Corsarios españoles: las olvidadas 'fuerzas especiales' de la Monarquía Hispánica contra el colapso del Imperio
Agustín Ramón Rodríguez González, autor de «Corsarios españoles», explica a ABC la causa que ha llevado a nuestro país a obviar de su historia a los corsarios
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Iniciar sesiónPedro de Zubiaur bebió de su familia el oficio de la marinería desde zagal. Por sus venas corría agua salada y en su mente resonaba, como una letanía incasable, el repiquetear del viento contra la tela de las velas. Ese que indica que el ... navío vuela hacia el enemigo. Desde siempre, y para siempre, las aguas fueron su vida. Cuando rondaba el medio siglo de vida, allá por noviembre de 1592, atacó con su flota —una docena de pequeños y ligeros filibotes, no vaya usted a creerse…— un convoy inglés formado, nada menos y nada más, que por cuarenta bajeles . Desastre asegurado, que podría pensarse. Pero vaya que no. Nuestro vasco prendió a la capitana, apresó a tres más, y salió viento en popa y a todo trapo de allí antes de que arribaran refuerzos contrarios.
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Aquella fue una de las gestas del bueno de Zubiaur. Un experto navegante que, aunque a muchos les duela, era un corsario . Y digo corsario, que no pirata de pata palo y loro en el hombro. Así lo confirma el doctor en Historia Agustín Ramón Rodríguez González en la que, hasta la fecha, es su última obra: «Corsarios españoles» (Edaf). Libro esclarecedor a la par que sorprendente por ser uno de los primeros ensayos históricos en abordar la figura de los capitanes privados que, durante cinco siglos, sirvieron a la Monarquía Hispánica . Héroes que ayudaron a unos reyes asfixiados por las deudas a realizar «misiones especiales» que no podían llevar a cabo los militares y que, por desgracia, han caído en el olvido.
¿Cuál es la definición más correcta de corsario?
Resumiendo mucho: un particular, propietario de uno o más buques, que previo permiso del Rey, obtiene autorización para atacar al comercio marítimo enemigo (corso ofensivo) o defenderse de corsarios y piratas (corso defensivo). Solo con enemigos declarados, respetando las leyes de la guerra y sometiendo la legalidad de cada presa a un tribunal. E incluso depositando previamente una fianza por si acaso surgen reclamaciones. Por extensión, cualquiera que se dedique al corso.
¿Es correcto a nivel histórico asociar a los corsarios con una imagen negativa?
Como en cualquier actividad humana hubo de todo, también dependiendo de cada país, de las circunstancias concretas y de la clase de cada enemigo, pero en la monarquía española el control de las autoridades era efectivo al asegurar el cumplimiento de las leyes, como prueba la extensa documentación conservada.
¿Hasta qué punto se generalizó la figura del corsario en España?
Mucho más de lo que parece, pues ante el acoso de enemigos de todas las clases, europeos, otomanos y berberiscos en las costas españolas o de las Indias, el comercio y la pesca estaban muy amenazados y para armadores, capitanes y marineros no había muchas opciones de realizar sus labores habituales. Era buena alternativa a las faenas habituales, comprometidas por la guerra, y una forma de asegurarse la propia defensa. Aparte de los botines y el reconocimiento y el ascenso social.
¿Qué diferencias cree que existen entre los corsarios españoles y algunos ingleses como el famoso Drake?
Drake realizó sus primeras y más exitosas incursiones en una época en que no existía guerra con Inglaterra e incluso se mantenían normales relaciones diplomáticas. Ante las protestas de los embajadores españoles, Isabel Tudor negó siempre saber de sus agresiones, de Drake y de otros como él, pese a apoyarlos, alentarlos y percibir parte de sus botines. Así que eran legalmente piratas, pues fue una guerra encubierta durante muchos años.
«Isabel Tudor negó siempre saber de sus agresiones, de Drake y de otros como él, pese a apoyarlos, alentarlos y percibir parte de sus botines. Así que legalmente eran piratas»
Es imposible obviar la figura de Pedro Menéndez de Avilés. Cazador de piratas, diseñador de navíos… ¿Por qué fue importante y por qué lo hemos olvidado?
Porque sus hazañas como corsario fueron superadas por las tareas que desempeñó después, una vez reconocidos y recompensados sus primeros éxitos, con la organización de las Flotas de Indias, nuevos diseños de buques, la conquista y colonización de Florida y la fundación de la primera ciudad en el actual territorio de los Estados Unidos: San Agustín de Florida.
Los ejemplos de Juan Canete o Juan Gascón dan la sensación de que los corsarios eran elegidos también para llevar a cabo «misiones especiales» muy arriesgadas para una escuadra regular
No tanto por lo arriesgadas, como eran los intentos de liberación de presos en Argel, sino porque se trataba de misiones secretas y poco costosas en su preparación y desarrollo, aparte de que solían estar implicados familiares y allegados, lo que era un estímulo mas para el corsario. Aparte de las presas en el mar, en todo el Sur y Levante español las incursiones berberiscas en la costa, con el secuestro de hombres, mujeres y niños eran tristemente habituales, hasta llegar a despoblar en buena medida el litoral para ser luego vendidos como esclavos, si no podían ser rescatados por pago de sus familiares o por la “redención de cautivos” de la Iglesia.
