Así evitó la Guardia Civil que un (futuro) soldado nazi se convirtiera en rey de Andorra
Los agentes atravesaron la frontera y arrestaron a Skósyrev, un exiliado ruso que había ascendido al trono del país pirenaico
Exiliado y enviado a un campo de concentración francés, terminó sus días en el ejército del Tercer Reich, junto a Hitler
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Iniciar sesiónLo del monarca Boris I , más falso que un real de madera, fue una auténtica bufonada . Y perdonen la expresión, pero la realidad es que su historia parece digna de cualquier opereta sanchopanzista de nuestra pícara tierra. Aunque en este caso fue ... Andorra, la que hoy se ha convertido en noticia gracias a los youtubers y a El Rubius , la protagonista de esta broma macabra. Tildado de «aventurero» por los medios de la época, este exiliado ruso con aspiraciones regias logró –y no, yo tampoco me lo explico– convertirse en monarca del país pirenaico allá por 1934 para, acto seguido, declarar la guerra feudal al Obispo del municipio leridano de Seo de Urgel. Casi nada.
Pero le duró poco la cruzada al bueno de Boris de Skossyreff . Tan solo hasta el verano de 1934, cuando la Segunda República envió una patrulla de la Guardia Civil hasta tierras andorranas para poner punto y aparte a su vertiginoso ascenso como monarca. Cuatro agentes, según explicó en sus días el diario ABC, bastaron para acabar con uno de los reinados más cortos de la historia. Nadie se resistió. Ni siquiera el «Princeps Soberanus et Supremus Andorrae» (modestia no le faltaba), que llegó detenido a España deseoso de demostrar ante las autoridades la legitimidad de su título. El asunto causó furor y fue seguido, como el culebrón que era, en nuestros periódicos castizos, coma a coma.
Aquellas andanzas traspasaron fronteras y hasta el diario «The New York Times» le dedicó varios artículos y una extensa entrevista en exclusiva. Sus días acabaron regular, que diría el español medio. De nuestra Cárcel Modelo de Madrid fue extraditado a Francia, donde pasó varios meses en un campo de concentración. Y después, para rematar tamaña locura, se enroló en el ejército nazi. Tras la Segunda Guerra Mundial fue detenido por los soviéticos y deportado a Siberia, de donde fue liberado a finales de los años cincuenta. A partir de entonces se le perdió la pista hasta que dejó este mundo en 1989, con 93 años a sus espaldas y ni un techo de cristal por romper.
Extraños comienzos
Pero vayamos por partes. Los orígenes de este personaje los describió a la perfección ABC en un artículo de investigación publicado por Juan Balansó en 1974. En sus palabras, el «Simpático insensato» Boris de Skossyreff fue alumbrado en Wilno allá por el 12 de enero de 1896, «en el seno de una familia de la pequeña nobleza rusa que se había distinguido siempre en los Ejércitos del Zar ». El mismo autor admite que se sabe poco sobre su juventud, más allá de que tuvo que exiliarse del país cuando la revolución bolchevique estremeció el interior de la región. Desde la estepa encaminó sus pasos hacia la misma Inglaterra que había cargado contra Lenin. Destino, en parte, lógico.
Del ejército zarista, Boris (mejor dirigirse a él de esta guisa por la infinidad de grafías que tiene su apellido) pasó a la Marina británica y, a continuación, a la Foreign Office «en diversas misiones, más o menos secretas, que le llevaron a Siberia, Japón y los Estados Unidos». Su figura, su dominio de varios idiomas y, en definitiva, su garbo, le convirtieron en un espía perfecto. Al menos hasta 1925 cuando, en palabras de Balansó, pasó a Holanda. Años después confirmó haber trabajado al servicio de la Corte (jamás especificó cuál) y confirmó que la reina Guillermina había recompensado sus esfuerzos con un título nobiliario. «Lo cual, según hemos podido averiguar, carece de fundamento» , según el reportero.
