El documento secreto de Hitler contra el Nobel de Unamuno que cita a ABC
Las razones políticas por las que el escritor vasco no logró el reconocimiento se mueven entre los dos polos y nunca han podido ser esclarecidas

En 1935, todo hacía pronosticar que Miguel de Unamuno ganaría el Premio Nobel de Literatura debido a su compromiso con la paz en un periodo donde sonaban rumores de bombas aquí y allá y por ser, como expresó la Universidad de Salamanca ... en su solicitud del reconocimiento, «uno de los representantes más importantes e interesantes de la espiritualidad y el pensamiento españoles». Unamuno llegaba a la cita con ventaja sobre los otros candidatos, entre ellos G. K. Chesterton y Paul Valéryn , pero entonces ocurrió lo inexplicable: la Academia dejó desierta la categoría literaria, algo que solo había sucedido dos veces antes, cuando en 1914 y 1918 se cancelaron los premios por la Primera Guerra Mundial.
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Nunca se conocieron las verdaderas razones por las que el premio quedó desierto, pero en el año 2001 la Academia publicó las deliberaciones de los primeros 50 ganadores , que incluían las opiniones sobre los candidatos de 1935:

«Hay que leer sus obras despacio por su extrema profundidad y difícil comprensión. Además dificulta ese entendimiento las diferencias entre la cultura nórdica y la mediterránea, por lo que no recomendamos al candidato», dejaron dicho los miembros del jurado que, para colmo, añadieron a modo de crítica a Unamuno que es una persona «demasiado segura de sí misma».
El académico Herr Hammarskjöld se lamentó de la exclusión final del escritor español: «No elegirle es no cumplir con lo dictado por Alfred Nobel en su testamento». La situación política del siguiente año, con el estallido de la Guerra Civil , restó de nuevo impulso a su candidatura y le consagró definitivamente como un eterno aspirante. Ya en 1928 había sido propuesto por la Academia sueca, pero fue España quien se opuso. La dictadura de Primo de Rivera, a la que Unamuno se enfrentó hasta terminar desterrado en Canarias, se negó a respaldar al que era, según la Academia, «quizás el personaje más importante de la literatura española contemporánea».
La mano de Hitler
Los motivos técnicos siempre han sonado insuficientes para explicar una omisión que, frente a la guerra cultural e ideológica que se vivía en el continente, tiene una razón de ser más política que literaria. La película documental «Palabras para un fin del mundo» (Partida, Imagine! Factory Films), de Manuel Menchón , revela documentos inéditos que apuntan a la interferencia de la Alemania nazi para que el escritor español no recibiera galardón alguno después de sus intensas críticas contra Hitler.
«Tras la agitación política en Alemania en 1933, se fundó en España un comité antifascista, aunque nunca tuvo un significado especial. Unamuno fue uno de los que, al firmar el manifiesto de la fundación, despertó su simpatía por las intenciones anti-alemanas»
Un documento hallado en el Archivo del Ministerio de Exteriores alemán de la época, fechado el 2 de mayo de 1935 con el asunto «Premio Nobel para Unamuno» , muestra las comunicaciones internas entre la diplomacia alemana para que este país no concediera su apoyo a la «solicitud del Premio Nobel de Unamuno por motivos nacionales y político-culturales». Las contundentes críticas que Unamuno dedica al militarismo, al nacionalsocialismo alemán y, aún más concreta y severamente, las destinadas al propio Adolf Hitler, al que llegó a calificar de «deficiente mental y espiritual», convirtieron al filósofo español en «el portavoz espiritual contra Alemania en los círculos intelectuales de España».
La firma de Unamuno junto a otros intelectuales como Marañón u Ortega y Gasset del Manifiesto contra la Alemania Nazi, publicado el 10 de junio de 1933 por el diario El Sol, es también recogido como un aspecto clave en este mismo documento: «Tras la agitación política en Alemania en 1933, se fundó en España un comité antifascista, aunque nunca tuvo un significado especial. Unamuno fue uno de los que, al firmar el manifiesto de la fundación, despertó su simpatía por las intenciones anti-alemanas de este comité».
Si bien el texto considera inconsistentes las ideas políticas del filósofo, al que «su pasión y su lucha casi patológica por la originalidad nunca permitieron que una opinión y una declaración duraran mucho tiempo», no aprecia adecuado que Alemania apoye una solicitud de una voz tan hostil.

