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El sacrificio del hermano de Galdós en la Guerra de Cuba: el héroe olvidado a la sombra del escritor

Ignacio Pérez Galdós nació ocho años antes que su hermano, el célebre autor de los «Episodios Nacionales», pero dedicó su vida al Ejército y a combatir con valor y entrega por el nombre de España al otro lado del Atlántico y contra los carlistas en España, aunque nunca alcanzara la fama del literato

Benito Pérez Galdos (derecha), en una imagen junto a su hermano Ignacio, con el uniforme militar Leandro Plaza Vieja / ABC

Israel Viana

Solo un párrafo en una pequeña reseña en el diario ABC del 29 de noviembre de 1905 . Esa fue toda la información que se dio con motivo de su muerte: «Nuestro corresponsal en Las Palmas nos comunica el fallecimiento ayer del capitán general de Canarias, don Ignacio Pérez Galdós . Era teniente general desde 1898 y por su talento, caballerosidad y sus dotes militares, era sumamente apreciado. Con su fallecimiento pierde el Ejército uno de sus generales más ilustres y la patria a uno de sus hijos más leales. A toda su distinguida familia, y muy especialmente a su hermano, el insigne don Benito , enviamos nuestro más sentido pésame».

Porque, efectivamente, el bueno de don Ignacio Pérez galdós nunca alcanzó la fama del autor de los «Episodios Nacionales» ni tampoco acudieron a su entierro más de 20.000 vecinos, tal y como ocurrió en el adiós a su hermano en el madrileño cementerio de la Almudena, en 1920. Sin embargo, su abnegada entrega a España en la Guerra de Cuba , primero, y en la Guerra Carlista , después, podría compararse a la del literato en el campo de las letras. Tal y como escribieron sus superiores en una de las cartas donde se le proponía para recibir una de las muchas condecoraciones que obtuvo durante su vida, nuestro protagonista «desempeñó cuantas misiones se le han confiado con la mayor actividad e inteligencia, habiendo demostrado, en el número de acciones en que ha intervenido, su gran valor».

El militar había nacido, el 5 de Julio de 1835, en el número 6 de la calle Cano, en Las Palmas de Gran Canaria. Lo hizo en la misma casa donde hoy se encuentra instalado el Museo Pérez Galdós en homenaje a su hermano, que también nació en ella. Sus padres eran María Dolores Galdós y Sebastián Pérez . Este último fue subteniente del Batallón de Granaderos de Gran Canaria en la Guerra de la Independencia , así como capitán de Milicias en tiempos de Fernando VII y teniente coronel graduado del Ejército, demostrando durante toda su vida un amor por España y por su Ejército, que transmitió al pequeño Ignacio desde muy joven.

El escritor y el soldado

Ignacio fue el séptimo de los diez hijos del matrimonio y vino al mundo ocho años antes que Benito. La infancia de ambos se desarrolló en un buen ambiente familiar, donde el primero quedó marcado por la labranza de las tierras en la hacienda de «La Data» y los deberes militares, mientras al pequeño Benito su padre le aficionó desde niño a los relatos históricos y a las anécdotas de la Guerra de la Independencia. A pesar de su diferencia de edad, ambos hermanos fueron también compañeros de juegos y amigos de juventud, y convivieron en Madrid y Santander durante sus años mozos.

Ignacio Pérez Galdós

La capital fue su primer destino fuera de Canarias. Allí vivían en 1869 los dos hermanos junto a su familia, en la calle Serrano número 8, en pleno barrio de Salamanca, cuando Benito ya se había vuelto una apasionado de la obra de Balzac y trabajaba en el diario «Las Cortes». Un año después, con la ayuda económica de su cuñada, sacó su primera novela, «La Fontana de Oro» , y empezó a escribir sus «Episodios Nacionales» , aquella crónica perfecta del siglo XIX español, mientras su querido hermano ya se había marchado voluntario a Cuba para defender la isla de las primeras insurrecciones de los mambises.

Había sido nombrado subteniente de las Milicias Canarias en Santa Lucía de Tirajana con solo 19 años. Se trataba de uno de los enclaves más peligrosos de la historia del archipiélago, que debía ser inspeccionado constántemente contra las numerosas invasiones que entonces amenazaban sus costas y que, en el pasado, habían provocado más de una masacre. Sin embargo, cuando Domingo, su hermano mayor, regresó de La Habana, su familia le aconsejó que se marchara a estudiar a Madrid, como ya había hecho su tío por parte de madre, Benito Galdós , de quien el escritor tomó su nombre.

