Fernando García de Cortázar: «El idioma español no está en peligro: los españoles y España, sí»

Treinta años después, los autores del libro 'Breve Historia de España' (Alianza editorial), que ha visto una gran lluvia de ventas, acaba de publicar una edición ampliada y actualizada

'Duelo a garrotazos', de Francisco de Goya, que se suele emplear para promover el mito del cainismo español.

El libro 'Breve Historia de España' (Alianza editorial) fue publicado originalmente por Fernando García de Cortázar y José Manuel González Vesga en 1993, cuando el país vivía la resaca cultural y social de la Transición y empezaba a comprender que el ... éxito nunca es definitivo. El trabajo a pico y pala de los nacionalismos periféricos, unido al recelo con el que muchos miraban al pasado, convencidos de que todo había sido desastroso, ya empezaba a configurar las tempestades del futuro. Pero, solo era el comienzo.

Casi treinta años después, el libro no ha dejado de vender ejemplares y de hacerse cada vez más necesario para combatir la tergiversación de la historia de España , al tiempo que la convivencia en el país se ha visto erosionada por los populismos de izquierda y de derecha. «En manos regionales un sistema educativo aparentemente neutro dejó de hacer ciudadanos españoles para hacer catalanes, vascos, andaluces, gallegos, valencianos… pero en ocasiones a costa de convertir en antagónicas dichas identidades y siempre con la ayuda de una gigantesca manipulación de los libros de texto a mayor gloria de la Consejería de Educación encargada de supervisarlas», asegura hoy García de Cortázar , catedrático de Historia Contemporánea, que acaba de publicar una edición ampliada y actualizada del libro.

–¿Qué significado tiene hoy, en el siglo XXI, el concepto de nación?

–No existe nación donde no hay libertad, decían los liberales del siglo XIX. No hay nación donde no existe justicia, proclamó el pensamiento del siglo XX. La unidad de España no es solo la territorial, sino la que se define por la dignidad de sus ciudadanos, evitando las situaciones de diversidad radical de recursos económicos. No hay nación donde la miseria de unos se acompaña de la opulencia de otros. No puede haber unidad en una patria escindida por abismos sociales que desfiguran el sentido mismo de una declaración general de derechos y, todavía más, el significado de una idea ambiciosa de tradición y destino común de los españoles. Y, por último, la nación solamente puede existir asumiendo aquellos valores que la han dotado de signos de identificación precisos. Valores compartidos, pero valores a los que, además, España dio un sentido propio en su deseo de preservar la unidad moral de Europa, de salvar el proyecto libre del hombre, de proteger sus derechos naturales y de garantizar sus espacios de realización en la vida colectiva.

–¿La aparición de corrientes populista de extrema derecha e izquierda evidencia el fracaso de los partidos que condujeron al país en el proceso de modernización?

–Al contrario, la presencia de esos populismos y su reflejo en la lamentable situación actual confirman la «bondad» del bipartidismo imperfecto responsable de los mejores años de nuestra reciente historia, en los que se pedía una mayor solvencia a los que pretendían gobernar. Ambos son fruto directo de la pérdida de densidad intelectual , de las simplificaciones, de la procacidad abreviada del discurso y del acaloramiento del líder. Son fruto de un hartazgo social en distintos órdenes de la vida pública, pero, por mucho que ellos lo pregonen, no son muestra de una superioridad moral, ni la potencia de unas convicciones sobre las que se asienta la democracia. Son proyectos atestados de arrogancia, como si la voluntad de poder y el deseo de imposición fueran el equipaje intelectual más conveniente para afrontar nuestros problemas.

«No puede haber unidad en una patria escindida por abismos sociales que desfiguran el sentido mismo de una declaración general de derechos y, todavía más, el significado de una idea ambiciosa de tradición y destino común de los españoles»

–¿Hablar de nación española es algo propio solo de gente de derecha?

–La idea de nación española en absoluto se ha convertido en patrimonio de la extrema derecha: ese es el discurso que nos quieren colar los nacionalistas vascos y catalanes dispuestos a romper la cohesión de los españoles. Por el contrario, cada vez son más amplios los sectores que exigen al Gobierno que no despilfarre una hermosa herencia nacional ni que se deje llevar por las obsesiones lingüísticas y telúricas de los nacionalistas con su sumisión a la tierra y los muertos. Que reivindiquen España sin complejos y que sean conscientes de la consistencia del país al que representan. No hay duda de que el independentismo nunca habría alcanzado sus niveles de seducción si España hubiera sido sentida y vivida por los ciudadanos con una intensidad emocional y racional capaz de enfrentarse a la ofensiva separatista, desde una posición de superioridad intelectual, mayor eficacia política y contundentes argumentos históricos.

