La dramática batalla de la I Guerra Mundial que marcó la frontera entre Napoleón y la guerra de trincheras

Existen pocos estudios hechos en España sobre esta batalla tan importante para el devenir del mundo. El historiador Ismael L. Domínguez , cofundador de la web Archivos de la Historia, acaba de publicar el libro ‘La batalla del Marne: La última campaña del siglo XIX en Occidente’ (HRM Ediciones) para rellenar esta laguna y responder a las preguntas sobre su importancia histórica. «La victoria de las armas aliadas insufló nueva vida al salvarse el centro administrativo del país, romper el mito de la invencibilidad alemana tan arraigada en los círculos castrenses, espantar los fantasmas de 1870 y crear la esperanza de que todo terminaría pronto. La esperanza desaparecería en otoño, pero hasta entonces todo era posible», asegura el autor en las conclusiones de su estudio de cuatrocientas páginas.

El libro, que cuenta con un brillante prólogo del historiador y editor Félix Gil, analiza de manera pormenorizada de las primeras a las últimas acciones, los detalles de ambos ejércitos, las estrategias, el trasfondo político y los protagonistas de la lucha. Joseph Joffre contra Helmuth von Moltke . Un millón de hombres mal adiestrados contra un millón y medio de alemanes en la cresta de las tácticas. Los planes de una guerra rápida de Alemania contra los de una lenta a la defensiva de los Aliados. La posibilidad de cerrar el conflicto contra la perspectiva de una larga contienda. Los gallos contra las águilas.

«El Marne fue la prueba fehaciente de que la maniobra tal y como se conocía había muerto por sobrealimentación. [...] El acopio de tantos recursos humanos y tecnológicos llevó a la guerra de maniobras al culmen de sus posibilidades, al no poder el simple combatiente avanzar contra esa enorme barrera de plomo», considera López Domínguez .

A finales de agosto de ese año, el ejército francés y el cuerpo expedicionario británico se retiraban hacia París tras varias derrotas con los alemanes en las fronteras. ​Los alemanes ejecutaban el famoso plan Schlieffen que consistía en pasar por Bélgica para evitar las líneas defensivas francesas, conquistar París y poner fin a la guerra por la vía rápida. Marne, región al este de la capital, se convirtió en el lugar donde desembocaron franceses, británicos y alemanes en una lucha que parecía inclinada hacia estos últimos.

El recuerdo de los prusianos tomando París en 1870 sobrevoló la cabeza de la nación francesa y hasta el gobierno se refugió en Burdeos, pero Francia, esta vez, no se resignó. Plantó batalla desde los bulevares de París, donde cientos de taxis trasladaron a combatientes al frente, desde las ciénagas de Saint-Gond y desde los bosques de Argonne, donde «discurren estrechos arroyuelos a los que nunca han los destellos de la luz solar». 250 kilómetros de frente vivieron el enfrentamiento de dos millones de personas pertenecientes a los dos ejércitos más poderosos de su tiempo. Hasta entonces, el mundo no había conocido un choque de esa magnitud.

Tras dos semanas de incertidumbre y pocas genialidades tácticas, al final resistieron los franceses la acometida alemana y frustraron la mayor oportunidad que tuvo el kaiser de conquistar París y, con ello, obtener la victoria final. París se salvó a última hora gracias al furor patriótico. El gobierno francés se salvó y la ira de las masas bajó unos cuantos grados. En Alemania, en cambio, aunque las autoridades imperiales ocultaron la magnitud de la situación, no pudieron evitar que el pueblo pusiera fin a sus celebraciones ante lo que había sido un primer tropiezo. Para ambos bandos, la guerra se internaba hacia un terreno incierto.

El patriotismo francés, conmocionado por una victoria calificada de «milagrosa», no dejó de ensalzar el triunfo de su país, ocultando el hecho de que a los diez días de Marne los alemanes ya habían recuperado la iniciativa para alargar las tablas otros tres años sangrientos. «En 1919, las reglas y teorías de la guerra habrían cambiado tanto que el Marne no sería más que un recuerdo utilizado por el estado francés y los círculos nacionalistas para ensalzar el sobrehumano aguante del soldado galo», afirma el autor de este libro de HRM Ediciones.

Precisamente el subtítulo del libro, «la última campaña del siglo XIX en Occidente», hace referencia al renovado protagonismo de la infantería en movimiento en esa contienda, justo cuando las tácticas clásicas vivieron su definitivo ocaso. Marne fue una última carga antes del cambio de los tiempos. Las doctrinas de Napoleón convertidas en papel mojado... «Fue algo espeluznante el descubrir que la guerra caballeresca no era más que una ilusión romántica de los círculos militaristas. Al no disponer de más recursos de los que tenían, los comandantes se empecinaron en las primeras semanas de agosto en repetir de manera constante tácticas que estaban obsoletas en un conflicto moderno», advierte López Domínguez en su libro. El uso de la artillería de manera muy convencional, la importancia de la moral en términos tradicionales y unas tácticas importadas del periodo napoleónico situaron Marne en la frontera entre lo viejo y lo nuevo.