«La misma persona sencilla y estudiosa»

Con la intención de seguir los pasos de su padre, Ignacio ingresó en la Escuela Superior del Ejército de Estado Mayor de Madrid en 1858, a los 23 años. Aquella era la carrera más difícil que podía iniciarse en el Ejército español, pero que él acabó cuatro años después con el rango de teniente. En 1863 volvió a Las Palmas para hacer prácticas en el Batallón Provincial de Canarias y, al año siguiente, como consecuencia de su ingreso en el Ejército de Cuba, obtiene una serie de ascensos con destacable rapidez. «¿Cambió y se infló de vanidad el joven oficial de Estado Mayor con todos esos entorchados, galones, fajines y vistosos uniformes? ¡En absoluto! Continuó siendo la misma persona sencilla, serena, estudiosa, cumplidora de sus deberes profesionales y familiares, hasta el punto de que se pasaba todos sus momentos libres en la hacienda de La Data, entregado a las labores agrícolas como cualquier peón de la misma», escribía Julio Jurenito en un artículo sobre Ignacio Pérez Galdós recuperado en 2010 por la «Revista de Historia Militar».

La opinión de sus superiores era, en aquella época, inmejorable. Así lo demuestra un informe del Jefe de Estado Mayor, que decía: «Llena cumplidamente sus deberes, demostrando afición al trabajo, amor al servicio y deseo de perfeccionar los conocimientos que tiene de esta profesión». Parte de estos servicios los prestó en Santa Cruz de Tenerife, donde le fue concedida, en 1863, la mención honorífica por haber permanecido en aquel destino durante la epidemia de fiebre amarilla que provocó 550 muertos, 2.200 infectados y la huida de la ciudad de la gran mayoría de la población.

Fue en 1864 cuando él mismo solicitó voluntariamente ser destinado a Cuba. Dos años después comenzaron los primeros levantamientos de los mambises e Ignacio Pérez Galdós estará presente en todas las acciones que realice el Ejército español, con el objetivo de aplacar la incipiente insurrección. Lo hizo combatiendo de una manera intensa y en primera línea de fuego o al mando de pequeñas unidades de Infantería e Ingenieros, practicando siempre los descubiertos y reconocimientos más peligros, abriendo vías de comunicación, levantando puentes, protegiendo convoyes, persiguiendo partidas de rebeldes cubanos o capturando posiciones enemigas con ataques sorpresa.

Guerra de los Diez Años

En una de aquellas acciones, incluso, resultó herido de gravedad, pero no mermó sus deseos de seguir luchando cuando se inició la Guerra de los Diez Años, la primera de las tres guerras de independencia contra España, en 1868. Aunque faltaban muchos años para que interviniera, fue entonces cuando Estados Unidos comenzó a vislumbrar en la sombra la idea de asestar el golpe definitivo en Cuba para auparse como la principal potencia mundial.

Portada con motivo de la muerte de Benito Pérez Galdós, en 1920 ABC

En 1870, el famoso general Martínez Campos –autor del pronunciamiento que provocó la restauración de la monarquía borbónica cuatro años después– quedó tan profundamente impresionado por la entrega y el valor de Ignacio Pérez Galdós en aquellos meses de intensos combates, que quiso informar de ello oficialmente para recompensar sus servicios. La respuesta del comandante general de Cuba la recibió directamente el hermano del escrito: «Me he enterado del brillante comportamiento de usted en la acción de Bruñiz, en la que fue herido. Le doy mis más expresivas gracias y aprovecho la ocasión para manifestarle mi satisfacción, debiendo hacerla también presente a su columna».

Cuatro años después, cuando nuestro protagonista todavía estaba en Cuba, el brigadier comandante general de la Primera División del Ejército de Cuba le comunicaba al capitán general lo siguiente: «Desde que me hice cargo de este Departamento, he tenido la ocasión de apreciar los muy importantes servicios que viene prestando el comandante Pérez Galdós, que lleva seis años en operaciones constantes, unas veces prestando servicios de su Instituto y otras mandando los batallones de Reus, León y los Voluntarios Catalanes. Ha desempeñado cuantas misiones se le han confiado con la mayor actividad e inteligencia, demostrando en todas ellas su gran valor».

