estalinistas y maoístas, así como la experiencia camboyana, plantean a la humanidad una cuestión nueva: ¿cómo calificar el crimen que consiste en exterminar, por razones político-ideológicas, no ya a individuos o a grupos limitados de opositores, sino a segmentos masivos de la sociedad? ¿Hay que inventar una nueva denominación? Algunos autores anglosajones así lo piensan y han creado el término ‘politicidio’. ¿O es preciso llegar hasta el punto, como lo hacen los juristas checos, de calificar los crímenes cometidos bajo el régimen comunista de simplemente ‘crímenes comunistas’?».
Críticas a Stéphane Courtois
‘El libro negro del comunismo’ recibió todo tipo de críticas, tanto a favor como en contra. Estas últimas, basadas en gran parte en los datos que presenta y en cómo los ha interpretado. Por ejemplo, en lo que respecta al amplio arco de sus estimaciones, ya que el número de muertos atribuidas al régimen de Stalin oscilan entre 8,5 y 51 millones, mientras que los de la China de Mao Tse Tung , entre 19,5 y 75 millones. Los autores se defendieron justificando que, en algunos casos como el chino, había que tener en cuenta que sus archivos todavía seguían cerrados.
Otros críticos alegaron que el libro usa el término ‘comunismo’ para referirse a regímenes muy diferentes, en ocasiones hasta opuestos, como si la guerra civil rusa de 1918 a 1821, el Gran Terror de la Unión Soviética y los gobiernos de Mao Tse Tung en China y Pol Pot en Camboya pudieran meterse en el mismo saco. Otros defienden que muy pocos o ninguno de estos regímenes son comunistas. Y otro lamenta que no haga ninguna comparación con los capitalistas, asegurando que si se les aplicase la misma vara de medir, estos serían responsables de la misma cantidad de víctimas… o incluso más.
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