–Según diversos estudios, los españoles están entre los pueblos que se ven a sí mismos peor de cómo los ven los demás…

–Sí, es verdad. Y resulta muy triste. Hace ya cuatro siglos Quevedo escribía uno de los sonetos más memorables de la literatura universal en el que describía con tintes terriblemente pesimistas la decadencia de España: «Miré los muros de la patria mía…». Como sabrá, el poema termina con dos versos demoledores: «… y no hallé cosa en que poner los ojos / que no fuese recuerdo de la muerte». Así y todo, sabemos que España, cuando Quevedo escribía este poema, era aún un país hegemónico que estaba a la cabecera del mundo. Ese es nuestro drama, que muchos siguen leyendo nuestra historia desde la óptica de la decadencia o peor aún desde la identificación de España con el franquismo, tan dramática, tan presente en la izquierda de nuestros días. Hay que recordar que Azaña, por ejemplo, terminaba sus discursos con vivas a España que hacían temblar de emoción a su audiencia. En esta actualización de 'Breve Historia de España', digo que hay que salir a buscar a esta España antes de que los gobiernos de turno nos la borren, una España inspirada en la tradición generosa de Cervantes y Galdós, viva, muy viva, a pesar de los políticos y los profesionales de la gresca.

Entrevista a Fernando García de Cortázar. José Ramón Ladra

–¿Cree que la antipatía a muchos símbolos y episodios de la historia se debe a la apropiación que hizo de ellos el franquismo?

–El franquismo hizo mucho daño a España y a su imagen, pero la debilidad del sentimiento nacional no se puede atribuir sólo a la dictadura. ¡Franco murió hace casi cincuenta años! No; en la desafección actual tienen también mucha culpa los complejos de la izquierda, la frivolidad de la derecha regionalista y la ofensiva voraz de los nacionalismos, que, sin ninguna duda, llevan años falsificando la Historia ganando la batalla de los símbolos, de las emociones y sacando beneficios enormes de su victimismo y sus mitos de guardarropía. Por el contrario somos pocos los que cantamos las baladas de España. Lo he dicho muchas veces, y no me canso de repetirlo: se me encoge el alma al comparar a aquellos jóvenes universitarios de los setenta que coreaban los versos de España en marcha en la canción de Paco Ibáñez con los de hoy, a los que se ha encerrado en el vacuo laberinto de la postmodernidad y expropiado su conciencia nacional.

–¿Es el cainismo el mito que más daño le hace a este país?

–Es uno de los más dañinos, sin duda. Decía Valle Inclán que, a menudo, lo malo no es lo que nos pasa, sino lo que nos hacen creer que nos pasa. Goya pintó en la Quinta del Sordo un cuadro donde dos campesinos está matándose a garrotazos, un cuadro que los perezosos siempre sacan a relucir para explicar, rápidamente, tal o cual episodio violento. Ahora bien, ¿es la historia de España una crónica de violencia? Ni más ni menos que la del resto de las naciones desarrolladas, no obstante la imagen pseudorromántica de un país dominado por el cainismo.

–¿Se está cerrando la herida de la Guerra Civil o, más bien, se ha infectado debajo de la piel?

–No sé si se ha infectado o no esa herida, de lo que no hay duda es de que una parte de nuestra clase política está interesada en explotar aquella tragedia en su beneficio. Olvidar el olvido: don Ramón Gómez de la Serna contó de alguien que tenía tan la mala memoria que un día se olvidó de que tenía mala memoria y se acordó de todo. La Guerra Civil es ya Historia, historia universal, y no debería interpretarse con reproches ni en término de culpabilidad o condena anacrónica por parte de quienes aún no había nacido en 1936, sino tan sólo, y ya es mucho pedir, visto nuestro paisaje político actual, con un impulso insobornable de saber de verdad qué ocurrió, cómo ocurrió y por qué. Y claro, luego está ese tópico, muy de moda en la izquierda, eso de que el paso de la dictadura a la democracia se hizo a costa de la memoria, echando una losa de silencio y olvido sobre la Guerra Civil y la dictadura franquista. No estoy de acuerdo. La memoria de la guerra a partir de una interpretación no maniquea de la misma y la reflexión sobre la Segunda República fueron claves en la reconstrucción de la democracia a la muerte de Franco. Cualquiera que haya vivido aquellos años repletos de incertidumbre puede recordar, además, la profusa publicación de novelas y libros de historia sobre el conflicto fratricida de 1936.