Su boda en Santiago de Cuba

En ese momento, su hermano Benito ya gozaba de fama en España tras publicar la primera serie de sus «Episodios Nacionales», en las que hablaba de la guerra de la Independencia. Ignacio, mientras, se batía el cobre en la isla en el más absoluto anonimato, más allá del conocimiento que tenían de sus hazañas los mandos del Ejército destinados en Cuba. En 1874 fue trasladado a Santiago de Cuba, donde residían las mejores familias, y un año después contrajo matrimonio con la bellísima joven Caridad Ciria y Vinent, hija del Marqués de Villaytre. Allí estuvo la pareja tres años, hasta que el militar fue obligado a regresar a España contra su voluntad. Él quería seguir luchando por su país allí e, incluso, envió una serie de solicitudes para que así fuera, pero había agotado el tiempo legal para permanecer en campaña y todas sus peticiones fueron rechazadas.

Volvía a casa con su mujer, con el honor de haber obtenido el grado de coronel por sus méritos de guerra antes de cumplir 35 años, además de una Cruz Roja al Mérito Militar y las Encomiendas de Isabel la Católica y la de Carlos III. Lo primero que hizo nada más llegar a España fue dejar a su esposa con su madre y sus hermanos en la casa familiar de Las Palmas, para incorporarse a las tropas del Gobierno en el norte y luchar esta vez contra los carlistas. Destinado a la Capitanía General de Pamplona, intervino en varias acciones de guerra, como la de Montejurra. Por aquella actuación como jefe de Estado Mayor de la columna mandada por el general Sanmartín, fue condecorado con otra Cruz Roja al Mérito Militar.

Con todo el respeto obtenido, nada más terminar la Tercera Guerra Carlista, en 1876, consiguió que le destinasen de nuevo a Cuba. Allí consiguió el grado de brigadier por otra acción de guerra: la conocida como la Segunda toma de Las Tunas, donde los cubanos acabaron incendiándola en su huida, ante la imposibilidad de defenderla de las acometidas españolas. Tal fue su actuación en aquella batalla que los mismos oficiales que tenía a sus órdenes le regalaron un bastón de mando grabado en marfil como muestra de su aprecio y admiración.

Regreso a Canarias

Poco después de regresar por segunda vez a España al final de la Guerra de los Diez Años, en 1878, fue nombrado gobernador militar de Las Palmas. Aunque el cargo significaba un claro perjuicio para su carrera, lo aceptó con gusto, puesto que le compensaba el hecho de vivir en su tierra y estar cerca de sus familiares y amigos, llevando la vida sencilla que siempre le había gustado. Llegó a su nuevo puesto en 1882, a los 47 años, y ya nunca más volvió a salir de las islas Canarias. Fue en el momento en el que Benito Pérez Galdós , instalado definitivamente en la capital del país, había iniciado su ciclo de «Novelas españolas contemporáneas», donde describía a la sociedad madrileña de la segunda mitad del siglo XIX.

Ignacio Pérez Galdós fue ascendido finalmente a general de División y nombrado gobernador militar de Santa Cruz de Tenerife, con residencia en el histórico castillo de San Cristóbal. Después recibió la Gran Cruz del Mérito Militar y la de San Hermenegildo y, 17 años después de su última estancia en Madrid, tiempo más que suficiente para que hubiera sido olvidado, se le propuso como capitán general de Aragón, pero lo rechazó respetuosamente. Y así permaneció en su tierra, hasta que en mayo de 1900 fue nombrado capitán general de las islas Canarias, el tercero de los nacidos en ellas que había conseguido ascender a dicho cargo.

«En Las Palmas falleció ayer el general don Ignacio Pérez Galdós, hermano del novelista don Benito, que desempeñaba en la actualidad el cargo de capitán general de las islas Canarias», reseñaba brevemente el diario «La Época» el 29 de noviembre de 1905. Su hermano vivió 15 años más, refugiado en su casa de Madrid, enfermo, sin mucho dinero y obligado a seguir escribiendo para poder subsistir, pero lleno de fama... a diferencia de Ignacio.

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