¿Qué diferencias existían entre el corso en el Mediterráneo y el corso en el Atlántico?
En el Mediterráneo el enemigo solían ser berberiscos y otomanos, en el Atlántico, europeos. También por la clase de buques: en el Mediteráneo se usaban buques de remos, desde la galera y sus versiones más ligeras al jabeque, ya en el XVIII. En el Atlántico eran veleros, de las naos y galeones a los navíos y fragatas. También por el trato mutuo entre apresados y apresadores, esclavitud o trabajos forzados en el primer caso, y mucho mas humanitario en el segundo, aunque con excepciones, sobre todo en el caso de piratas o enemigos especialmente duros.
Se refiere, en varias ocasiones, a la curiosa colaboración entre corsarios y Tercios españoles. ¿Cuál le parece el ejemplo más llamativo?
En la época había una clara diferencia entre la “gente de cabo” o marineros, y la “gente de guerra” o soldados, los primeros dedicados preferentemente a la navegación y los segundos a la lucha, con muy distinta consideración social. La “tripulación” de marineros se unía a la “guarnición” de soldados para formar la “dotación”. Un buen ejemplo puede ser el de la Armada de Flandes, durante todo el siglo XVII, con marineros flamencos y soldados españoles. Pero a menudo no había soldados disponibles para los corsarios en otros escenarios y épocas.
¿A qué se debió la decadencia del corso en el siglo XVIII?, ¿por qué solo destacaron, durante esa época, los armadores de corsarios y las empresas privadas?
No decayeron, mas bien perdieron protagonismo por la profesionalización de los mandos y oficialidad navales implantada en las reformas de Patiño en 1717, creando la Compañía de Guardiamarinas. Ya no era posible, salvo contadas excepciones, ascender gracias exclusivamente a tus éxitos como corsario, como pasaba en la época de los Austrias, caso de Menéndez de Avilés o de Alonso de Contreras. La enseñanza académica era ya preceptiva, así como la previa condición de hidalguía. Pero aún se apuntaron grandes éxitos, especialmente en la “Guerra del Asiento” (1739-1748) cuando apresaron más buques al enemigo inglés que éste a los españoles, 1.360 frente a 1.249, y según fuentes británicas.
No podemos olvidarnos de Barceló. Aunque ya hayamos hablado de él en otras ocasiones, su historia parece sacada de una novela. ¿Fue el mejor corsario español de la historia?
Justamente fue la más sonada excepción a esas nuevas reglas, por su capacidad y logros de todas clases, llegando de corsario, sin apenas formación académica, de modesto linaje, sin haber sido guardiamarina, etc, a nada menos que Teniente General de la Armada por sus solos y exclusivos méritos en combate o impulsando el diseño de jabeques para dar más eficaz caza a los del enemigo, introduciendo las cañoneras y obuseras con las que logró el triunfo definitivo sobre Argel, etc, etc.
¿Cómo y por qué acabó el fenómeno de los corsarios en España?
En el siglo XIX, especialmente a partir de su prohibición internacional tras la Guerra de Crimea, pues las grandes potencias consideraron que una fuerza armada debía estar completamente controlada por cada estado. Y pese a que España no renunció por entonces al armamento de corsarios en caso de necesidad, y solo lo hizo en 1908, ya se consideró desde 1856 una práctica condenable, cercana a la piratería o que podría desembocar fácilmente en ella.
¿Hasta qué punto han sido determinantes los corsarios para la Monarquía Hispánica?
Tuvieron un gran papel en todas las épocas, tanto en su vertiente ofensiva como en la defensiva, especialmente porque nunca hubo suficientes medios en las Armadas Reales para vigilar un enorme imperio oceánico que iba desde las posesiones italianas a Filipinas. Y ello especialmente en ultramar, pues tanto en América como en el Pacífico las tareas defensivas les correspondían normalmente a ellos, dedicándose los buques regulares casi por entero a asegurar las comunicaciones, fuera la Carrera de Indias, la Armada del Mar del Sur, de Perú a Panamá, o en Asia-Pacífico. Sin olvidar que incluso en las grandes expediciones los corsarios actuaron a menudo como muy eficaces auxiliares de las escuadras y ejércitos, como en el caso de Gálvez en Pensacola.
«Tuvieron un gran papel en todas las épocas porque nunca hubo suficientes medios en las Armadas Reales para vigilar un enorme imperio oceánico que iba desde las posesiones italianas a Filipinas»
¿Cuál es el corsario que no deberíamos haber olvidado en España?
Sería muy discutible, pues hay muchos candidatos, cada uno con sus logros y aportaciones. Lo de verdad decisivo es recordar que hubo muchos, muy buenos y muy eficaces corsarios españoles, y a lo largo de varios siglos, pese a que normalmente se cree que no los hubo o solo en algunos casos excepcionales, creyendo que esa forma de guerra naval se utilizó únicamente por nuestros enemigos. Lo que debiera haber extrañado a muchos, por la amplitud del imperio oceánico español y por la tradicional aptitud hispana para la guerra irregular.
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