«La memoria de la guerra a partir de una interpretación no maniquea de la misma y la reflexión sobre la Segunda República fueron claves en la reconstrucción de la democracia a la muerte de Franco»

–¿Qué le parece la última ley de Educación?

–Trágico para las generaciones a las que vamos a pasar el testigo y que tendrán que vérselas en un paisaje de inseguridad económica y conflictividad social, expropiadas de los recursos culturales que podían orientarlas en su travesía. El mundo cultural se ha circunscrito con demasiada frecuencia a las pataletas corporativas, los manifiestos oportunistas y las fotos de familia para halagar o censurar sea cual fuere el poder. El que la última ley de Educación rebaje sus exigencias es una vergonzosa cesión a un tiempo de desidia intelectual, de complaciente ignorancia, en el que se ha preferido el entretenimiento a la cultura, el placer al esfuerzo. Gobernar no es situarse demagógicamente a favor de la corriente sino impulsar un futuro mejor. Hay unas palabras de Paul Valéry que no debíamos olvidar cuando observamos el erial que la crisis global de Occidente ha dejado tras de sí: «La horrible facilidad de destruir». Ésta es quizá la lección más valiosa que podemos extraer de la historia: que el desarrollo, el progreso, la cultura… son cosas frágiles, que pueden perderse o demoler con facilidad.

–¿Considera que España debe pedir perdón a Hispanoamérica por su conquista?

–La moda es pedir perdón. O exigir un minuto de arrepentimiento público. Y si puede ser con respecto a errores o abusos de un pasado remoto, mejor. En los viejos y ruidosos tiempos de la vanguardia del siglo pasado tuvieron mucho éxito las escenificaciones con animales: Gómez de la Serna recitaba desde el lomo de un elefante y Valle Inclán se quejó de que no se le permitiera subir al tranvía con dos leones. Hoy se lleva mucho el perdón con espejo retrovisor. Los casos se multiplican, y entre nuestros políticos y algunos memorialistas dan para toda una antología del disparate. La esencia de esta pos-modernísima moda del perdón es que las atrocidades siempre las cometen o un hermético puñado de fuerzas oscuras –el Estado, Europa, el colonialismo, el imperialismo yanqui, la globalización…– o los supuestos antepasados del rival político –los fascistas, los comunistas, los alemanes…

Retrato de Pizarro (1835) por Paul Coutan.

–¿Pero se ganaría algo con un perdón?

–Me parece absurdo que España pida perdón por su dedicación a América. ¿Se imagina a los franceses de hoy llorando la destrucción de la Galia romana por parte de francos y godos? ¿O pasando factura a los italianos de hoy por la brutal represión que sufrieron los galos? Decir, como llegó a decir Lopez Obrador, que la población indígena de América sigue sufriendo las consecuencias de la conquista española es tan disparatado como que un soriano culpe, ¡en pleno siglo XXI!, a los romanos de todos sus males. Ni la historia de España se detuvo en el preciso momento en que Escipión destruyó Numancia ni la de América en las jornadas bélicas de Cortés o Pizarro . Y una pregunta que estaría bien que alguien respondiera: ¿Qué hizo la América criolla de la independencia por los auténticos herederos de las civilizaciones precolombinas? Presiento un silencio sepulcral. Ciertamente, es descorazonador seguir viendo ejemplos de tan escandalosa hipocresía. Mucho mejor que organizar frívolas fiestas de perdón por los atropellos del pasado es mejorar el conocimiento de este sin las manipulaciones ni los anteojos del presente. La conquista de América fue cruel y violenta, como todas las de la historia, donde el heroísmo y la abyección caminaron juntos. Pero la epopeya americana contó con una autocrítica que antes no se había producido nunca.

–¿El español, como idioma universal, corre peligro en su propia casa?

–Si tuviera que destacar una de las muchas deudas que el mundo tiene con España, me quedaría con la gran aportación de nuestra lengua, una lengua de ida y vuelta con América, la lengua de los conquistadores y también de la independencia, roca de cultura, permanente, continua, en medio de las borrascas de la historia; lengua no del imperio, sino de la imaginación, del amor, de la justicia. Curva airosa de Berceo a Neruda, o de San Juan de la Cruz a Vargas Llosa, pasando por Gracián, Clarín, Lorca, Alejo Carpentier… No creo que el español corra peligro, pero sí es una paradoja que nuestro idioma que gana hablantes vertiginosamente en todo el mundo los pierda en el territorio peninsular. Veo con gran preocupación cómo determinadas disposiciones políticas parecen avalar el proyecto separatista de demolición del Estado democrático y de la Constitución que lo sostiene. El idioma español no está en peligro: los españoles y España sí.

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