Sus devaneos son extensos de narrar . Se hizo famoso por sus escarceos fuera del matrimonio (que había contraído con una dama noble) y por viajar de aquí para allá. Ya comenzada la década de los treinta, y con pretensiones nobles, arribó por primera vez a Andorra, por cierto, junto a una menor de edad. Avispado, este curioso personaje se sintió atraído por el paisaje y las gentes de la ciudad pirenaica, entonces de no más de unos pocos miles de habitantes y cuyas empresas más destacadas (entre ellas, las «Fuerzas Hidroeléctricas de Andorra» ) estaban bajo el paraguas de sociedades extranjeras. Supo ver las posibilidades de mejora que había, y lo hizo tras una intensa investigación, como bien destacó Balansó:
«Dedicó sus afanes a conocer a fondo el Principado y sus gentes. Visitó las seis pequeñas parroquias y hasta las más apartadas aldeas. Mantuvo largas conversaciones con los campesinos, los artesanos y los responsables de la política andorrana».
Un nuevo rey
Cuando hubo recopilado toda la información que necesitaba, antes del verano de 1934, este controvertido personaje se personó ante el Síndico General y ante la asamblea de los Valles con una curiosa propuesta. Prometió « no modificar los usos, las costumbres o el pacífico curso de la vida andorrana », sino «procurar su prosperidad recolectando sumas considerables, y jamás imaginadas en el Principado, merced a una ingeniosa política fiscal que atraería innumerables sociedades financieras al territorio». Y todo ello –no poca cosa– a cambio de la cesión de la soberanía del Principado. Convertirse en rey, vaya.
Confirmó no ser descendiente directo de ninguno de los legítimos (y milenarios) líderes de Andorra. También afirmó que no había nacido en los Valles, y que no habían pasado más de unos años desde que los había pisado por primera vez. Sin embargo, a su favor tenía ideas que podían convertir el Principado en una potencia económica. O eso prometía. La asamblea dirimió las posibilidades y las ventajas, pero la propuesta no cuajó. Así lo confirmó ABC en una noticia publicada en 1934, tras su captura: «El 22 de mayo recibía la orden de expulsión dictada por el veguer francés, Sr. Vamalens , y firmada también por su colega el veguer episcopal [de Seo de Urgel]». Ambos, copríncipes de la región.
No le quedó más remedio que exiliarse a Seo de Urgel . Las fuentes, a partir de este punto, difieren. En el artículo de ABC de los años setenta, por ejemplo, se especifica que la asamblea terminó por aceptar sus pretensiones y que, mediante correo, se le informó de ello en su residencia en el Hotel Mundial :
«Tras largo y apasionado debate los reunidos acordaron dejar las manos libres al Síndico para que obrara a su guisa y, finalmente, una mayoría decidió que, por el bien general de la nación, podía aceptarse que Boris se coronara a sí mismo, sin ceremonia oficial alguna. No hubo, ciertamente, proclamación ni declaración de ningún tipo, pero Boris, al recibir la noticia en el hotel, empezó a comportarse como un verdadero monarca».
Boris, en declaraciones posteriores publicadas allá por 1934 en el ABC, no señaló que recibiera esa aprobación:
«Me trasladé a Seo de Urgel, hospedándome en el hotel Mundial, de donde marché el 29 del mismo mes al pueblo de Torredembarra (Tarragona). De este último sitio salí el día 5 de junio, fecha en que regresé de nuevo a Seo de Urgel. Allí he permanecido hasta el día 20 del actual».