El informe diplomático, del que se desconoce si realmente influyó en algo en que la Academia considerara desierto el premio, también hace referencia a cómo se veía a Unamuno fuera de España, en concreto en Francia. Citando el periodico ABC en su edición del día 12 de abril de 1935, la diplomacia alemana recuerda que durante una conferencia en París los eruditos franceses de rango no se presentaron a la cita con Unamuno y no le agradecieron debidamente su germanobia.
En el mencionado artículo de ABC, el corresponsal en París califica la germanofobia de Unamuno durante la Primera Guerra Mundial de «activa, militante, proselitista» y lamenta que la intelectualidad gala no haya rendido al español el merecido reconocimiento, «a pesar de los buenos oficios del Comité Francia- España , y el tributo de admiración, siquiera de bienvenida, que merece su vasta personalidad».
En aquella conferencia, por cierto, Unamuno se despachó a gusto contra el racismo que campaba por Europa: «Cuando un pueblo sabe o cree saber lo que es raza corporal, es que ha perdido la razón. Lo tenéis con eso de los arios o el arianismo o como el latinismo».
Entre «hunos y hotros»
Más allá de las presiones externas, la cinta «Palabras para un fin del mundo» pasa de puntillas por la otra razón política que los historiadores han esgrimido tradicionalmente para explicar que no se le diera el premio. «Menchón se empeña en demostrar la dimensión progresista de Unamuno, y tiene razón en que la tenía, pero es verdad que su presencia en un mitin de Falange ese año tuvo trascendencia internacional a través de la prensa republicana, que fue muy crítica. Unos dicen que si no ganó el Nobel fue por haber asistido a ese acto de José Antonio Primo de Rivera », recuerda en una entrevista con ABC el historiador Jean-Claude Rabaté, quien resume el asunto en que «no fue premiado por culpa de los unos y de los otros».

Unamuno recibió en febrero de 1935 al fundador de Falange, José Antonio Primo de Rivera, en su casa de Bordadores, donde acudió acompañado por Francisco Bravo y Rafael Sánchez Mazas . La reunión se desarrolló en un ambiente cercano dado que Bravo era amigo de uno de los hijos del catedrático, Fernando, mientras que Sánchez Mazas compartía parentesco con el vasco por parte de su abuela, la poetisa Matilde de Orbegozo . Según escribió Bravo, José Antonio se dirigió en términos muy amistosos al pensador:
«Yo quería conocerle, Don Miguel, porque admiro su obra literaria y, sobre todo, su pasión castiza por España, que no ha olvidado usted ni aun en su labor política de las Constituyentes. Su defensa de la unidad de la Patria frente a todo separatismo nos conmueve a los hombres de nuestra generación».
Sin morderse la lengua , Unamuno habría contestado aludiendo, según esta fuente, de forma somera a lo nocivo de la dictadura del padre de José Antonio, ante lo que los falangistas se tensaron y Bravo terció un «Bueno, Don Miguel. Aquello del padre de José Antonio es ya historia. Díganos cuándo le apuntamos para la Falange.
Sin alterarse lo más mínimo, Unamuno prosiguió con su conversación con los falangistas:
«Sí, aquello es historia. Y lo de ustedes es otra historia también [...]. Pero esto del fascismo yo no sé bien lo que es, ni creo que tampoco lo sepa Mussolini. Confío en que ustedes tengan, sobre todo, respeto a la dignidad del hombre. El hombre es lo que importa; después, lo demás, la sociedad, el Estado [...]. Confío en que no lleguen ustedes a esos extremos contra la cultura que se dan en otros sitios»
El vasco incluso aceptó una invitación para acudir a un mitin de FE de las JONS ese día, el 10 de febrero, y se desplazó con ellos y su hijo Fernando a pie hasta el Teatro Bretón de Salamanca, donde se celebraba el acto, conversando amigablemente con los tres falangistas. La prensa y los mentideros dieron cuenta del coqueteo del filósofo con este partido en términos poco positivos. El azañista Roberto Castrovido , amigo del catedrático, lo lamentó con amargura en el «Heraldo de Madrid» .
«Pero esto del fascismo yo no sé bien lo que es, ni creo que tampoco lo sepa Mussolini. Confío en que ustedes tengan, sobre todo, respeto a la dignidad del hombre»
En «La Gaceta Regional» , Unamuno explicó su presencia en el acto político y volvió a elogiar a José Antonio Primo de Rivera , al que separaba del resto de falangistas:
«Sí, ya me han dicho que se ha hablado bastante de mi asistencia al mitin organizado por Falange Española en Salamanca. Fui a este mitin como voy a todos los que quiero. No asisto a aquellos actos a los que me invita la empresa, sino a los que yo quiero ir. Cuando comenzó el mitin comenzaron a tirarme de la lengua, pero yo, naturalmente, ni interrumpí ni hice caso alguno. A mí no me tira nadie de la lengua: tengo por costumbre contestar a aquello que no se me pregunta y dejar sin respuesta aquello que se me interroga. Por lo demás, ese muchacho -refiriéndose a José Antonio- tiene mucho talento y una cabeza que funciona perfectamente. Llegará hasta donde quiera, porque, además, es un carácter de cuidado... ¡Mucho ojo con estos muchachos del brazo en alto!».
Las críticas de la prensa madrileña arreciaron contra Unamuno por su acercamiento a Falange y parece que alcanzaron una dimensión internacional. El vasco, ya fuera por la presión mediática o por su espíritu irrefrenable, no tardó ni un soplido en cambiar su opinión sobre José Antonio . En un artículo titulado «Otra vez con la juventud», publicado en «Ahora», cargó las tintas contra el falangista:
«Es un muchacho que se ha metido en un papel que no le corresponde. Es demasiado fino, demasiado señorito y, en el fondo, tímido para que pueda ser un jefe y, ni mucho menos, un dictador».
A lo que añadía, más como un elogio que como un defecto, que para ser un líder fascista era preciso ser «epiléptico» . «Arriba», órgano oficial de FET y de las JONS, replicó de inmediato con un texto no firmado, probablemente de Bravo, que tachaba al pensador de «viejo avariento» y «exhibicionista grotesco».
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