Lo que es seguro es que, desde su cómodo exilio, comenzó una campaña increíble para darse a conocer como el nuevo rey de Andorra. O «Princeps Soberanus et Supremus Andorrae» y «Defensor de la Fe », como se hizo llamar. Boris I, nuevo título autoimpuesto, se hizo una infinidad de fotos con traje y monóculo y redactó una constitución de 17 artículos (de la que mandó imprimir 10.000 ejemplares que fueron repartidos a lo largo y ancho de Europa). Después, regresó al Principado. De esta forma lo recogió el diario ABC el 19 de julio de ese mismo año:
«El titulado, príncipe Boris permaneció ayer tarde en Seo de Urgel. Durante las horas de la mañana estuvo visitando varios pueblos. A las dos de la tarde lanzó el primer número del Boletín Oficial del Principado de Andorra dando cuenta de las reivindicaciones legítimas y de las disposiciones sobre la Constitución de Andorra. La tirada, de diez mil ejemplares, fué inmediatamente remitida a Andorra, para repartirla. El príncipe Boris ha roto toda clase de relaciones con los copríncipes. Este titulado príncipe domina seis idiomas».
Misión especial
Y hete aquí como un gracioso personaje pasó a ser molesto en extremo para Francia y Seo de Urgel, cosoberanos ambos de Andorra. Si con la impresión de la Constitución ya empezó a incomodar, su publicación de un manifiesto en el que declaraba la guerra a la región de Lérida y convocaba elecciones terminó por volcar de bruces el vaso. Los galos fueron reticentes y evitaron ponerse en su contra en espera de acontecimientos. Sin embargo, el Obispo catalán no dejó pasar por alto la afrenta y, con la aprobación de la Segunda República , envió a una patrulla de cuatro guardias civiles (algunas fuentes señalan que fueron cinco) para arrestarle y llevarle de vuelta a España.
La misión, si es que puede llamarse así, comenzó el 21 de julio. Fue entonces cuando la Guardia Civil partió desde España con la vista puesta en la residencia andorrana de Boris I. Podrían haber encontrado agentes que intentaran detenerles. O, al menos, alguna complicación. Pero no fue así. Como bien explicó ABC en los años setenta, la triste realidad es que las autoridades y las gentes del Principado entendían que todavía no se había sucedido una proclamación oficial del monarca. O, en el peor de los casos, que aquel tipo era «un cínico o un bufón». Al ver a los agentes, «los entusiastas procuradores de ayer prefirieron echar tierra sobre el asunto».
Rodeado de silencio, el bueno de Boris fue llevado hasta una prisión de Barcelona y, desde allí, hacia Madrid, donde fue recibido por decenas de medios de comunicación. El ABC dio buena cuenta de ello en una noticia publicada el 24 de julio:
«A las diez de la noche llegó a Madrid, en el rápido de Barcelona, el titulado Boris I de Andorra, acompañado de dos agentes de la Policía de la Generalidad de Cataluña. En los andenes de la estación se habían congregado para esperar al viajero numerosos reporteros gráficos de los periódicos de Madrid, los informadores de la Prensa y algunos representantes de los diarios extranjeros. El detenido descendió de un coche de tercera clase, acompañado siempre por los mencionados policías, los cuales impidieron que los periodistas se entrevistasen con él».
Su estancia en la capital fue igual de extravagante que su escaso reinado. Agradecido siempre del buen trato que recibió, Boris solicitó hablar con el Gobierno para exponer el por qué de sus aspiraciones. En su favor hay que decir que, como explicaron los periódicos de la época el mismo día 24, siempre admitió que no tenía derecho dinástico alguno sobre Andorra:
«No, señor. No tengo derecho histórico alguno que abone mi pretensión al Trono de Andorra. Lo hago únicamente como caballero, por entender que mi conducta puede ser la salvaguardia de la libertad y de los derechos de muchos españoles que son vejados en Andorra por la preponderancia de la República vecina».
El resto es historia. De la Modelo (tras ser juzgado por la Ley de Vagos y Maleantes ) a Francia, de allí a un campo de concentración y, finalmente, de cabeza al ejército nazi cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial. Poco y mucho para un hombre que casi consiguió ser rey de Andorra.
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